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Desenterrar restos arqueológicos debería ser una satisfacción para cualquier persona, pero lo cierto es que da muchos quebraderos de cabeza. Si no, que se lo pregunten a Alberto Alcubilla Villanueva, vecino de Cieza y descubridor, hace dieciocho años, de las piezas de un preciado arco ... medieval en San Juan de Raicedo, en Arenas de Iguña. Tras certificar la importancia del hallazgo, solicitó la recompensa debida, pero, para su sorpresa, todo han sido obstáculos hasta que el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC) terció en su reivindicación frente a la Administración autonómica de Cantabria, primero con una sentencia a su favor y ahora ordenando ejecutar esa decisión.
La noticia tuvo mucha repercusión en su momento, tanto que el entonces consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Francisco Javier López Marcano, visitó las ruinas acompañado por el alcalde, Ramón Morais; el director general de Cultura, Justo Barreda; los descubridores de la ermita, Alberto Alcubilla y Eduardo Álvarez; el director del Museo de Prehistoria de Cantabria, Pedro Fernández Vega, y el arqueólogo Roberto Ontañón. No faltó nadie. «Hoy es un día feliz para el Patrimonio de Cantabria», afirmó López Marcano al confirmar sobre el terreno que las ruinas encontradas correspondían a una ermita románica de «valor histórico y artístico singular».
Así las cosas, ahora, «tras varios años de silencios y esperas», comenzarán los trámites para tasar y abonar el premio en metálico que le corresponde por haber descubierto, el 5 de febrero de 2006, durante la confección de un itinerario ambiental desde Cervatos a Santillana del Mar, los restos de una edificación en ruinas, en concreto, de una ermita prerrománica o románica en San Juan de Raicedo.
Según explica el propio Alberto Alcubilla, se trata de un pronunciamiento firme que supone el desbloqueo de un caso «que se remonta a hace casi veinte años» y por el que se pone fin «al limbo jurídico» en el que se encontraba el descubridor.
Cuenta que el hallazgo fue «debidamente comunicado» al órgano competente de la Administración autonómica, lo que conllevó varias comprobaciones sobre el terreno, actuaciones arqueológicas, «el seguimiento del caso ante el riesgo de expolio», así como la elaboración de informes «que valoraban su interés histórico-artístico».
La importancia del hallazgo quedó certificada pronto, cuando las piezas del arco se engarzaron y fueron expuestas en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (Mupac). Incluso antes, al ser incluido en la Enciclopedia del Románico en Cantabria presentada en 2007 por los directores de la obra, el historiador Miguel Ángel García Guinea y el arquitecto y dibujante José María Pérez, Peridis.
Posteriormente, y tras comprobar que su descubrimiento cumplía con los requisitos establecidos en las normativas de patrimonio histórico y cultural nacional y autonómica, Alberto Alcubilla se dirigió, de nuevo, a la Administración regional solicitando una vez más que le fuese entregado el premio en metálico de la parte que le correspondiese del valor que en tasación legal se le atribuyese al hallazgo.
Tras varios silencios administrativos e incluso una «desestimación presunta», formalizó varios recursos de naturaleza administrativa y judicial «que han culminado con la sentencia en la que se reconoce, por fin, que se han cumplido todos los requisitos como descubridor». Algo que le da derecho a recibir el premio, «en el montante que corresponda, calculado sobre la tasación de todas las piezas halladas en las intervenciones arqueológicas en la zona donde descubrió las piezas románicas o prerrománicas en 2006».
Uno de los informes arqueológicos realizados a raíz del descubrimiento detallaba que se trataban «de unas ruinas de un pequeño edificio ubicado en los márgenes de la vega fluvial, al pie de una ladera, con formas y motivos decorativos que apuntan a cronologías románicas y que podrían datar el edificio, grosso modo, en la primera mitad del siglo XII, aunque algunos rasgos temáticos y formales podrían tener un origen anterior, situándose en tiempos prerrománicos».
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