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Héctor Esteban
Valencia
Martes, 8 de agosto 2023, 15:10
Los valencianos Juan y Concha desayunaban el lunes por la mañana sendos cafés con leche y unos gofres con mucho chocolate. Con dulce las cosas se ven de otra manera. Azúcar para superar el susto. Él, porque en la noche del domingo tuvo que ser rescatado por el 112 del interior de la travesía Tonio-Cañuela, ... en Arredondo. Ella, porque esperaba fuera la salida de su pareja y otros dos espeleólogos, a los que parecía que se les había tragado la tierra. Entraron a las nueve de la mañana por la zona de la Torca de Tonio y sobre las seis de la tarde tenían previsto salir por la cueva Cañuela. Al menos, ese era el plan del que informaron al 112 –en Cantabria es obligado dar parte si se va a entrar en un sima o cueva–.
«Es verdad que calculamos mal el tiempo. Pensábamos que íbamos a salir a la seis de la tarde pero el recorrido era más largo de lo que creíamos», señalaba Juan al otro lado del teléfono el lunes por la mañana. Él es madrileño y había quedado con los dos espeleólogos valencianos Juan y Concha) para hacer varias expediciones estos días por Cantabria.
La travesía de la que tuvieron que ser rescatados une dos cavidades, tiene una longitud de casi ocho kilómetros y al entrar por Tonio ya experimenta una bajada de casi 280 metros. La duración prevista es de unas ocho horas, aunque al ser la primera vez que la pisaban se iba a alargar más porque tenían que tener un acusado sentido de la orientación en un lugar desconocido. No era una cueva de entrada y salida por el mismo lugar, sino que había que echar mano del mapa para buscar la zona de Cañuela.
Concha, su pareja, esperaba fuera. En Cantabria, para entrar en una cueva, tienes que informar antes de la hora de entrada, la de salida, la matrícula de los coches, el número de personas y dar un teléfono de una persona que esté en el exterior. «A las seis de la tarde me llamaron del 112, dije que no habían salido pero me informaron de que tardarían más porque no habían medido bien el tiempo, me dijeron que saldrían de noche. Me llamaron otra vez sobre las nueve y me dijeron que si no salían a las once de la noche activarían el protocolo de rescate», relata Concha.
Al no dar señales de vida, hubo que entrar a por ellos. «Nos dimos cuenta de que íbamos fuera de horario, pero llegó un momento en el que nos perdimos», apunta Juan Calvo. El punto crítico se dio en el área conocida como la Encrucijada, en la parte final de la travesía. «Es una zona que es como un triple ocho. El problema estuvo al pasar del segundo círculo al tercero. Cada vez que intentábamos seguir la travesía volvíamos al punto de partida», apunta.
Es una zona en la que hay varios túneles, por lo que hay acertar a la hora de elegir para seguir la ruta. «Lo intentamos dos veces, una travesía de varios kilómetros. En ambos casos volvimos al punto de inicio», relata Juan, que asegura que hubo un momento en que las huellas de las pisadas iban en todas las direcciones. En ese instante, decidieron parar. «Nos podíamos perder si lo intentábamos otra vez. Ya nos advirtieron de que era fácil que en ese punto volviéramos al lugar de origen. Fue la decisión correcta porque empezábamos a estar exhaustos. Nos quedamos en la sala acurrucados a esperar el rescate. Sabíamos que vendrían», cuenta.
Los tres espeleólogos no eran novatos. Están federados en la Comunidad Valenciana. Disponían de agua y comida para aguantar. Además, sacaron las térmicas, se las echaron encima y esperaron juntos para darse calor al equipo de salvamento. «Fue la mejor decisión. Cada intento para salir era un tramo muy largo y mucho tiempo de esfuerzo. Corríamos el riesgo de caer por algún agujero. Por la cueva pasa un río de 23 metros de profundidad. Demasiados riesgos», apunta.
El dispositivo fuera ya estaba preparado para entrar. Concha, la pareja de Juan, estaba de los nervios. En estos casos, la experiencia de los espeleólogos les hace mantener la calma y tomar la decisión más lógica: esperar el rescate. Pero desde fuera, la visión es distinta. «Yo estaba muy nerviosa. Encima sola, sin saber cómo podían estar», relata. Su hermana Sara y su cuñado David, que seguían la situación desde Valencia, fueron su gran apoyo durante estas horas de angustia que terminaron con un final feliz ya bien entrada la madrugada del lunes. «El equipo de salvamento entró a por todas. En una hora nos encontraron. Con las linternas y dando voces», apunta Juan.
Concha y Juan se han pegado el susto de las vacaciones. Las iniciaron hace unos días y han recorrido en las últimas dos semanas parte del sur de Francia y el norte de España. De espíritu aventurero, iniciaron la ruta por Carcassonne, visitaron Fátima y después siguieron por la cornisa cantábrica. Incluso pudieron asistir como espectadores a una de las etapas del Tour de Francia femenino.
Pasaron por Bilbao, donde realizaron la visita oportuna al museo Guggenheim en compañía de amigos, estuvieron en varias localidades de la película 'Ocho apellidos vascos' y disfrutaron de varios parajes de 'La trilogía del Batzán'. En Cantabria, Juan iba a practicar en compañía de otros amigos una de sus grandes aficiones –se había interesado por el mundo de la espeleología tras practicar escalada de montaña– y la idea era iniciar la aventura en esta sima y a lo largo de estos días visitar otras. «Al final, un susto ya ha sido suficiente. Le hemos dado trabajo al equipo de rescate del 112 Cantabria, que se comportó de manera exquisita y seguiremos nuestras vacaciones de manera más tranquila», apunta Concha al otro lado del teléfono con el sí de Juan.
Cantabria es la única comunidad autónoma que obliga a los espeleólogos que van a entrar a una cueva a informar del horario de entrada y salida además de otra serie de datos. De esta manera, se les tiene al menos localizado, y si el protocolo de salida no se cumple, a las dos horas se activa de manera inmediata un dispositivo de salvamento para el rescate.
El domingo por la noche, el mando decidió establecer dos grupos de búsqueda al ser una ruta con entrada y salida diferenciada. El primero entró en la cavidad por la parte final de la travesía que iban a recorrer los afectados y el segundo esperaba preparado para ingresar por la boca de entrada, si el equipo inicial no les encontraba en la primera parte de su incursión. El dispositivo de búsqueda estaba formado por un total 22 personas trabajando tanto en el puesto de mando avanzado como en la cavidad –4 técnicos de rescate del Gobierno de Cantabria, 15 miembros de Cruz Roja y 3 de la Agrupación de Protección Civil de Arredondo– localizó a los afectados cerca de las dos de la madrugada. Los tres espeleólogos valencianos se encontraban perdidos en el tramo final de la travesía y presentaban cansancio y frío. Tras comprobar su estado y que podían continuar a pie, el grupo de rescate les guio en la salida de la cueva, que abandonaron sobre las tres de la mañana. Dado que no presentaban heridas y simplemente estaban cansados, no fue necesario trasladarlos a un hospital.
En Cantabria, la obligación de avisar al 112 antes de entrar en una cavidad se aplica desde 2017, y en una de las medidas que se podrían aplicar en otras autonomías debido a lo eficaz que resulta en el territorio cántabro, una de las zonas de España más ricas en cavidades.
La travesía Tonio-Cañuela es una de las clásicas del Ason y una de las más repetidas por los deportistas en España. Está considerada como uno de los baluartes de la espeleología en España. Esta ruta subterránea es una de las que más buscan los espeleólogos cuando van al norte de España.
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