Los equipos de espeleología que realizan exploraciones en el Alto del Tejuelo, refugio de la cueva más larga de España y de uno de los complejos kársticos de mayor desarrollo que existen en el mundo, han conseguido conectar trece nuevos kilómetros de galerías para romper ... la barrera de los 200, elevar las dimensiones cartografiadas de la cavidad hasta los 206 y aproximarla a cuatro mil metros escasos de la cueva Hölloch, que está en Muotathal, en Suiza, y que es, hoy por hoy, la gruta más larga hallada en Europa con 210 kilómetros topografiados. «Estamos segurísimos de que la nuestra es todavía más grande», subraya Miguel Ángel González refiriéndose al Alto del Tejuelo. «Pero eso vamos a tardar un tiempo en acreditarlo», precisa el portavoz de los grupos espeleólogos que operan dentro de la cueva, «porque a partir de ahora no va a ser fácil avanzar tan rápido como lo hemos hecho en los últimos dos años».
En ese tiempo, dice González, «hemos conectado treinta kilómetros», los últimos trece catalogados el pasado 13 de enero, cuando se consumó un hito que nadie se arroga a título personal. Lejos de acomodarse entre egos, la hazaña es un éxito colectivo que hay que atribuir a un nutrido grupo de especialistas que llevan tres décadas trabajando en las profundidades del Alto Asón para sacar a la superficie las características, las peculiaridades y los tesoros que esconde un lugar excepcional tan solo accesible a una minoría.
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206
kilómetros mide la cavidad; es la distancia que separa a Santander de San Sebastián.
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622
metros de desnivel tiene la cueva; es la altura aproximada de la Torre de Shangai.
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300
metros mide 'El Salón de La Haya'; cabría el campo de fútbol del Santiago Bernabéu.
«Nosotros llevamos explorando estas cavidades treinta años», explica González, que con nosotros se refiere a los integrantes del Club de Espeleología Sejca, afincado en Alcobendas (Madrid). Junto a ellos investigan la gruta los miembros de otros tres clubes; el Proteus Explo (Cantabria), el Spekul de Lovaina (Bélgica) y el Acem de Mataró (Cataluña), que conforman lo que denominan 'Colectivo Alto del Tejuelo', firmante de la gesta.
Cuenta el espeleólogo madrileño que él y su grupo se adentraron en la cueva hace 28 años, en 1996, «sin saber muy bien a qué nos estábamos enfrentando», confiesa, «y a través de la Torca de Bernallán», gruta a la que él ha dedicado toda su vida espeleológica y que el equipo eligió al observar que se trataba de una oquedad de desarrollo vertical, profunda, de unos 40 metros aproximadamente, que dejaba a la vista grandes galerías.
«Tras una primera exploración nos dimos cuenta de que lo que estábamos viendo no cuadraba con las topografías originales», razón por la cual decidieron llevar a cabo un nuevo levantamiento topográfico. En esa labor, explica el espeleólogo madrileño, los expertos encontraron algunas ramificaciones de esta cavidad, que con el paso de los años, y gracias a un sacrificado trabajo realizado siempre en equipo, pasó de tres a más de 25 kilómetros de longitud.
«La conexión de esta cueva con las cavidades colindantes, que por entonces estaban investigando al tiempo otros grupos, nos permitió ir enlazando decenas de kilómetros de túneles» que, al final, han acabado revelando la existencia en ese lugar de un colosal complejo kárstico bajo el que se esconde, retadora, la cueva más grande de España, la segunda mayor de Europa y la duodécima del mundo.
De acuerdo con la lista de la National Speleological Society (NSS), que cataloga las cuevas más largas del mundo por longitud documentada de galerías y pasos transitables, la más grande conocida es la Mammoth Cave, un espectacular sistema de cavidades conectadas situado en Brownsville, Kentucky, EE. UU., con un total de 651,8 kilómetros de longitud.
A esta gruta, hallada en 1791 y declarada Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera por la Unesco, le siguen el Sistema Dos Ojos, una red de cuevas de 346,7 kilómetros localizada en 1987 en Tulum (México), y la Jewel Cave, hallada accidentalmente en 1900 en Custer, Dakota del Sur, EE. UU., y con una longitud de 310,6 kilómetros. Fuera del 'top ten', pero en el umbral, en la undécima posición, aparece la cueva Hölloch (Suiza), que registra 210,7 kilómetros, y llamando a su puerta de entrada figura la del Alto del Tejuelo, de la que Miguel Ángel González no alberga la más mínima duda de que tarde o temprano será la más larga de Europa.
Porque fascinante ya lo es a tenor de lo que dice el espeleólogo, a quien adentrarse en la cavidad, algo que hace con frecuencia, le produce percepciones únicas que, por las complicadas características del terreno, tan solo pueden experimentar los expertos y nadie más.
Relató hace unos años un grupo de espeleólogos burgaleses recién salidos del Alto del Tejuelo que el que desea jugar al fútbol quiere hacerlo en el Real Madrid y el que desea practicar espeleología desea hacerlo en lugares como este. De acuerdo con ellos, González va todavía más allá. «Para mí, estar en esta cueva es como estar en Marte», dice. «Veo lo que nunca ha visto nadie antes, piso por donde nunca ha pisado nadie antes y dejo mis huellas en lugares en los que no va a dejar sus huellas nadie más. ¿No le parece eso alucinante?», pregunta el espeleólogo madrileño, impactado por las estampas, algunas bellísimas, que la cueva le ha dejado ver.
Con 206 kilómetros de largo -más o menos la distancia que separa a Santander de San Sebastián- y un desnivel de 622 metros de caída desde su entrada más alta hasta su parte más baja -lo que mide la Torre de Shangai, aproximadamente- la cueva, que tiene veinte accesos, muestra a sus escasos invitados espacios realmente singulares, como, por ejemplo, una gran sala que los espeleólogos han bautizado como 'el Salón de la Haya', en el que por sus dimensiones -tiene 300 metros de largo, 100 de ancho y otros 100 de alto- cabría holgadamente el campo de fútbol del Santiago Bernabéu. «Es espectacular», dice González, que, puesto a elegir, elige «un lugar llamado 'Moonmilk'». Se trata, explica el experto, de una extraña formación que recorre uno de los pasillos de las cuevas, revistiendo las paredes de un mineral blando que absorbe casi todo el sonido creando un paso insonorizado.
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