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Pocas personas han hecho tanto por la humanidad como las parteras, mujeres que llevaban la tranquilidad a las casas cuando todo se ponía patas arriba esperando el nacimiento de un bebé. Una labor impagable que a mediados del siglo XX fue entregándose pacíficamente (por lo ... general) a las matronas, practicantes y médicos, un oficio que se fue diluyendo sin su justo reconocimiento. Mil historias llenas de vida que esperan a ser contadas.
Después del trabajo de campo sobre el pasado glorioso de las lavanderas, que aún está recorriendo las salas de exposiciones de Cantabria con mucho éxito, el Movimiento Cultural Iguña mantiene el pulso al paso del tiempo y trabaja denodadamente para que no se pierda la antaño importancia de oficios como ese o como el de las parteras.
De hecho, ya se ha puesto manos a la obra, recuperando los nombres e historias personales de aquellas mujeres que en la primera parte del siglo pasado acudían a la última llamada de las embarazadas. No tenían estudios, por lo general, pero sabían de enfermería, psicología, anatomía y, sobre todo, de bebés. Mujeres experimentadas que llevaban la calma a las casas en momentos de alta tensión, desde las primeras contracciones al cariñoso azote previo al llanto de los recién nacidos, cogidos con manos primorosas, acostumbradas a sostener a la humanidad más temprana.
Iván García, el presidente del movimiento, relata que hace unas semanas pudieron ver el documental 'Parteras: la voz de nuestras abuelas', dirigido por Laura Pertejo y Raquel Serdio, y quedaron «impresionados». Tanto, que se propusieron recuperar la historia de esas mujeres en los valles de Iguña y Anievas. Y lo que comenzó como una relación de los nombres de las parteras que ejercieron como tal hasta más allá de mediados del siglo pasado, ha terminado siendo un exhaustivo trabajo de campo. Incluso, en el que han logrado recuperar nombres, lugares, recuerdos, documentos de historias de mujeres que trajeron a la vida a miles de vecinos de toda la comarca.
«Enseguida nos pusimos en ello, porque el trabajo nos encantó. Así que, como hicimos con las lavanderas, empezamos otra vez a llamar a las puertas y recabar información de los vecinos, pensando, en principio, en plantear un coloquio tras la proyección de ese documental y quizá editar un tríptico. Pero la información, como siempre, nos ha desbordado y la publicación será mucho mayor y más compleja, por lo que va a tener que esperar».
Cruz Pardo lleva la voz cantante en la investigación. «Es una historia apasionante y satisfactoria, porque cada vez que te enfrentas a una labor de investigación así, en cada pueblo te brindan todo su apoyo». Incide en lo que explica el presidente. «Un proyecto que iba a ser reducido y en cambio se ha extendido muchísimo, que nos ha llevado a escuchar a decenas de vecinos, algunos familiares de parteras que nos han entregado fotos, recuerdos, incluso documentos de unas 24 mujeres con ese oficio en los valles de Iguña y Anievas, porque había una o dos por pueblo».
Cruz Pardo asevera que eran «maestras en esas artes, un conocimiento basado principalmente en su experiencia personal y en la atención a vecinas a las que tuvieron que ayudar. Un conocimiento ancestral que desde hace unos años se ha ido perdiendo».
Los recuerdos que han ido recogiendo «son todos testimonios de agradecimiento, eran muy valoradas, reconocidas, por su cercanía y el cariño con el que trataban a las madres».
Su llegada a las casas era una bendición. «Nos cuentan que tener alguien así a tu lado, que emanaba serenidad, ejercía un efecto tranquilizador que las madres en ese momento necesitaban y agradecían». Y es que, algunas de ellas habían ayudado a traer al mundo a centenares de niños. También recuerdan los vecinos «su especial habilidad a la hora de cortar y atar el cordón, la 'tripuca', como nos dicen». Que eran muy limpias, que se presentaban solamente con sus manos y el delantal, no las hacía falta más. El resto se lo iban pidiendo a las personas que estaban en la casa, haciendo que todo fuera lo más normal posible, dentro de lo que es un alumbramiento.
Una mujer de Barriopalacio de Anievas recuerda que una partera decía a las parturientas «tendrás dolor, y mucho, pero hasta que no tengas ganas de decir 'Ay mamuca', hasta ese momento, no pasa nada». Y es que todo empezaba de verdad cuando una se acordaba para bien de su madre o para mal de su marido.
Cruz Pardo remata hablando de la valoración de lo escuchado. «Viendo el perfil de las parteras, hemos notado que hay muchas viudas con hijos, que además de querer ayudar a sus vecinas, lo hacían para poder sobrevivir».
Una larga historia hasta Beatriz Rasilla, «la última partera de la que nos hablan en el valle». Ella no había estudiado, pero una hermana sí y de ella fue aprendiendo el oficio hasta que se marchó la hermana como matrona a Cabezón de la Sal». Su testigo lo tomó Beatriz. Un ejemplo de cómo se fue produciendo el relevo que acabó, al poco tiempo, con las parteras, que se iban retirando, aunque en muchos casos las vecinas seguían llamándolas.
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