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Los vecinos de San Juan de Raicedo no salen, una vez más, de su asombro. La noticia sobre la recompensa debida por el hallazgo de unas piezas románicas en esa localidad de Arenas de Iguña en 2006 les tiene, como ya sucedió entonces, «más ... que asombrados». Incluso algo enfadados. Una de las personas que más sabe sobre el pasado y presente de ese pueblo, Alfonso Ibáñez Ceballos, ha puesto voz a esa situación de «perplejidad», especialmente entre los mayores del pueblo. No pone en duda nada sobre la noticia, la reclamación judicial o el derecho a la recompensa, pero si sobre el hecho de que sea un descubrimiento. «Las cosas son como son y hay que llamar a las cosas por su nombre, porque es un descubrimiento de algo que ya estaba descubierto, como ya dije en 2006, cuando se puso el tema en conocimiento de Patrimonio».
Ibáñez Ceballos, coautor del libro 'Memoria de San Juan de Raicedo, pueblo y patrimonio; homenaje a nuestros mayores', donde ya se hace referencia a las ruinas, vuelve a contar la historia que ya contó aquel año. «Ese lugar lo conocí de la mano de mi abuela, teniendo ocho años, hace casi 50 años; desde luego, la dueña de la finca lo sabía, como no; los vecinos de la zona sabíamos de la existencia de la ermita y su historia, pues claro; otra cosa es hablar de la datación o importancia histórica de las piezas, si se había comunicado a Cultura o no, si la zona estaba protegida, ahí no entramos».
Compara la situación con la recién restaurada necrópolis de San Juan de Raicedo, «algo que los vecinos conocían desde siempre, pero que hasta que se ha realizado la excavación con profesionales no teníamos clara su trascendencia histórica».
Lo cierto es que hay cuestiones que sí podrían dejar entrever que la Administración tenía constancia de la existencia de esa ermita hace décadas. Explica que en los años 80 se aprovecharon esas piedras para restaurar la ermita de Moroso, algo que recuerda con detalle, como otros vecinos que hablan de un traslado que se hizo en un Land Rover verde. Ibáñez afirma que «hay mucho por contar, por ejemplo, que cada vez que visitaba el lugar, antes de 2006, faltaban piedras, el expolio fue claro». Los mayores inciden en que había varias piedras de interés cuando ellos jugaban en la ermita y lamentan como, con el paso del tiempo, muchas fueron desapareciendo con un destino incierto.
Algunas de las piezas que faltan debían ser relevantes, como una gran espada de piedra o bloques tallados con cruces que podrían representar su pasado templario. Recuerdos que entroncan directamente con el posible origen de la ermita, su conexión directa con el priorato dirigido por la Orden de San Juan de Jerusalén, rectora también de la iglesia de San Juan de Raicedo y otras muchas en el valle de Iguña. Cruces como la que aún se puede ver en otra ermita, la de Santa Águeda, en concreto en la pila bautismal que se conserva en ese recinto, en todo lo alto del municipio de Arenas de Iguña.
También señala Ibáñez que, con seguridad, quedan piezas por encontrar y catalogar en ese lugar. Algunos vecinos ratifican que en la misma ladera en la que se encuentran las ruinas del recinto religioso, siguiendo el curso de un pequeño 'regato', existen aún piedras y losas. El mismo Ibáñez encontró y entregó a Patrimonio tres piezas labradas en 2019.
Y con ese asombro, lo que más lamentan en Raicedo es que la noticia sea una sentencia y una recompensa. Hablan de cuando desembarcaron los políticos en esa zona y «se prometió que se iban a hacer muchas cosas, pero no se hicieron y ahora la noticia es una recompensa. Una pena. Se han olvidado de las ruinas y de todo lo que dijeron». Alfonso Ibáñez pide «que muestren interés y que hagan algo». Afirma que «por supuesto, respetamos la sentencia», pero insiste en que «todo parece un despropósito para los vecinos. Si a esa persona le corresponde algo me parece lícito, pero no podemos hablar de un descubrimiento de algo ya descubierto». También recuerda que en su momento solicitó el retorno de las piezas al pueblo para ser expuestas sobre el terreno.
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