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A sus 68 años, Tino Barrero no ha perdido la ilusión por ir a cantar las Marzas «de casa en casa» en su pueblo, Polanco. Hace 35 años que él y un grupo de alumnos de la Escuela de Adultos de Polanco, junto a la ... Asociación Sociocultural del municipio, decidieron juntarse y recuperar la tradición perdida de cantar las populares tonadas para recibir a la primavera y augurar buena cosecha. Hoy, más de tres décadas después, siguen tirando del carro de esta tradición aunque van pidiendo relevo. Como estudioso y amante de este ritual, sitúa el origen del mismo en tiempos ancestrales antes de la dominación romana.
«Las Marzas no solo es un canto popular, es un acto social, un intercambio con el vecino que nos marca también nuestra identidad», afirma Barrero. En el pueblo la ronda marcera ultima ya los retoques de las tonadas que cantarán por las casas, barrios y plazas del municipio la noche del martes y del miércoles, 28 de febrero y 1 de marzo, respectivamente. Las de Polanco son unas Marzas de las más tradicionales y también pioneras en la incorporación de la mujer. «Si no fuimos los primeros poco nos falta», explica con temor a equivocarse pero casi seguro de que sí lo son. Y es que en los años en que Polanco recuperó la esencia de esa costumbre, la Asociación Cultural y la Escuela de Adultos se inspiró en las alumnas del colegio de las Monjas que, ese año, 1988, cantaban las Marzas para conseguir ayuda para el viaje de fin de curso. «En aquel momento pensamos en retomar la costumbre y en la Escuela de Adultos había más mujeres», resume. Así como por casualidad rompieron con esa barrera de que los marceros siempre fuesen hombres, «ya que solían salir los mozos», explica defendiendo que todo tiene que ir adaptándose a los tiempos.
Firme defensor de esta tradición, Barrero tiene esa idea «romántica» –dice– de que la costumbre de estos cánticos surge en tiempos remotos. «Para mí la marza es muy ancestral, cuando comenzaba el año en los tiempos de la nacionalidad ibérica», esgrime.
Según añade, el ritual tiene un claro origen «pagano», ya que los pueblos ibéricos «se regían por el año lunar que duraba 19 meses y comenzaba el 2 de marzo», incide. Entonces «había ya noche de marzas con cánticos de mozos a vecinos, recibiendo la primavera», afirma. «Con la dominación romana se impuso el calendario juliano, lo que suponía que el año comenzaba en enero, pero los pueblos del norte se resistieron a esas fechas impuestas y conservaron hasta hoy esta tradición», relata.
No obstante, recuerda Barrero, «con el tiempo algunos asumieron el calendario romano y trasladaron las marzas a último día diciembre o la festividad de Reyes…», pero eso para él «no son las Marzas», sino cánticos petitorios. «Los romanos intentaron imponer su cultura para aniquilar la existente y no lo consiguieron», afirma a modo de conclusión.
A esa resistencia de un canto pagano le siguió una lógica evolución e influencia de la propia iglesia en los mismos cánticos. «Las Marzas han tenido su evolución en las letras; la iglesia, por ejemplo, metió los sacramentos del amor», explica Barrero, que defiende que la esencia siempre ha sido dar la bienvenida en comunidad a la estación florida. «El origen no es la ronda a las mujeres sino a la primavera y al resurgir de la naturaleza», sentencia.
En casi todos los sitios el ritual se inicia con la petición de «licencia» a la autoridad, que puede ser el alcalde o, en su defecto, el cura. A ello le sigue el popular grito de los marceros de «¿Cantamos o rezamos?» y, a partir de ahí, es a gusto de aquel al que le hacen la ronda. Antaño el vecino agasajado correspondía con un 'dao' (aguinaldo) que consistía en productos de la matanza o del campo.
Según este marcero, Cantabria es pionera en mantener esta tradición, ya que es en el norte donde «mejor se ha conservado» el ritual. Además, la norma para cantar y escenificar las Marzas es muy similar y común en todos los pueblos.
En el caso de su municipio la ronda se hace durante dos días, el último de febrero y el primero de marzo. Se trata ya de una costumbre muy arraigada, recuperada por ellos a finales de los ochenta, pero que siempre estuvo ahí como refleja en sus textos el ilustre vecino de esa villa José María de Pereda. «El propio Pereda habla de la noche de Marzas en uno de sus libros, relata como vienen y llaman a la puerta», recuerda Barrero.
¿Considera que la tradición de las Marzas está en peligro de desaparecer? «Para nada, yo creo que la tradición está ahora en un buen momento, no están abocadas a desaparecer», explica. A su juicio, con la declaración de estos cánticos petitorios como Bien de Interés Cultural Etnográfico Inmaterial en 2015, se ha contribuido a un claro auge de esta celebración en los pueblos y a que surjan más rondas marceras.
Y es que la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria protegió este cántico con esta figura al igual que otras tradiciones como el juego de los bolos, la música y el tañido del rabel.
Desde Polanco, la ronda marcera se prepara ya para recorrer mañana, desde las 19.00 horas, los pueblos de Polanco.
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