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Hace mucho tiempo que el alcalde de Alfoz de Lloredo, Enrique Bretones, tiene un anhelo: crear un centro de interpretación dedicado a la figura de José Antonio de la Guerra y Noriega, el vecino que partió de Novales con trece años para cruzar el Atlántico ... y fue uno de los principales colonos y fundadores de California a comienzos del siglo XIX. Bretones nunca ha estado tan cerca de conseguirlo como ahora. Aunque todavía no las tiene todas consigo, ya ha establecido los lazos pertinentes con los descendientes del hombre en América y ha transmitido al consejero de Turismo,Luis Martínez Abad, su intención de replicar en Alfoz de Lloredo el museo que homenajea a Guerra en la ciudad de Santa Bárbara (California). Por lo pronto, descendientes e instituciones se han mostrado dispuestos a colaborar, en la dotación de contenido del museo los primeros y económicamente los segundos.
La intención del regidor es de paso, «limpiar la imagen que se tiene de España en la época del Virreinato, y qué mejor forma de hacerlo que poniendo en valor la historia del novaliego». La del colono fue una vida de prosperidad y gloria. Viajó de Cádiz a México en 1792, siendo más niño que hombre, y comenzó a trabajar de mercader con su tío materno, Pedro González de Noriega. «Pronto entró en el ejército e inició una carrera ascendente hasta convertirse en comandante del presidio de Santa Bárbara, en torno al cual se fundaría la ciudad de California», relata el alcalde de Alfoz.
A Guerra le llamaban el Capitán y decían de él que era un hombre «extremadamente inteligente».Llegó a poseer dos mil kilómetros cuadrados de tierras –Cantabria tiene algo más de cinco mil kilómetros cuadrados de superficie– y se convirtió en uno de los hombres más poderosos de la costa oeste. Además de presidir Santa Bárbara y generar riqueza, formó una gran familia cuyos descendientes viven repartidos por diferentes lugares de América. Una vez al año, la ciudad le devuelve a Guerra su «encomiable labor» e invita a todos los descendientes a una cena junto al museo que lleva su nombre en la ciudad californiana.
Conocedor de las hazañas de este hombre de ultramar, Bretones logró contactar con algunos de sus descendientes e invitarles a visitar el legado de José Antonio de la Guerra en Alfoz de Lloredo. Le salió bien. Hace unos años recibió a Victoria Seaman, política de la ciudad de Las Vegas, en el Estado de Nevada, y descendiente de Guerra. «Visitamos la iglesia de Novales, donde está enterrado el padre de José Antonio, y la casa en la que nació el Capitán –hoy es empleada como vivienda de uso vacacional–». Hablaron sobre el proyecto de crear el centro de interpretación en torno a la figura de su «venerado ancestro» y estuvieron en la ermita de San Pedro de Oreña, que la familia de Guerra cedió al pueblo. Seaman puso en contacto al alcalde con el director del museo sobre Guerra en Estados Unidos, «lo que puede ayudarnos mucho a la hora de iniciar este proyecto», dijo Bretones.
El regidor proyecta ubicar el espacio dedicado al que fuera el padre de la ciudad californiana en la ermita de San Pedro de Oreña. El alcalde ya se ha puesto en contacto con el Obispado para que les ceda el templo, «desacralizarlo y construir un edificio para contar la historia de este hombre y el verdadero papel que desarrolló España enAmérica». La familia «se ha comprometido a ayudarnos para sacar adelante esta iniciativa, porque les hace mucha ilusión tener la casa de Guerra en Europa».
Si lo de Oreña no termina de fraguar, Bretones se plantea buscar alternativas para ubicar el centro. «Podríamos aprovechar varios edificios en el pueblo de Novales e incluso levantar una nueva construcción».El alcalde habla, eso sí, de «algo modesto» y asegura que «estamos redactando un preproyecto de cómo quedaría en la iglesia de Oreña». Aunque lo realmente importante es que el museo «honre al gran Capitán y a los indianos que hicieron fortuna en América y después trajeron prosperidad al municipio, dejándonos un legado que es historia y patrimonio a conservar, sobre todo para que los vecinos conozcan a José Antonio de la Guerra y también para que las nuevas generaciones sean conscientes de dónde proceden». Para que la historia no se pierda entre los vientos de la modernidad.
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