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Los vecinos de Collado de Cieza en general y el párroco, Francisco Lledías, en particular, pueden ya dormir más tranquilos tras la recuperación de un histórico sarcófago de la necrópolis medieval que rodeaba la iglesia de San Juan, en ese pueblo alto del valle de ... Cieza.
Muchas de las sepulturas y losas de aquella necrópolis se utilizaron en su día para cercar el entorno de la iglesia, un muro que se vio afectado por los últimos corrimientos de tierra en ese lugar. Eso hizo que el sarcófago más visible quedará en precario, amenazando con caer a la finca anexa. Así ha estado hasta hace unos días, cuando, por encargo de la Dirección General de Cultura, los arqueólogos Lino Mantecón y Javier Marcos ejecutaron la operación de salvación de ese gran sepulcro. Se aseguró, se levantó con una pequeña grúa pluma y se trasladó, el sarcófago y su correspondiente tapa, al centro de la parcela eclesial, frente a la entrada principal del templo. Con él se recuperó una de las losas más llamativa de ese muro de contención, una que presenta un grabado de una mujer, trasladándola, en este caso, al soportal de acceso a la iglesia.
Respecto a este grabado, los arqueólogos, a primera vista, no creen que tenga más de uno o dos siglos de existencia, lo cual no le resta cierta curiosidad.
En cuanto a la tumba recuperada, Mantecón y Marcos coinciden en señalar que debía pertenecer a una persona destacada en su tiempo, aunque solo fuera por su tamaño, sus grabados y su peso, lo que, seguro, supuso un coste alto en su construcción y traslado a Collado allá por el siglo XII o XIII. Otra característica de esa pieza es que está tallada por dentro con forma humana.
Lo cierto es que la historia del asentamiento, seguramente de época prerrománica, y la necrópolis medieval del lugar deja bien clara la importancia del pueblo. En la actual iglesia se encuentra una pila bautismal románica y en los alrededores, incluso formando parte del propio edificio, se evidencian losas que remiten a ese camposanto perdido entorno a la iglesia original.
Un corrimiento de tierras dejó el gran sepulcro medieval en una ladera y a punto de caerse
Desde la parroquia se planteó el problema y la Dirección de Cultura atendió la demanda
Los arqueólogos Lino Mantecón y Javier Marcos recuperaron el sarcófago, situándolo junto al templo
«Son cenizas de aquellas épocas que nos hablan del antiguo pobladores del valle y de un sitio estratégico en la comunicación de la costa con la meseta, un camino histórico que, como en otros tantos lugares de Cantabria, nos habla de una necrópolis y de la importancia entonces del tránsito de la vida a la muerte, sin duda, parte de nuestra herencia cultural», decía Javier Marcos.
Una historia que ahora cuenta, como se merece, el gran sarcófago. «Sin duda, la recuperación de la pieza y su recolocación en el centro del terreno de la iglesia mejoran el entorno y llaman a detenerse y contemplar ese lugar», aseguraba Marcos.
La necrópolis existente en el entorno de la iglesia parroquial fue localizada en 1980 por Antonio Bourgón y Ramón Bohigas, quedando a partir de ahí incluida en el catálogo de yacimientos arqueológicos medievales de Cantabria. En la actualidad quedan ya tan sólo las cubiertas de unas pocas tumbas, algunas aprovechadas para el tejado de la propia iglesia y otras colocadas en las paredes del recinto, además de ese gran sarcófago completo, en el que se han encontrado algunos huesos de uno o más esqueletos. Javier Marcos señaló que uno de esos huesos se ha mandado a datar, y aunque no es de esperar un resultado llamativo, «al final, podría darnos una sorpresa, porqué no».
Entre otras curiosidades, la losa superior de esa sepultura tiene labrada una oquedad cuadrada para encajar el mástil de una de las cruces del Vía Crucis dispuesto a lo largo de la cerca del campo de la iglesia.
En 1985, al dar continuidad hacia el valle de Cieza a la carretera que llegaba desde Los Corrales de Buelna a Collado, pasando precisamente junto a la iglesia, se desenterró un antiguo osario existente en el ángulo meridional del terreno. De él proceden la serie de fragmentos de tapaderas de sarcófagos medievales que se mantienen en el muro del recinto eclesiástico. Uno de ellos muestra una figura grabada que representa a un hombre de perfil y de cuerpo entero, vestido con una especie de faldellín acampanado y una casaca abierta, en la que destacan algunas oquedades circulares rehundidas, que podrían representar la botonadura o apliques, cubriéndose la cabeza con un sombrero, bonete o casco, del que pende un penacho, según el estudio de Ramón Bohigas. Un trazo no excesivamente profundo que apenas se puede contemplar en la actualidad por estar recubierto de musgo.
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