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Foto del sorteo de Navidad de los años 30. DM
Consuelo en los recuerdos

Consuelo en los recuerdos

raíces y recuerdos de ampuero ·

La lotería se inicia en tiempos del reinado de Carlos III, concretamente en el año 1763

Jesús GArcía Pérez

Ampuero

Lunes, 28 de diciembre 2020, 14:06

Inmerso en el túnel oscuro de esta pandemia que nos golpea, mientras nos llega la salida a la luz, busco consuelo en mis recuerdos. Los juegos de aquellos tiempos lejanos de niñez, la casa donde viví (Ah! el palacio de La Bárcena); mis amigos de infancia y juventud, los maestros que me enseñaron; las competiciones de atletismo y pasabolo, con la S. D. Peña Revilla… Mis entrenamientos de ciclismo, con la vieja bicicleta BH, que mi querido e inolvidable hermano Antonio había comprado para desplazarse a Laredo a trabajar de albañil… ¡Cuánto senderismo practiqué! Sobre todo por los aledaños de Las Nieves, mi monte favorito…

¡Qué alegría más gratificante recibo de mis hijos y nietos!... ¿Y las tradiciones de mi familia y de mi pueblo? Ni que decir tiene: ¡gran consuelo el suyo!

Mientras escribo esta crónica del consuelo, oigo cantar los números y premios de la tradicional lotería de Navidad, evento que da alegría a las fiestas navideñas. La lotería se inicia en tiempos del reinado de Carlos III, concretamente en el año 1763.

En un principio las ganancias iban a parar exclusivamente a la beneficencia (hospitales, asilos, hospicios etc.). Al adquirir auge, siendo un importante recurso financiero para el estado, la Real Hacienda pasó a controlar los fondos. El colegio San Ildefonso de Madrid es uno de los centros de enseñanza más antiguos de la capital española. En sus orígenes fue orfanato, hasta la llegada de la democracia. Empezaron a intervenir en los sorteos en 1771 y son las estrellas desde 1812. Las niñas no cantaron números hasta 1984.

El sorteo de Navidad es el que llena de ilusión cada año a los españoles. También en Ampuero es el sorteo que nos une. Sigo oyendo el canto de niños y niñas de San Ildefonso; todavía no ha salido el gordo. Sin querer la nostalgia me lleva al pasado: siendo muy niño, conocí en la calle Melchor Torío a un ciego. Caminaba por la acera, con una vara larga y blanca, creo que algo flexible para orientarse al tocar con ella los obstáculos.

–Abuela ¿ese señor es ciego? – pregunté a mi inolvidable abuela, Teria.

–Sí, es «Nando, el Ciego». Se dedica a vender cupones para el sorteo de los ciegos y también participaciones de lotería. Que este homenaje literario perpetúe su memoria: Camina 'Nando, el Ciego' por las calles de Ampuero, camina cantando los números, los números de la suerte…

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