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Con unos datos demográficos de poco menos de 1.200 habitantes, el Valle de Soba cuenta con un censo de ganado vacuno que supera nueve veces el de personas: 6.786 reses de leche y 4.618 de carne colocan a Soba en la cima regional en cabezas de ganado vacuno de cada clase y también en términos absolutos, con 11.404 vacas, aventajando a Villacarriedo, que tiene 9.705 vacas y 1.600 habitantes.
Y es que 214 kilómetros cuadrados de pastos verdes, altas montañas y los ríos Gándara y Asón, bañando todo el valle, conforman el entorno ideal para todo tipo de ganadería. Y si a eso sumamos la elevada altitud del valle, la ausencia de industria y un paraje natural muy extenso -Soba es el segundo municipio más grande en extensión de Cantabria-, la ganadería se presenta como el eje económico de este territorio, que se ha transmitido de generación en generación hasta el momento actual. Además, «es un valle que no tiene muchas más salidas: o tienes ganadería o un bar o un restaurante que, aunque no hay mucha gente, funcionan bien», comenta Maikel Media, ganadero de La Gándara.
En un rincón del mundo rural y aislado, con una economía basada en la ganadería, el despoblamiento pende como la espada de Damocles sobre Soba, pero si bien es cierto que el municipio ha ido perdiendo habitantes en los últimos años, todavía resisten alrededor de 200 ganaderías y es una realidad que el sector va cogiendo músculo de forma progresiva en el valle.
La ganadería vive además un proceso de modernización, con nueva maquinaria que agiliza y aligera el trabajo y los robots de ordeño, lo que permite tener más animales, flexibilizar las tareas y producir más. Son los avances del siglo XXI, que los ganaderos están implantando en sus negocios con vistas a un futuro y que les exige ser más competitivos.
En este perfil se encuentran Carlos y Maikel Media, padre e hijo, que gestionan la ganadería La Somalera, siguiendo los pasos de una larga lista de antecesores. «Son muchas generaciones, aquí en Soba todo es de los abuelos, los bisabuelos... y yo pienso que toda la línea de atrás era de ganadería». En su casa son seis personas: los abuelos, que están jubilados, Carlos, su mujer, su hijo Maikel y su pareja. Y estos cuatro últimos llevan el negocio familiar en La Gándara. «Es vocacional, si no te gusta no puedes estar, porque hay que meter todos los días doce horas, incluidos sábados, domingos y festivos», aunque padre e hijo reconocen que, con la maquinaría, hoy en día el trabajo no es tan físico como antiguamente.
Carlos Media | Ganadero de La Gándara
La vocación y la calidad de vida del valle es precisamente lo que impulsó a Sergio Céspedes a emprender un negocio ganadero en Hazas en el año 2015. Oriundo de Soba, ha trabajado «en un lugar y en otro, en fábricas» y cuando le surgió la oportunidad de instalarse profesionalmente en su pueblo, no se lo pensó. «Esto es calidad de vida y no lo cambio por ninguna fábrica», asevera. En su ganadería La Presa trabaja hoy en día con 110 vacas de carne cuando en sus inicios empezó con 40.
Más o menos con las mismas reses empezaron en La Somalera hace 35 años. Para Carlos Media es imprescindible modernizar las explotaciones para crecer, «porque el sector requiere cada vez un poco más para ser competitivos», y cuando aumenta el número de cabezas, «si no lo tienes bien preparado es imposible manejarlo porque físicamente es inviable».
Sergio Céspedes | Ganadero de Hazas
Padre e hijo compaginan el ganado de leche y de carne en un explotación grande formada por unas 150 frisonas «con recría y todo» y más de 80 blondas de Aquitania. Pusieron ganado de carne para sacarse un sobresueldo, porque el precio de la leche «sigue estando igual que hace 35 años», y en cambio, «estamos pagando el pienso al mismo precio que la leche», lamenta Maikel.
La misma problemática anota Sergio Céspedes, que se decantó por vacas asturianas de los Valles, de carne, por ser menos esclavo que el ganado de leche, pero aquí también ocurre que el precio del producto «viene siendo lo mismo que hace 20 años». Trabajando en su caso la ganadería extensiva, la gestión del lobo es otro problema, ya que sus vacas están cinco meses de invierno estabuladas y el resto del año pastan.
Mari Ángeles Martínez| Ganadera de Hazas
Por otra parte, el covid también ha golpeado a este sector. Si bien los ganaderos y habitantes de los pueblos rurales han sido auténticos privilegiados durante el confinamiento, el cierre de bares y restaurantes no ha permitido dar salida a la carne y tampoco se vendían terneros, lo que ha rebajado sus precios.
Menos dinero a pesar de ser altamente productivos. De hecho, Soba también destaca en cantidad de litros de leche, llegando a producir 23.703.395 litros en 2020, sólo superado por Ribamontán al Mar (31.790.675) y Villacarriedo (27.897.029).
Julián Fuentecilla | Alcalde de Soba
Los ganaderos sobanos destacan en términos cuantitativos. De los 27 núcleos de población del municipio, dos pueblos -San Juan y Herada-, pasan de seis millones de litros de leche al año. Según el alcalde, Julián Fuentecilla, también es sobresaliente la genética de los animales. «Tenemos bastantes ganaderías que producen 800.000 e incluso un millón de litros de leche», anota el regidor, que resalta el perfil de los ganaderos actuales, con naves modernizadas, mientras que de las cuadras antiguas «van quedando pocas». Estos avances no restan calidad al ganado, «porque muchas ganaderías tienen vacas de calificación extraordinaria» que suma productividad, destaca el regidor.
Ejemplo de esta buena genética sobana es 'Miss', una frisona de la ganadería de Carlos y Maikel Media que, en su tercer parto, se calificó como excelente, certificación que ha obtenido en cada uno de sus partos posteriores. 'Miss' ha parido diez veces y en el último obtuvo la sobresaliente nota de 93 puntos. «Una vaca que a pesar de haber dado 135.000 litros de leche en su vida, asombra por el estado de forma en el que está», valora Carlos. Para hacerse una idea, «es como ser miss con 90 años», aclara Maikel.
La buena vida de la vacas sobanas parece estar detrás de esta impresionante genética. Como las de Mari Ángeles y Luci Martínez. Ejemplo de emprendimiento y de empoderamiento, tía y sobrina levantaron juntas una explotación de frisonas que ahora, en una nueva nave, cuenta con 38 vacas. «Nosotras dos solas lo hacemos todo, tenemos tractor, tenemos toda la maquinaría, segamos, y menos las bolas, porque no tenemos la máquina, nos encargamos de todo». En este caso, trabajan de forma manual, ya que su explotación no está robotizada, sin embargo están más que acostumbradas, ya que Mari Ángeles empezó trabajando con veinte años y Luci también comenzó muy joven. Además, ambas reconocen que lo suyo es «vocacional».
Llevan ganado de leche, pero sus vacas pastan. «Estas salen a la calle, producen más y lo que producen te cuesta menos, porque comen menos pienso, no les tienes que dar alfalfa y ellas están mucho mejor», explican. Lo saben porque el ganado se revuelve en días de lluvia si tiene que estar dentro de la nave.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Álvaro Machín | Santander
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