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Un día para olvidar. El viernes no ha podido arrancar peor para Francisco Pérez Hernández, un ganadero de Astrana de Soba que a sus 50 años asiste con una mezcla de resignación, hartazgo e impotencia a la situación «insoportable» que padecen por culpa del lobo. ... Desde primeras horas estaba con el veterinario para asistir a una de sus yeguas en un parto complicado que se ha saldado con la muerte del potro. Después ha puesto rumbo a la sierra, para vigilar al resto de su ganado. «Serían ya las 11:30 horas cuando me he encontrado muerto a un potro de apenas veinte días de vida. Aún estaba caliente».
En este caso, lo ha encontrado de una pieza, gracias a la actitud de una yegua, imperturbable al lado del cadáver, mientras un buitre sobrevolaba al acecho. «Dos potros que he echado al monte este año, los dos me los ha matado. Uno llevaba una noche, y este llevaba dos noches en el monte, y ha acabado igual», explica Francisco, mientras señala las dentelladas en el cuerpo inerte de su potro.
Lo demoledor llega después. «¿Cómo me encuentro? Los lobos me han matado más de 800 animales desde el año 1997». Al otro lado del teléfono la cifra suena a trescientos. «No, ochocientos. Pasan de ochocientos, para ser más exactos. Casi todo cabras. Más tres potros», precisa tan macabra cifra.
Dentro de la rabia, no le queda sino sobreponerse para atender al resto de su cabaña. «Tengo una manada de 45 yeguas. Tengo otras 45 vacas, que estoy cambiando de leche a carne; y unas 70 cabras». Al pastor las cuentas no le salen. «Nosotros las facturas las pagamos con el ganado, no las pagamos con un sueldo de estar sentado en una oficina. Yo tengo que pagar las facturas con lo que venda de potros y lo que venda de becerros. He dejado de entregar leche. Ahora estoy a carne. Si vendo algún cabrito, algún potro y algún ternero, eso que me llevo. No hay más».
En realidad, hay algo más. «Bueno, eso y alguna subvención que me dan. Pero la subvención me la dan por un lado, y el lobo me lo quita por el otro». La frase retumba por su contundencia. «¿Solución? Que el que quiera tener lobos, los tenga en su casa, no en la de los demás. Para todo hay responsabilidades, menos para esto. Tú mañana pegas un golpe con el coche y tienes responsabilidad. Pero te coge el lobo un potro y no hay nada que hacer. Y eso que el de hoy está clarísimo, porque gracias a la yegua está entero. Pero del potro del otro día apenas encontramos un poco de piel, nada más, lo demás se lo habían llevado, todo».
Por si fuera poco, su salud está delicada, con unas piernas que apenas aguantan en pie. «Mi problema no es de ánimo, es de salud», señala, antes de explicar que no puede dejar de atender a su ganado, menos aún con los lobos al acecho. «Tengo las piernas destrozadas, de los reventones que me pego tras las cabras para protegerlas del lobo». No entiende hacer las cosas de otra manera. «He estado varios años seguidos yendo los 365 días del año a recoger las cabras. Salvo los días que llovía, cuando ellas bajaban solas a la cueva». Después, reflexiona mejor. «Si es igual: las recoges por la noche y te las matan por el día». En esta batalla desigual, reconoce que durante los últimos años en el sistema del Mortillano se habrán matado más de 40 lobos. «No sé si legales o ilegales», reconoce. «Pero lo que sí sé es que es incalculable el ganado que se ha matado aquí». Para empezar, sus ochocientos animales. O los 80 que contaba semanas atrás su compañero Gorka Fernández. «Sácalo, que se enteren que esto sucede casi a diario», concluye.
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