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Pasadas las doce de la mañana del domingo José Antonio Fernández (67 años) podaba una palmera del jardín de su casa subido a una escalera. «Entonces vi que el bicho entraba muy tranquilo, como si fuera una persona educada». El animal le vio desde el ... suelo, corrió hacia él, le derribó y se ensañó embistiéndolo tantas veces como pudo. «Se cebó conmigo. El jabalí me ha querido matar porque el primer golpe que me dio me volteó y luego me remató sin parar, una y otra vez», recordaba ayer sentado en su cocina, con la pierna marcada con un corte de colmillo y el dedo gordo del pie derecho hinchado y morado como una ciruela.
Nadie sabe a ciencia cierta qué motivó el comportamiento osado y violento del animal que se aventuró el mediodía del pasado domingo a bajar al pueblo de Valdeiguña (Arenas de Iguña) para atacar sin reparos a los vecinos y dejar tres heridos, como José Antonio Fernández, o la mujer de 79 años que aún permanece ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de Valdecilla con heridas de gravedad.
Unos dicen que días antes habían visto al espécimen y que mostraba una actitud muy agresiva, mucho más de lo que suele ser habitual. Otros aseguran que ese día, a las doce del mediodía, cuando sucedieron los hechos, una cuadrilla estaba cazando en el monte cercano y espantó al animal. Sea como fuere: «Últimamente parece que el monte tiene que ser como un parque de Walt Disney, y esto no es así. Nunca ha funcionado así y hay que controlar las poblaciones, porque si se dejan a su libre albedrío, luego vienen estos disgustos», protesta el alcalde del municipio, Pablo Gómez (PRC).
José Antonio Fernández
Vecino atacado
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El recorrido del animal salvaje comenzó en Pedredo, donde encontró de frente a un vecino joven que paseaba con su perro. «El chico soltó al perro y se subió a un murete de piedra, pero el jabalí saltó para golpearle y le hizo unos cuantos rasguños», explica Fernández. «Luego me llegó el turno a mí», explica cabizbajo, con dolores en el pie y la pierna, donde más le atacó la fiera. «Estaba podando y me tiró. Luego me atacó mucho, muchísimo, cebándose». Él, recuerda, se movía con sacudidas enérgicas, «a ver si le asustaba». También gritaba, «pero nadie se enteró, o nadie quiso enterarse, porque no vino nadie a ayudarme», lamenta con una cachava en la mano, porque el dolor es tan punzante que le impide siquiera amagar con apoyar el pie en el suelo.
María José Herrera
Nuera de la mujer atacada
Pablo Gómez
Alcalde de Arenas de Iguña
«Luego, cuando se cansó, intentó irse, pero se encontró con una puerta de metal que tengo cerrada en el jardín, y entonces, al ver que no podía salir, volvió sobre mi para darme más y más».
Aturdido por los topetazos, sin saber muy bien el daño que le estaba causando en el cuerpo un ataque tan violento, se arrastró hasta la puerta de la cuadra y allí el jabalí lo dejó en paz. «Estuve un rato tirado, reponiéndome. Cuando pude, me levanté y miré hacia donde la iglesia, donde parecía que había subido. La gente estaba allí alborotada».
Con razón, porque en su escapada, el animal salvaje había pasado por encima a otra vecina del pueblo, de 79 años, que yacía en medio de la carretera, desangrándose. Lo recuerda su nuera, María José Herrera, que ayer se detenía con su perra justo en el lugar donde encontró a su suegra.
«Esto es el centro del pueblo, que quede claro que no fue en el monte», reitera la vecina. Lo cierto es que la carretera, muy estrecha, se encuentra entre casas, camino de la iglesia. «Esto no puede ser. No hay controles, nadie se preocupa y al final están sucediendo desgracias». Su pericia y la de otra vecina son la causa de que la víctima continúe con vida. «Pudimos taponarle la herida porque estaba perdiendo mucha, pero muchísima sangre por el brazo».
Quizá el animal se vio acorralado, pensó que por un camino tan estrecho sólo habría espacio para uno, y atacó a la mujer con toda su furia. «Esto tenía que pasar porque hace mucho tiempo que estamos viendo a estos animales muy cerca del pueblo. Es que se veía venir. No se pueden matar lobos y entonces toman el monte, empujan para abajo a los jabalíes y ahora los tenemos aquí atacando a la gente a plena luz del día», asegura mientras sostiene a la perra, que en el momento del suceso acompañaba a la mujer atacada y permaneció tendida junto a ella, fiel, hasta que se la llevó la ambulancia.
Para entonces los guardas que se encontraban en el monte, coordinando la cacería, habían bajado al pueblo, alertados por los vecinos. Fueron ellos los que persiguieron al jabalí hasta abatirlo a media tarde.
Para el alcalde del pueblo lo peor no es sólo lo que ha pasado, «sino lo que puede pasar en el futuro, si seguimos así». «No se está controlando nada, ni los jabalíes, ni los corzos, ni los lobos. Al final todos están bajando a los pueblos con una libertad y un atrevimiento que me da miedo. Los ataques van a dejar de ser algo raro para convertirse en habituales. Pero en los pueblos somos minorías y los gobiernos están para contentar a las mayorías, que viven en las ciudades, no a nosotros que estamos olvidados en la periferia», opina Pablo Gómez. «La cuestión es si hay que esperar a que haya más desgracias para tomar medidas y para hacer las cosas como toda la vida se hicieron, con medida, pero con la seguridad de que no vuelvan a pasar estas cosas».
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