«Sólo salgo de casa para lo imprescindible»

El alcalde, Pablo Diestro, mostró su satisfacción por este buen comportamiento de los vecinos, aunque reconoció que a veces también ha tenido que lamentar «alguna irresponsabilidad». Según el regidor, el llamamiento de Salud Pública ha «surtido efecto» en el municipio, por lo que espera que no haya que tomar «medidas más duras» para intentar frenar los contagios. Con 51 casos activos entre sus 8.384 habitantes, Reocín se encuentra entre los municipios más afectados por la pandemia en Cantabria.

El bar Cuesta es uno de los locales de hostelería con más éxito en la comarca. El establecimiento permanece cerrado desde el pasado domingo, jornada en la que falleció su propietario, Luis Bustamante Cuesta. Algunos familiares y miembros de la plantilla del establecimiento han dado positivo. Siguiendo la recomendación de Salud Pública, numerosos clientes permanecen en sus domicilios y han solicitado cita previa para someterse a una prueba PCR.

Las instalaciones municipales han cerrado sus puertas para evitar contagios. El Ayuntamiento presta servicio a través del teléfono, internet y cita previa. La Policía Local también ha puesto en marcha un dispositivo especial para hacer cumplir las restricciones y la centralita del Centro de Salud se colapsó ayer en algunos momentos, dada la preocupación entre los vecinos.

Uno de ellos, Emilio Cruz, un jubilado que vive junto al puente que da nombre a la capital del municipio, Puente San Miguel, acababa de comprar el pan y se dirigía a su casa, de la que apenas sale. «Anda por ahí de fiesta la juventud y después lo pagamos los mayores», se quejaba. Respecto al bar Cuesta, dudaba sobre lo ocurrido: «Unos dicen que había covid y otros que no, todo son rumores».

Al otro lado del puente sobre el río Saja se encuentra Fernando, que regresa a casa después de pasear a su perra porque «es muy nerviosa y lo necesita». Él también se apunta al autoconfinamiento y tiene sus quejas: «Aguanto el tirón saliendo lo justo, como casi todos, pero hay otra gente que no cumple las normas y después viene lo que viene». Fernando considera que lo del bar Cuesta es más bien «una desgracia» que «puede ocurrir en cualquier parte».

Luis Ignacio Seras se dirige a tomar un café en una terraza, mientras su mujer es atendida en una clínica «como todas las semanas». Él es de Escalante, donde tienen una «incidencia baja». De lo que ocurre en Reocín se entera «a través del periódico». Luis Ignacio está jubilado y es de los que sólo sale de casa para hacer «lo imprescindible».

Patricia, vecina de Villapresente, teletrabaja y lleva la pandemia «de aquella manera», dado que fue madre hace cuatro meses. «En el primer confinamiento apenas salí porque estaba embarazada y en éste porque tengo un bebé, así que cuesta llevarlo», explica. Respecto al brote de Cerrazo, dice que se nota porque hay poca gente por la calle y ella ya ni siquiera pasea.

Otra vecina que lleva la crisis sanitaria «muy mal» es Elena, trabajadora de Carrefour. «Estoy pasando la pandemia rodeada de gente», lamenta, al tiempo que recomienda un «confinamiento general» para evitar seguir dando «un paso hacia adelante y dos hacia atrás». A pocos metros, Jesús, que acaba de ser atendido en un bar, no se cree lo del brote del Cuesta: «Ahí hay una guerra entre los que quieren meter mierda y la familia, que lo ha desmentido».