![La loca historia de Los Locos](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/05/20/83736220-kdeG--1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Les voy a contar una historia muy loca. En Suances, cerca del muelle de Calderón, donde atracaban los submarinos nazis, allí por donde pudo hacer escala Adolf Hitler en su huida a Argentina tras pasar hacer parada y fonda en Somo. les hablo de la ... playa de Los Locos, un clásico del surf casi desde que el autobús del Racing llevó a Santander la primera tabla que hubo en España.
Para comprender el porqué de su nombre no hace falta darle muchas vueltas. Como con la playa de La Fenómeno en Santander, esa que aparece y desaparece según la época, basta con aplicar la Navaja de Ockham. Incrustada bajo un acantilado en mar abierta, con difícil acceso y sometida al oleaje, no es como Tagle y, sobre todo, La Concha, mucho más cómodas para los bañistas y para echar la tarde. No. Los Locos es a merced del viento una playa peligrosa, tanto para llegar a ella como para entrar al mar. De ahí su nombre, en honor a quienes la elegían teniendo al lado casi una piscina como es La Concha.
Sin embargo, como con el arenal de San Martín, la realidad supera a la ficción. La de Los Locos es una zona, efectivamente, de difícil acceso, en especial en su zona sur, por donde se baja a través de una escalera tallada en el acantilado. Sin embargo, no es excesivamente peligrosa para el surf -otro asunto es hablar de bañistas-, hasta el extremo de que se pueden ver desde expertos hasta casi principiantes. Está además relativamente bien resguardada del viento para tratarse de un arenal en aguas abiertas y sus condiciones son bastante estables. Así que locos, lo que se dice locos, no se puede llamar a los surfers locales.
Se dice que en realidad debe su nombre a un sanatorio mental que se erguía sobre el precipicio, a medio camino entre el arenal y el de Tagle, del que sin embargo no han quedado apenas testimonios. Se levantaba sobre el solar del actual castillo, un edificio de 1906 que tras décadas de abandono se rehabilitó como hotel y restaurante precisamente con el nombre -no se estrujaron demasiado las meninges- de El Castillo de Los Locos. Desde allí se organizaban salidas a la recóndita playa, más recogida y aislada de la de Tagle, para que los internos pudieran salir al exterior con cierto control. Incluso se dice que era costumbre del centro atarles a una roca para obligarles a darse baños de ola, en aquella época muy de moda y con presuntas propiedades medicinales. Nada que se pueda confirmar, pero al mismo tiempo nada que contraste demasiado con las terroríficas terapias, si es que se puede utilizar este sustantivo, en boga hasta hace no demasiado tiempo. Así fue como en un alarde de falta de empatía se la bautizó como playa de Los Locos, una denominación que hizo fortuna.
Sin embargo, del presunto sanatorio no queda ni rastro y tampoco existe ninguna constancia, ni documental ni gráfica de él. La explicación, que el relato que desmonta la leyenda urbana es en realidad otra leyenda urbana. Metaleyenda. Como es habitual, tiene un poso de verdad, pero la historia más veridictoria, la que la transmisión oral ha mantenido con vida y la hipótesis más plausible para la toponimia, es que efectivamente se trasladara ocasionalmente allí a personas afectadas -o diagnosticadas, la padecieran o no- por alguna enfermedad mental en algún momento entre el siglo XIX y principios del XX. Pero no ingresadas en ningún centro sanitario suancino, sino en uno situado en Palencia -quizá el Centro de Asistencia San Juan de Dios, fundado en 1889- que en ocasiones organizaba salidas a Suances para que sus pacientes pudieran disfrutar del mar y el aire libre. Mucho mejor en Los Locos, una zona sencilla de controlar y, por lo tanto, en la que dirigir a un grupo, que en los otros arenales de la zona. Así fue, o al menos se dice, como se le dio a la playa un nombre que le sienta como traje a medida, porque bañarse allí no deja de ser más atrevido que en cualquier otra de la villa.
Lo más curioso del relato es que ni siquiera es único. Existe otro arenal de Los Locos en Torrevieja, esta además con una historia mucho más documentada. Es la antigua playa del Salaret, conocida así hasta que en 1910 el doctor Mariano Ruiz Cánovas instaló a su orilla el Sanatorio del Carmen. Al poco tiempo, el paisanaje ya la había rebautizado por las visitas de los internos del sanatorio (uno de ellos llegó a ahogarse en 1914), y otra vez el nuevo nombre tuvo éxito. Como en Cantabria, al cerrar el hospital se mantuvo el topónimo, pero los suancinos tienen todo el derecho a reclamar los royalties, porque para entonces su playa llevaba ya años con esa pintoresca denominación que así, a lo loco, parece haberse quedado para siempre.
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