Los desalojados de San Mateo cumplen dos meses esperando una solución que no llega

Lo cierto es que desde el Ayuntamiento les han explicado que será cuestión de días el recibir el informe técnico que pondrá sobre la mesa una posible solución. Este mismo martes, la alcaldesa, Josefina González, ratificó que «somos los más interesados en conocer el informe y aplicar la mejor solución para todos, pero hasta ese momento primará garantizar la seguridad de las personas».

Para los vecinos el tiempo transcurrido ya se ha hecho demasiado largo. Esta semana todos ponían su mirada en la primera casa desalojada en la parte alta del barrio. Iván González entraba en su vivienda con las maletas que hizo a finales de enero para irse a su casa en Palencia. Tiene una grave lesión medular y su tetraplejia le obliga a moverse en silla de ruedas, con las exigencias que eso conlleva. Cuando comunicaron a su familia que tenían que abandonar la casa se fueron a la vivienda que tienen en Bahíllo, un pueblo enclavado en el interior de Palencia, a 150 kilómetros de Los Corrales de Buelna. En principio iba a ser provisional, así que no solicitaron ningún tipo de ayuda. Pero el tiempo ha pasado y dos meses yendo y viniendo al médico, a por recetas, a reuniones o recuperar enseres, ha sido demasiado.

Este martes decidió volver a su casa. Tras dos meses sin apenas lluvia el terreno estaba seco y, poniendo por delante su seguridad y la de su familia, tomó la determinación de regresar al Calero a expensas de que volvieran las lluvias y dejar de nuevo la vivienda.

Con esa intención volvió a hacer la maleta, esta vez para retornar a su hogar. Por deferencia llamó al Ayuntamiento y comunicó su intención, dejando claro que era bajo su responsabilidad. Incluso que firmaría los papeles que fueran precisos para atestiguar que era decisión suya y que eximía al Ayuntamiento de cualquier culpa. Pero no pudo ser. Al poco tiempo de entrar en su casa la Policía Local le explicó que no era posible y que tendría que esperar a que se autorizara oficialmente la reapertura de las viviendas afectadas. Algo que no tiene aún fecha.

No pudo evitar las lágrimas. No es hombre al que le gusten los enfrentamientos ni el protagonismo, así que acató la orden policial y volvió a hacer el petate. Pero esta vez lo hizo reclamando una solución a su situación, la misma que habían solicitado otros vecinos, algunos realojados en las viviendas de protección de Arenas de Iguña. Fuere donde fuere, necesita una vivienda adaptada cercana a San Mateo, para «intentar recuperar en la medida de lo posible mi vida», una vida que se ha llevado por delante el día a día del resto de su familia. Sus padres, su hermana y los hijos de ésta le acompañan en todo momento, sabedores de que él se preocupa más por ellos que por sí mismo. Seis personas que vivían en una casa cerrada a cal y canto esperando una solución mientras cada uno está realojado donde buenamente puede.

No es el único que reclama una solución. La generosidad de amigos y familiares a la hora de acoger a los vecinos desalojados sigue intacta pero el paso del tiempo pesa en los inquilinos, que entienden que su situación la están pagando además las personas que amablemente les han acogido. Se hace duro, lo reconocen, estar fuera de casa y ocupar la de otras personas sin saber cuándo terminará el calvario particular de una decena de personas. Algunos ya empiezan a sentir la culpabilidad de no poder abandonar esa hospitalidad por no tener dónde ir.

José Manuel Ceballos Gutiérrez fue desalojado y luego se le permitió volver a su vivienda, donde alojó a sus padres, vecinos del Calero también. «Estamos como el primer día o peor, sin soluciones ni expectativas de que lleguen a corto plazo». Con todo, reconoce ser uno de los privilegiados que, a los tres días del desalojo pudo volver a su vivienda junto a su mujer, Lucía, y sus dos hijas, con alegría y preocupación por lo que pueda pasar en el futuro. De hecho asegura que «no dejan de mirar a la peña «porque aquí vivimos y aquí juegan mis hijas».

La madre de José Manuel está viviendo con ellos. Una de las frases que más repite es «cómo hemos llegado a esta situación, haciendo las maletas y saliendo de casa después de toda una vida de sacrificios». Como ella muchos de los mayores del barrio, personas que en lo posible cada día regresan y dan una vuelta por el Calero, viendo como crecen las hierbas, como la naturaleza se hace fuerte allá donde la mano del hombre no puede llegar.

Ahora pasean cómodamente por al carretera paralela a las viviendas. Hasta hace unos días estaba precintada por la Policía. Ahora han desistido, ante el hecho de que todos los días se encontraban rota la cinta que alertaba de la prohibición de utilizarla. Los vecinos que viven también estaban cansados de recolocarla o advertir a los paseantes que no se podía estar allí.

También hay otras quejas más concretas. Los vecinos que están alojados en Arenas de Iguña tienen que pagar facturas por duplicado, las de las viviendas de acogida y las suyas propias, y se preguntan hasta cuándo. Es la cuestión más repetida estos días. Hasta cuándo. Porque el calendario se ha vuelto una de las estampas a mirar cada día, marcando en rojo cada número que pasa. Y en esa mirada diaria, el 27 no pasa desapercibido. Dos meses es demasiado, aunque reconocen que no se ven de vuelta a sus casas ni este verano, ni este año. Porque, y siguen con las preguntas: cuándo va a llegar por fin el informe técnico, anunciado ya hace dos semanas; cuánto tiempo tardará, a partir de ese informe, en acordarse la mejor solución posible a largo plazo; y, a partir de ahí, cuándo se podrá ejecutar esa solución y cómo se pagará.

Preguntas en precampaña electoral que esperan que tengan respuestas concretas sea cual sea el resultado de los próximos comicios, algo que tampoco se quitan de la cabeza, pensando que la cita electoral retrasará la respuesta a esas preguntas y, más grave, la solución final.

El 27 de enero una decena de vecinos tuvieron que desalojar sus viviendas ante la aparición de grandes grietas en la Peña de San Mateo que alertaban de un corrimiento de tierra que afectaba a toda una hilera de casas. Las lluvias continuaron y al día siguiente las fuerzas de seguridad tuvieron que desalojar a otras tantas personas.

Las catas e informes técnicos determinaron durante los primeros días el alcalde del corrimiento y su dirección, lo que permitió a dos familias volver a sus casas.

A los pocos días Gobierno y Ayuntamiento empezaban a buscar alojamiento a los vecinos que no tenían otro lugar, la mayoría en una urbanización de Arenas de Iguña.