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De Rovaniemi, la capital de Laponia, a Cartes hay algo más de 4.049 kilómetros. En coche son unas 43 horas. Pero en un trineo tirado por renos que flota entre las nubes eso es pan comido. Así que no es extraño que Papá Noel ... se haya mudado al torreón de la villa. Un sitio bonito. Además, si en el ir y venir con la mudanza se despista o no da con el lugar exacto, tiene una referencia infalible. Un árbol iluminado de 66 metros. El más alto de Europa. Imposible perderse. Ya lo pone en una de las habitaciones que abrieron esta semana al público para que el nuevo hogar del hombre de rojo pueda ser visitado. Dirección para las cartas de este año: Camino Real, s/n. Código Postal 39311. Cartes. Cantabria.
La lista de visitas navideñas para ver luces y adornos este año es más larga que nunca. Quijano, Santander, Los Corrales, Santillana, Torrelavega, Castro... Y Cartes, claro. Lo del árbol gigantesco ha traído cola (de gente, de coches...), pero, aparte de esa mole de colores, esta semana inauguraron una segunda atracción. La Casa de Papá Noel en pleno torreón. Estará hasta el viernes próximo (día 22), de 17.00 a 20.00 horas entre semana y con horario ampliado sábado (de 16.00 a 20.00) y domingo (de 12.00 a 20.00). No va de cifras, pero el año pasado (que lo estrenaron) conocieron las intimidades del señor Noel unas 15.000 personas. Y el lunes, el primer día que abrieron, ya sumaron 670 (en tres horas).
Lo de que no va de cifras es bueno decirlo porque lo mejor de la visita es que es casi personalizada. Hay que hacer la cola que toque, pero se controla (y lo hacen bien) que a la casa accedan grupos de unas seis personas. No mucho más. El número exacto depende, sobre todo, de si hay niños. Si va una pareja con dos críos, pongamos, no es descartable que entren solos. Pero si hay dos o tres familias con un niño cada una, los juntan.
Porque la clave es la cara de emoción de los pequeños cuando los elfos les sorprenden en el interior. Les preguntan, les guían, les hacen reír... Dan su nombre y hacen que para cada chaval la visita sea única. Eso hicieron con Mario, que salía encantado del recorrido el pasado martes. «Está chulísima». Venía con sus padres desde Selaya y, de allí, se marchaban a Los Corrales para seguir viendo adornos y luces. Jornada navideña. «Y también hemos estado en Quijano», contaba Ana, su madre.
Venga, al lío. ¿Qué hay más allá de la puerta? Elena entró con sus rizos dorados y esa timidez inicial de los niños prudentes. Meterse en la casa de Papá Noel le pondría nervioso a cualquiera. Ella, su madre y otra pareja. Así que cuando una elfa la vio en el primer cuarto -una especie de recibidor donde está el trineo con el reno y una biblioteca (Papá Noel es sabio y leer ayuda)-, cogió su mano y se adelantó con ella unos pasos.
-¿Yo qué soy?
-Una elfa.
Adiós timideces.
Lo primero, el salón. El árbol, los sofás, la leña para la chimenea... Y sobre la mesa, una caja mágica de color rojo. «¿Le has pedido algo?». Hombre, pues claro. La niña fue repasando su lista antes de visitar la cocina -a este señor le gusta desayunar galletas Campurrianas- y el baño. En la habitación hay un papel en la pared con los nombres de los «niños que no se han portado bien». Elena respiró aliviada al ver que el suyo no estaba. Luego se llevó un susto alegre al oír los cascabeles de los pies de las otras dos elfas que entraron en escena. «¿Quieres ir a ver la fábrica de los juguetes?». Por supuesto.
Papá Noel es austero. En los cuartos, que ocupan la planta baja del torreón, aprovecha el espacio, que no sobra. Vive cómodo y cuida los detalles, pero sin lujos. Sin embargo, el taller para diseñar los juguetes que repartirá por medio mundo necesita amplitud. Hay mucha tarea -él, de hecho, no está en la casa porque tiene muchos recados por delante (el sábado, 23, participará en una gran cabalgata por el pueblo)- y son sus ayudantes los que andan con los pedidos.
En la sala más amplia hay relojes con la hora de Tokio, Laponia, Sidney, El Cairo, Ottawa... Y Cartes, por supuesto. Un oso enorme se encarga de la oficina de Correos y las elfas tachan de una pizarra los días que faltan para la noche mágica del 24. Está el papel para envolver los regalos, la máquina para diseñar los juguetes y unas siglas que se repiten en varios puntos. PN (será Polo Norte, ¿no?). Allí, al fondo del cuarto, se puede ver la enorme carta en la que figura la nueva dirección para el envío postal (ya han llegado muchas).
Elena sale contenta con la piruleta que le han regalado y se pierde con sus padres entre las luces del Camino Real. En la puerta de la casa, dando paso a nuevos visitantes (a eso de las siete, aunque el día ha estado feo por la lluvia, ya hay una cola curiosa), se queda Víctor San Emeterio, concejal en el ayuntamiento. «La casa -explica con cariño- la decoramos con vecinos, con amigos, con empresas que nos ceden cosas... Con voluntarios. Lo que intentamos es que sea algo económico, comprar lo mínimo, y, a la vez, usar mucho material reciclado que sobra de algunas obras, que dona la gente (los juguetes, por ejemplo, son todos donados, igual que los libros). Dar a todo lo que podamos una segunda vida».
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