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Martina López (11 de noviembre de 1918) no se le resiste ningún recuerdo. Y eso que ya ha pasado por 106 cumpleaños. Pero tiene espíritu de niña. Así le llaman de forma cariñosa en su casa en Colindres: 'la niña', y es que en sus ... ojos brilla una juventud perenne. Rememora con todo lujo de detalle algunos de los momentos más reseñables de su larga vida marcada por su escapada a Barcelona desde su Guadalajara natal, la guerra civil, su matrimonio con Mariano o su trabajo como dependienta en la heladería Frigo de la Ciudad Condal. Todo hasta llegar a la localidad cántabra, donde reside y está empadronada desde hace cinco años con la familia de su hermana nonagenaria Amparo, quien por muchos años regentó en Colindres la zapatería Calzados La Madrileña.
Llega a la sala caminando del brazo de la chica que le ayuda en casa. En su otra mano porta un bastón, pero sorprende la agilidad que aún conserva. Es presumida. Al comenzar nuestra charla pide que le acerquen una foto suya «de cuando era joven y guapa, o al menos pasadera», aunque lo cierto es que todavía luce coqueta muchos años después. Incluso bromea con la posibilidad de encontrar un novio, «uno con dinero para dejarle algo a mi familia», comenta Martina entre risas.
–Veo que está estupenda.
–Bueno, ya son muchos años. Me cuesta leer, no veo bien y no puedo hacer las cosas que me gustaban, tampoco me dejan. Cuando hace bueno doy algún paseo por el jardín, pero son 106 años.
–Aún así tiene usted muy buen aspecto.
–Sí, pero tengo cosas, ¡cómo no voy a tenerlas a mi edad! Pero no me quejo.
–¿Recuerda su infancia?
–Sí, fue muy bonita, con mis padres y mis seis hermanos en Tierzo, un pueblo pequeño de Guadalajara. Me crié allí hasta que con 17 años me fui a Barcelona con seis o siete amigas del mismo pueblo. A mí no me querían dejar ir, pero siempre he sido un poco… rebelde. Yo también quería ir a conocerlo y le insistí mucho a mi padre, que no estaba muy contento con la idea, pero le convencí porque iba con mis amigas. Le dije que volvería, pero estando allí estalló la guerra y tuve que pasarla en Barcelona porque no me dejaban volver. En un lado mandaban unos y en otro otros… y ya no permitían pasar. Algunas de mis amigas volvieron pero yo no, y dentro de la desgracia tuve suerte.
–¿Qué hizo durante esos años?
–Di con una pareja que me trató como a otro miembro más de la familia. Él era dentista y me querían tanto que incluso fui madrina de su hijo. Se portaron muy bien conmigo, pero lo pasé muy mal.
–¿Y su familia?
–Yo no supe nada de ellos, ni ellos de mí hasta que no regresé a Tierzo años después. Una vez nos comunicamos a través de la Cruz Roja, pero nada más. Una vez en tres años, lo pasé mal y ellos también sufrieron por mí.
–¿Cómo fue el reencuentro con sus padres?
–Muy emocionante. Tuve que ir desde Barcelona hasta Molina de Aragón en un camión de soldados. En el trayecto me trataron muy bien, al sargento le caí en gracia y me regaló un libro que tengo aún guardado. Se titulaba 'Cuerpos y Almas', lo he leído muchas veces.
–¿En qué trabajó?
–Trabajé en Frigo de dependienta. La fábrica de helados tenía una tienda en Barcelona y yo siempre estuve de cara al público. Me encantaba ir a trabajar. Además mi compañera y yo éramos como hermanas y nos lo pasábamos muy bien. Estuve allí hasta que me casé.
–¿Cómo conoció a su marido?
–Mariano era de un pueblecito cercano al mío. Él tenía tres años más que yo y nos conocimos en las fiestas de los pueblos. Después me escribió y nos hicimos novios, aunque a veces reñíamos, cosas de la juventud... Trabajó como funcionario de Correos en Barcelona, allí nos casamos y pasamos toda la vida.
–¿Tuvieron hijos?
–No. Estoy operada, me vaciaron y ya no pude tener hijos. A mis 106 años todo no lo pude tener, pero me hubiera gustado, como es natural. Hay que conformarse con lo que Dios nos da.
–Me han comentado que es del Fútbol Club Barcelona...
–Sí, pero ahora que estoy aquí sigo un poco al Racing de Santander.
–La primera vez que la vi estaba comiendo en Casa Tomás en Ogarrio, ¿sale mucho?
–No, pero celebramos los cumpleaños. Me gusta comer y aún puedo hacerlo sola.
Asegura que siempre le ha gustado bailar, leer… y pese a que ya no puede hacer nada de eso, mantiene un humor digno de admiración. Ahora disfruta cuando está rodeada de juventud. «Para vieja yo», dice. «Ojalá tener 25 años para hablar de tú a tú». A la pregunta obligada de cuál es el secreto para llegar con salud y los cinco sentidos a pleno rendimiento a los 106 años, Martina no encuentra respuesta: «Seré un caso especial». Y «no es por no trabajar», agrega con gracia Martina.
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