Tan pequeña y tan grande al mismo tiempo. La Virgen de la Bien Aparecida, con sus escasos 21 centímetros, es el orgullo del pueblo cántabro. Patrona de la región. Venerada cada 15 de septiembre en una fiesta que vivió épocas de mayor repercusión y no ... sólo por el covid, que deja en una incógnita la celebración este año, sino porque la fiesta ha decaído en los últimos años para tristeza y rabia de todos los cántabros, pero más aún de los ampuerenses, que cobijan en el alto de Marrón a la patrona.
La Bien Aparecida, en Hoz de Marrón, ha sido y es lugar de peregrinaje desde todos los rincones de Cantabria, como bien recuerdan las hermanas Lolina y Mercedes Martínez. La segunda busca en un rincón de su memoria para desempolvar el recuerdo que tiene «desde muy niña, cuando venían desde Carranza, andando por Las Nieves». Aquellos hombres y mujeres, conducidos por su devoción hacían una 'parada técnica' en el bar de Lola, en la Plaza Mayor, para retomar el camino hasta el Santuario.
Había mucha devoción. La gente subía andando «y si tenías un familiar enfermo subíamos y le pedíamos por su recuperación», afirma Lolina, muy implicada en la fiesta a través de los grupos de danzas regionales La Robleda y La Fuentona, con los que participa en la dinamización cultural de la celebración. «Es una fiesta que es nuestra y es muy bonita», pero «va a menos». Aunque cree que el cierre de varios restaurantes ha podido originar desmotivación en los asistentes, que no tienen alternativas para comer o tomar algo más allá de la comida campestre, propina un tirón de orejas a los representantes del Gobierno regional, que a su juicio deben darle un impulso para que recupere el brillo que desde hace años ha ido perdiendo progresivamente. El primero, según las hermanas, el presidente. «Tiene que intervenir y no irse corriendo a coger las albarcas para el día siguiente, que es San Cipriano. No se deben mezclar y hay que respetar en los dos sitios».
«Me da envidia sana cuando voy a otras fiestas y la gente lleva el traje regional. Por qué no llevar un pañuelo de la fiesta montañesa en la Bien Aparecida»
«Es la patrona de Cantabria, que no se nos olvide», reclama Lolina, con la confianza de que aún se está a tiempo de devolverle a La Bien Aparecida lo que le corresponde por derecho. Por contra, la subida al Santuario en la víspera ha crecido, como la procesión de las antorchas. «Es impresionante la cantidad de gente que hay». Signo de que la devoción está viva.
Una sugerencia de Lolina queda en el aire para quien corresponda recoger el guante, ya sean autoridades locales o regionales y también los cántabros. «Me da envidia sana cuando voy a otros sitios y la gente lleva el traje regional. Todo eso se está dejando. Por qué no llevar un pañuelo de la fiesta montañesa», se pregunta Lolina. O por qué no ir a la Bien Aparecida con indumentaria montañesa. Que mejor ocasión para reforzar nuestra identidad en lugar de abrazar culturas ajenas en celebraciones foráneas que en nada nos representan.
Las tradiciones son la piedra angular de las fiestas y en las de la Virgen Niña el uniforme de las encerronas tiñe de rojo y blanco las calles de Ampuero, que tristemente este año, el primero bajo el sello de Fiesta de Interés Turístico Nacional, quedan vestidas de gris a causa del virus. Pero las fiestas volverán con más fuerza si cabe. No será la primera que se recupera, como ha hecho la Peña Deportiva Río Vallino con la subida automovilística a la Bien Aparecida, por poner un ejemplo. No es casual que a Ampuero se le apodara la 'villa más alegre de la Montaña'. Festividades como el Descenso Internacional del río Asón, la Maja del Asón o las encerronas dieron buena cuenta del apelativo, como el Día de la Montaña, que se celebraba originariamente en Ampuero. Fiestas que eran «tanto o más que los encierros», como recuerdan las hermanas. Una época, además, de gran esplendor para el comercio y la hostelería del municipio.
Testigo de toda esta notoriedad ha sido el río Asón, fuente de riqueza y eje vertebrador de la comarca, que a su paso por Ampuero recibe en estos días de verano sin piscina municipal tantos bañistas como en aquellas décadas. Pero también hay que cuidarlo «y ponerlo en valor» pide Mercedes, acérrima defensora del cauce, que se recrea con la visión de volver a ver a los niños bañarse en el río «a la espera de que me terminen de depurar el Asón».
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