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AINHOA DE LAS HERAS
Domingo, 27 de noviembre 2022, 14:03
Hoy se cumple un año de la muerte de Misael Centeno, nicaragüense de 31 años, cuyo cuerpo fue encontrado flotando en el río en Ramales, hasta donde fue arrastrado por la corriente. El joven cayó o le tiraron en Carranza. «Parece mentira que haya ... pasado ya tanto tiempo. No nos lo podemos creer. Pienso que aún está por ahí. No lo aceptamos y lo peor es que nos digan que fue un accidente», lamenta su hermana Sara, de 24 años, en el primer aniversario. Nueve jóvenes del municipio fueron detenidos por la Ertzaintza y cuatro llegaron a ingresar en prisión provisional, pero quedaron en libertad a la espera del juicio. «El silencio de los testigos va a hacer que la muerte de mi hermano quede en un mero accidente, que quienes le mataron queden libres», teme su familiar. «Hay gente que sabe y calla. Tienen mucho miedo», asegura.
Una joven nicaragüense «me dijo que estuviera tranquila, que ella lo había visto todo, la pelea, y que podía identificar a todos los que estuvieron implicados. Que hablaría cuando se marchara de Carranza, pero ya se ha ido y ahora niega que me dijera eso», se duele la chica. «Salió una testigo protegida que sabía mucho y era sumamente importante y también parece que se ha echado para atrás», añade. «Tampoco declararon nada los dos amigos de mi hermano que estuvieron con él aquella noche. Dicen que no quieren jaleos ni meterse en líos».Sara, para remover conciencias, quiere denunciar públicamente que en Carranza impera la ley del silencio. Aún mantiene la esperanza de que alguien hable.
«Queremos saber qué le pudo pasar, qué le hicieron. Muchos saben y no hablan por miedo». Ayer celebraron una concentración junto a la iglesia de San Ignacio «porque necesitamos que se aclare todo. Hemos invitado al pueblo, a ver quién nos acompaña», decía la joven el pasado jueves. Llevaban una pancarta en la que podía leerse 'Queremos saber sin duda qué pasó antes de que Misael apareciese muerto'.
El joven llevaba apenas seis meses en Euskadi cuando falleció. Emigró de su Managua natal siguiendo los pasos de su hermana Sara, que lleva aquí ya cinco años. El mayor de nueve hermanos, Misael comenzó a trabajar cuidando ganado en Carranza, recomendado por un compatriota. «Su jefe le daba alojamiento en el mismo lugar de trabajo. Estaba contento. Pero su idea era conocer esto y estar aquí tres años antes de regresar porque su mujer y su hijo de ocho años se quedaron en Nicaragua. Él estaba loco con el niño», recuerda su hermana.
Habló con él por última vez el mismo día de su desaparición. Era sábado. «Quedamos en pasar juntos la Nochebuena. Me quería enseñar cómo nevaba. Teníamos una relación muy buena», dice Sara con los ojos humedecidos por la emoción.
Aquella noche, la del suceso, «no pensaba salir», pero un amigo fue a buscarle y estuvieron tomando algo por Carranza. Alrededor de las once y media de la noche, cuando se encontraban en un pub del barrio Ambasaguas, tuvieron un encontronazo con una cuadrilla del lugar. Según la investigación de la Ertzaintza, Misael lanzó un vaso de cerveza hacia el interior del local cuando salía. El vidrio le impactó a un joven en el pecho. Sus amigos salieron tras él, que corrió hacia el campo de fútbol. «Gritaban: ¡te vamos a matar!», asegura Sara, que ha leído los informes que obran en la causa judicial. «Regresaron al bar a los 15 minutos diciendo 'hemos tenido un lío con un nicaragüense'», reproduce.
- «¿Qué significa 'lío'?», pregunta Sara.
-«Enfrentamiento, problema...», tratamos de contestar.
A partir de ese momento todo son especulaciones. El testimonio del medio centenar de personas que se encontraban en el pub está plagado de contradicciones y lagunas. Lo único claro parece ser la desaparición de Misael. Ya nadie volvió a verle. «Hacía frío y él andaba con un chaleco». Sus amigos le llamaron por el nombre «y no le encontraron. Pensaron que se había ido a casa, aunque está lejos de allí. Y se fueron».
Al día siguiente, domingo, un amigo de Misael le llamó a Sara por teléfono para saber si estaba con ella o sabía dónde andaba. «Me preocupé cuando me dijeron que había tenido una pelea». «Si como ellos dicen fue un accidente o se tiró al río, ¿por qué no dijeron nada? Hay algo raro, no es normal», barrunta la joven.
En los días siguientes, ella y sus allegados se unieron a la búsqueda y colocaron carteles de desaparición en Carranza. Al cabo de tres días, un ciclista encontró el cadáver en el río, en el límite con Cantabria, en Ramales. «Tenía golpes en la ceja e internos», le dijeron.
El primer informe de autopsia afirmaba que el joven «no tenía vida cuando cayó al agua». Sin embargo, tres meses después, un nuevo informe «cambia y dice que estaba vivo» al precipitarse al cauce. La jueza instructora decidió entonces dejar en libertad a los acusados hasta que se celebre el juicio. «Yo pienso que nos tendrían que dar una explicación, pero sólo nos dicen que hay que esperar». «Nadie quiere hablar y eso les favorece a ellos». «Queremos que se aclare y saber quién lo hizo o lo que pasó. No nos podemos quedar así. Ya no le tenemos, pero nos daría tranquilidad. Si alguien lo hizo, que lo pague».
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