![Los joyetos demuestran el arraigo que sienten por su patria chica](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2025/02/08/joyetos-reunion-RQ6rFJWW9Nh1pcy9SlFX79O-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Los vecinos de Santa Olalla cumplen dos décadas presumiendo del arraigo que tienen por su patria chica, como decía este sábado Fernando Silió, el organizador del encuentro anual de los joyetos, los nacidos o descendientes de esa localidad de Molledo, un gentilicio del que también se enorgullecen. Tras una Santa Misa y ofrenda floral por su patrona, Santa Eulalia, y los ausentes, algunos en los últimos meses, los joyetos compartieron mesa, mantel y recuerdos, todos enamorados del lugar en el que nacieron ellos, sus padres o sus abuelos, porque como decía el organizador, es una querencia que se está trasmitiendo generación tras generación.
Fue su hijo precisamente el que tuvo el viaje más largo para llegar a su tierra, Javier Silió, que el jueves llegó desde Tenerife. A partir de ahí, en Santa Olalla se dieron cita 92 personas llegadas desde toda la geografía nacional. Todos con ganas de verse, de recordar tiempos pasados que sin duda fueron mejores, de ponerse al día, de disfrutar de los suyos, de sentirse parte de «un pueblo acogedor como pocos». «Lo cierto es que nunca te vas de tu pueblo de toda la vida», decían a los postres.
Cada vez más evocan lo que les contaban sus padres, incluso los abuelos. Comensales entre los cerca de 90 años y jovencitos que empiezan a sentir en su sangre ese arraigo. Los vecinos de Santa Olalla les cuentan que muchas casas vuelven a habitarse, que el pueblo sigue su marcha, recibiendo nuevos vecinos que van aprendiendo lo que es ser joyeto de nacimiento, de sangre o de adopción.
En esos postres Fernando Silió se va relajando poco a poco y, entre una cosa y otra, va pidiendo el relevo, «que la organización cada año me cuesta más», aunque reconoce que «cuando ya estás aquí, sentado, con tus amigos, sientes que todo ha merecido la pena». Son, dice cada año, «muchas generaciones representadas por vecinos de todas las edades, manteniendo la unión de este pueblo que mira hacia atrás con añoranza y cree en el futuro». Todo con la «satisfacción» de ver como «siguen acudiendo a nuestra llamada, cada vez más y cada vez más jóvenes».
Una forma de luchar contra la temida despoblación. «Los abrazos, las risas y las lágrimas» bien valen cualquier esfuerzo organizativo. Y el año que viene, Dios dirá.
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