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«Esto es un sinvivir. Estás todo el día intranquilo. Hoy no pasa nada y mañana ya tienes una muerte en tu rebaño». Lo cuenta José Antonio Ortiz, ganadero de Calseca de Ruesga, al que los lobos mataron el viernes las dos cabritas que había ' ... echado' de casa hace una semana. «Eran cabritas de dos meses y mira. De una hemos encontrado cachos y de la otra, nada. Una me la han certificado, la otra irá a mis costillas», señala con resignación. A sus 37 años acaba de tomar el relevo a su padre con un rebaño de 16 vacas y 50 cabras. Su queja es la misma que la de sus compañeros de oficio, que claman por un control como el que antaño se ejercía sobre el lobo. «Si no lo controlas, cada año hay más, y se tienen que alimentar. Y no comen verde», señala.
No sólo eso, sino que cada vez se acercan más a las zonas pobladas. «Estas cabritas me las ha matado a 400 metros de casa». En esa zona suele tener un cerrado para los 'jatos'. Y ahora se tienta la ropa. «No sé lo que pasará cuando los lleve, porque como les dé a los lobos por cebarse con ellos…». Con esa impotencia hace años que decidieron quitar las ovejas. «Con las ovejas, ni te cuento. Si te pesca quince, quince te mata. Si puede coger 20, las 20 que te mata. Nosotros llegamos a tener casi 200 ovejas, y las quitamos porque nos las iba matando. En una ocasión, hace como diez años, nos llegó a matar 10 ovejas de golpe. Y al final las quitamos».
La otra incertidumbre es tener que echar al puerto a sus cabras. «Las subo con dos perros, pero claro, aquello es muy extenso y en cuanto cae la niebla ya tienes el lío», asume. «Todos los años tengo quince bajas. De las que suelo encontrar 5. Del resto no encuentras nada, y no puedes demostrar nada, salvo que las das de baja y las pierdes», señala. «Las cabras casi las tienes por hobby, no por el dinero que te dan», reflexiona. Y hace memoria sobre lo que está cambiando el paisaje de la zona en la que habita. «Hace 15 años al pico Porracolina igual iban 600 ovejas. Ahora no hay ni una. Y dos cabras que tenía yo con dos cabritas, que llevaban una semana fuera, y mira, las dos cabritas ya no están. Una me la certificaron, porque la encontré. Pero la otra, la han comido entera, y ahora quedará a mis costillas».
José Antonio narra su experiencia «para que quede reflejado y la gente entienda cuál es el problema, porque aún los hay que defienden que se deje de controlar al lobo. Pero el lobo está invadiendo lo que es nuestro, ya no sólo atacan en el monte, sino en los prados», expone. Finalmente se refiere a los que toman las decisiones en los despachos del Ministerio. «No tienen ni puñetera idea, porque una cosa es el papel y otra cosa es estar aquí», remata.
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