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San Felices de Buelna ha vuelto a sufrir destrozos intencionados en su patrimonio público. Hace apenas un mes estrenaba un nuevo parque ... y mirador hacia el valle en lo alto del pueblo de Tarriba y a los pocos días esa zona de ocio se había quedado sin mesas ni bancos, arrancados del lugar para que «algún desalmado se los lleve no sé muy bien a dónde ni para qué», lamentaba el alcalde, José Antonio González Linares, tras comprobar los daños. Y aunque es complicado, parece que va «bien encaminada» la investigación sobre la autoría de un nuevo ataque al patrimonio público en el municipio. Lo cierto es que, celoso de la imagen que da el municipio al exterior el alcalde ha urgido la reparación de lo robado y a día de hoy el parque vuelve a lucir como el primer día.
González Linares está preocupado por los últimos ataques al patrimonio. En octubre del año pasado denunciaba los destrozos periódicos en el alumbrado público y en agosto de 2017 la tala de árboles en el parque natural de Tarriba, a lo que se suman pintadas en edificios públicos que duelen especialmente en el Consistorio. En cualquier caso desperfectos intencionados muy cuantiosos que desde el Ayuntamiento ya no saben cómo calificar, reconocía el alcalde.
Lo cierto es que en el gobierno municipal tienen claro que eso no va a «frenar ni aminorar» el interés por seguir mejorando y potenciando «cada pueblo de San Felices, cada piedra». Y de hecho esta misma semana un carpintero reponía el mobiliario urbano robado en el mirador de Tarriba para dejarlo como estaba hace un mes, en una inauguración en la que estuvo el consejero de Innovación, Industria, Turismo, Francisco Martín.
Su departamento financió el acondicionamiento de una nueva zona de descanso, complementada por un punto de información turística en el Mirador de la Varga, Tarriba, todo con una inversión cercana a los 30.000 euros. Ese día el consejero reconoció la insistencia del alcalde en la ejecución de un parque «que es ya por fin es una realidad», decía.
La actuación partió del acondicionamiento de una zona degradada al borde de la carretera de acceso a Tarriba donde se instaló un pavimento ecológico vegetado con celosía de hormigón, relleno de tierra vegetal y césped natural y un cierre perimetral para restringir el acceso a vehículos a motor.
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