Los arqueólogos rubrican la antigüedad de las estelas y su carácter funerario

Viejos debates como la época en la que se tallaron las estelas o su carácter «inequívoco» de monumento conmemorativo funerario. En la primera cuestión el equipo de arqueólogos es claro en cuanto a la cronología de las estelas. Respondiendo a algunos estudiosos que habían planteado que pudieran ser medievales, Mantecón y Marcos muestran que la cronología es «indubitable» en torno al cambio de era.

En cuanto a la segunda cuestión, son «estelas funerarias asociadas en origen a una necrópolis» que pudo estar bien en las cercanías de algún asentamiento castreño, «quizás en los castros del Dobra o en Cueto Moroso», o bien en las proximidades de un nuevo núcleo de población romano en el valle. No se descartan otro tipo de interpretaciones como el que fueran monumentos conmemorativos de «héroes sin cuerpo que, muertos en combate, fueron descarnados por buitres y alimañas en el propio campo de batalla, donde se erigieron esas estelas».

Otra de las cuestiones que queda clara es la dificultad de encontrar ya el lugar en el que se erigieron originalmente. Las estelas se reutilizaron en la Edad Media, bien en edificios religiosos, como las ermitas de Barros y Lombera, o como símbolo del linaje de los Ceballos, en Zurita.

Lino Mantecón destaca que las estelas fueron desplazadas de su lugar de origen probablemente en la tardo antigüedad o en la Alta Edad Media, reutilizadas en muchos casos en nuevos edificios cristianos, especialmente como signo de autoridad ('auctoritas').

No deja de ser curiosa la disposición de dos estelas a ambos lados del altar en la ermita de San Cipriano, en Lombera, o la utilización de los fragmentos de una estela en las esquinas de la ermita de la Rueda, en Barros, o en el dintel de entrada a la sacristía.

El estudio rubrica la importancia de estelas que responden «a un diseño geométrico complejo». El análisis fotogramétrico y su posterior trazado vectorial ha permito determinar que las estelas de Barros y Zurita se ejecutaron «con un concienzudo diseño, empleando para ello el uso del compás o cuerdas calibradas y realizando un trazado bajo delineaciones geométricas complejas, proporcionadas». En la estela de Barros «se ha detectado el empleo de unidades de longitud romanas», calidad constructiva y decorativa «que contrasta con las estelas de Lombera, donde se observa un trazado menos cuidado, realizado a mano alzada en ciertos dibujos o toscamente». Algo que deja claro que no fue la misma mano la que talló esas estelas, incluso que pudieron ser «de cronologías no análogas».

El estudio también ha analizado la estela reconstruida de Barros, hallada troceada en el interior y muros de la ermita de la Rueda y ensamblada en 1999. El trazado de las decoraciones de círculos y crecientes lunares no encajan bien entre los diferentes fragmentos, lo que indujo a sostener que se trataba de dos o más estelas. Lino Mantecón y Javier Marcos han determinado que se trata de una única estela, si bien tiene un pequeño desajuste en el montaje practicado durante la unión de piezas y un estado de conservación desigual.

El alcalde, Luis Ignacio Argumosa, y las concejalas María Ángeles Lombilla Jara y Esther Mendiguchía Calleja, estuvieron en la recepción del informe y compartieron los deseos de poder acometer en breve una exposición pública ante los vecinos e interesados de las conclusiones del estudio. En esa comparecencia se propone también contar con el «eminente» arqueólogo Eduardo Peralta Labrador, colaborador del informe. Igualmente se ha valorado la posibilidad de editarlo.