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Hay un momento en el que de tanto ascender uno piensa que acabará tocando el cielo. Para los protagonistas de esta historia, el pueblo que corona entre imponentes laderas y espectaculares vistas del valle de Soba la subida iniciada en Regules es su particular ... paraíso. También lo fue para Almudena Fernández, su única habitante al inicio de este siglo. Con esta entrañable mujer, viuda de José María Galdós, coincidieron los primeros repobladores del pueblo. Fue el caso de Izaskun y Asier, vecinos de Bilbao, que empezaron las obras de su casa en el año 2001 y que ahora acuden con sus dos hijos, con los que escapan a lo que ellos llaman el caserío. Desde Talavera de la Reina llegaron en el año 2002 Pilar y Jesús. El suyo con Bustancillés fue un flechazo que se tradujo en la adquisición de una casa en ruinas, la primera nada más traspasar el cartel que anuncia al municipio. Al igual que hicieron quienes llegaron después, tocó reconstruir piedra a piedra imponentes casonas, casi palacios, que hoy llenan de orgullo a sus moradores.
Este matrimonio de Toledo, cuyos dos hijos se escapan a La Escarcha en cuanto pueden, aprovechó la reciente jubilación de Jesús para trasladar aquí su residencia. Ahora están a punto de abrir una posada en la casa pareada con la suya en la que invirtieron sus ahorros y sus sueños. Miguel y Feli también se cuentan entre los pioneros, como propietarios de la única casa nueva construida para que ella regresara al pueblo de su niñez. La mayoría de los nuevos habitantes llegó en la primera década del presente siglo. Y provocaron un arreón al censo que sirve para poner el contrapunto al discurso de la España vaciada.
Algo tendrá este lugar cuando tantos apuestan por él. Lo hicieron de manera escalonada los hijos de Almudena y José María. Uno, Rogelio, dejó su puesto de trabajo en Santander como chófer de transporte internacional y abrió un obrador de panadería, Galmapan. Un lugar en el que sigue amasando la felicidad de volver al pueblo de su infancia mientras surte de exquisitas hogazas y sabrosas sobanucas a todos los pueblos del valle. El hogar materno lo ocupa de forma esporádica su hermana Tere, que reside en Espinosa de los Monteros. El tercer hermano, José Mari, tiene su casa casi a la entrada de Bustancillés y es el alcalde pedáneo del municipio.
FUTURO
Históricamente los concejos se convocaban en torno a la ermita de San Miguel. Una preciosa edificación que hoy pide a gritos una intervención ante el riesgo de colapso. La festividad del arcángel convertía a este enclave cada 29 de septiembre en eje de una romería y una verbena de las más concurridas del valle. Ahora son los nuevos vecinos quienes aprovechan la efemérides para compartir una comida de hermandad. Porque aunque entre la mayoría no existe ningún lazo familiar que los vincule, saberse moradores de un lugar único ha servido de nexo para entablar una sólida amistad entre todos ellos.
Un círculo al que pertenece incluso Rod, un galés fiel a su cita con el norte de la península, que alterna con periódicas escapadas a tierras escocesas. De la Gales clorofila a la España Verde, fue el carácter abierto de las gentes en estas latitudes el que le llevó a sostener la apuesta por un sitio que ya forma parte indivisible de su vida. Casi a la par llegaron Blanca y Jon Ander, matrimonio de Éibar con tres hijos, cuya vivienda exhibe un imponente arco medieval que descubrieron en plena restauración al demoler un espacio usado por los antiguos habitantes a modo de letrina.
PATRIMONIO
La historia de los madrileños Cristina y Dudu también tiene su miga. Hoy regentan un albergue lleno de encanto. Y lo hacen con tres hijos a su cargo. La primogénita, hoy con 14 años, fue el primer nacimiento registrado en el pueblo hace 42 años. El alcalde les asfaltó una pista que facilitase el acceso a un paraje singular donde reciben a gentes de todo el país.
De la cercana Quintana recalaron Luisa y sus hijas Rebeca y Cristina, además de la explotación ganadera que ocupa su quehacer cotidiano. También tienen cerca a sus cuñados Berto y Magdalena. Quien ya ha echado raíces es Fernando, que hace 16 años adquirió y restauró la cabaña en la que vive, y que pone la anécdota legendaria desde su Gibaja natal. Porque es hijo del 'Lobo', el mítico jugador de Pasabolo Tablón que ganó todo lo ganable entre los años 60 y 80 del siglo pasado.
En total, los tejados suman 40 almas, divididas a la mitad entre quienes ya residen de forma habitual y quienes siguen en los viajes de ida y vuelta. Es el caso de los vecinos de Guecho Naiara y Dani, los últimos en llegar y que desde hace siete años acuden de forma asidua con sus tres hijos. En total hay trece viviendas plenamente reformadas. Con la vida que renace quedarán a salvo historias y topónimos. Como El Otero. O La Peña. O el molino que asoma ya casi llegando a Lavín. La fibra óptica llega hasta sus hogares. Aunque tampoco es imprescindible para hacer felices a los nuevos repobladores de Bustancillés, orgullosos en su pequeño paraíso.
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