«Siempre quise ser cura, pero cura de pueblo»
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Tras sesenta años de ejercicio, en los que se ganó el cariño de los vecinos, ahora, ya jubilado, cuida de su hermana para cumplir «otro tipo de misión»Secciones
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Tras sesenta años de ejercicio, en los que se ganó el cariño de los vecinos, ahora, ya jubilado, cuida de su hermana para cumplir «otro tipo de misión»De sus sesenta años como cura, Arsenio Quintanal ha pasado cincuenta en la parroquia de Puente San Miguel, La Veguilla y Mijares. También estuvo un tiempo atendiendo la de Villapresente y Cerrazo. Así, ha tenido relación con «una serie de generaciones» de las familias ... del municipio de Reocín, a las que ha «bautizado, dado la primera comunión, casado, bautizado a sus hijos...». Con el trato y con su cercanía se ganó a los vecinos, que le rindieron un sentido homenaje en su despedida, hace año y medio, en la que estuvo «llorando todo el tiempo, pero de felicidad». Ahora, jubilado, sigue visitando esa tierra con frecuencia y está siempre que se le necesita, pero se ha trasladado a vivir a Vargas, a la casa familiar, donde acompaña a su hermana.
-¿Cuándo decidió ser cura?
-Desde niño, con unos seis años, cuando me preguntaban decía: «Yo primero voy a ser sacristán y después, señor cura». Yo veía en la iglesia que los sacristanes estaban abajo y el sacerdote arriba, en el altar. Era lo que veía en el pueblo. Era algo que yo llevaba dentro y fue surgiendo con esa naturalidad. El rector del colegio de Villacarriedo me decía que, en vez de ir de sacerdote, fuera de fraile escolapio, y yo le decía: «Es que yo quiero ser cura pero cura de pueblo».
CERCANÍa
RESTRICCIONES
-¿Para estar más cerca de la gente?
-Sí, metido con la gente y estar con la gente. Podía haber ido a otros sitios pero creo que mi labor más importante ha sido el trato normal que he tenido con los vecinos.
-¿Cómo fue ese trato?
-Tenía muy claro que como sacerdote yo tenía que entregarme a la gente. Pero no solamente a la gente que iba a misa. A todos; quienes fueran y como fueran. Creo que he cumplido esa entrega dignamente, privándome de muchísimas cosas: mi familia, tiempo libre...
-¿Cuando se jubila un sacerdote?
-Los sacerdotes podemos jubilarnos a los 65 años, como cualquier obrero, por la Seguridad Social, normal. Pero normalmente se sigue. Y en ese momento se pide al Obispo que tome la decisión si lo cree conveniente. Sin embargo yo ni a los 65 ni a los 75 dije nada porque me encontraba bien de salud. Como veía que todavía podía trabajar, aunque con ciertas limitaciones... Hasta que el 3 de diciembre de 2019, un poco cansado por ciertas situaciones dentro de la misma Iglesia, yo estaba descontento, y entonces fui a decirle al Obispo que yo ya nada más que podía durar en la parroquia quince días. Y el 19 de diciembre fue cuando dije mi última misa como párroco de Puente San Miguel.
-¿Qué situaciones?
-Habían hecho unos cambios sin yo saber nada; yo ya tenía sustituto y no había recibido aviso. Como todo eso me llegó por boca de la gente, que sí lo sabían, es por lo que tomé la decisión. Por otro lado, tenía 85 años y creía que ya tenía que dejar ese ministerio para dedicarme a mi familia, que nunca no lo había hecho. El Obispo lo admitió. Y cuando yo dije la última misa, el Ayuntamiento de Reocín enseguida planeó hacerme el homenaje. Y desde entonces estoy en la casa familiar, con mi hermana, acompañándola y ella me acompaña a mí también. Nos cuidamos, estamos cumpliendo otro tipo de misión.
-Si tenía pensado viajar, la pandemia se lo ha truncado.
-Efectivamente. Eso nos ha trastornado a todos. Cuando en marzo del año pasado nos cerraron todas las puertas de salida, podíamos haber aprovechado mi hermana y yo para haber ido a visitar a otros hermanos. Esto nos ha encerrado demasiado en casa. A ver si es posible que todo esto vaya abriéndose y podamos disfrutar un poco más de todo y de todos.
-¿Cómo lo ha vivido?
-He criticado una actitud que nos habían impuesto: la distancia social. Eso es un grave error porque no pueden obligarnos a romper lazos que nos unen como sociedad. Tenían que haber hablado de 'distancia sanitaria', que es lo que están diciendo ahora. Eso creo que ha roto lazos entre las personas.
-¿Cómo ha afectado a la Iglesia?
-La Iglesia se ha caracterizado por reuniones de grupos para orar, para trabajar, para formarse... Pues la reducción de aforos deja atrás a mucha gente. Aunque me atrevo a decir que tal vez nos ha venido bien a la Iglesia, porque pensábamos que la teníamos que formar todas las personas, y la Iglesia no es para todas las personas. Me explico: tiene que estar con todas las personas, tiene que ayudar a todas las personas, tiene que animar a todas las personas... Pero no tiene que preocuparse de que estén todas en la Iglesia. Tal vez la Iglesia tenga que estar en todas partes pero sin ser multitud, sino siendo grupo que fermente, que comunique, que transmita.
-¿Qué le diría a la gente que después de tanto tiempo de crisis sanitaria y económica ha perdido la esperanza?
-Que si en muchos momentos anteriores de su vida han confiado en Dios y se han acerado a Dios, Dios durante la pandemia ha estado más cerca que nunca entre nosotros. Que no nos olvidemos. Que a lo mejor no hace falta manifestarlo públicamente pero que sigamos confiando en Dios porque es el único que nos va ayudar gratuitamente, sin intereses. Porque Dios es amor y el amor se manifiesta en los momentos buenos y en los momentos malos. El amor siempre está presente.
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