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Los vecinos de las localidades que recorren las decanas carreteras nacionales de buena parte del país han visto con cierto asombro cómo una carreta avanzaba en dirección norte, tirada por un caballo y dos mulas. La conducía un hombre que bien podría ser un pionero de los que conquistaban tierras remotas en largas caravanas para clavar una estaca y levantar en ellas un «proyecto de vida».
Salvador Soriano Quilis es el protagonista principal de un cuaderno de bitácora especial, un sueño personal que quería realizar «mientras mi edad y mi cuerpo puedan aguantar el esfuerzo que supone cada día hacer este viaje».
El día 9 de enero se han cumplido dos meses desde que partiera de su pueblo, Adzaneta de Albaida, en Valencia. Más de 800 kilómetros por carreteras de todo tipo para llegar a Cantabria, la primera parte de ese proyecto personal.
En Cantabria quiere pasar el invierno, encontrar un trabajo y un lugar donde pasar los próximos meses, él y sus animales, sus compañeros de viaje, imprescindibles protagonistas de esa aventura, oyentes respetuosos, atentos a cualquier cambio de planes. Son «mi máxima preocupación siempre», a la hora de iniciar la marcha, para que estén cómodos; en su desarrollo, parando cuando toca para que descansen; y al final de la jornada, eligiendo el mejor lugar para pernoctar sabiendo que ellos están bien.
Salvador Soriano
Carretero
Por eso se centra en encontrar un lugar adecuado para los próximos meses, sabiendo que no será fácil. Cuando se detiene para pernoctar, pregunta a quienes se acercan. Dónde están más baratos los alquileres, dónde se puede encontrar un trabajo, un lugar con cuadra. Las respuestas le llevan siempre a alguno de los pequeños pueblos de la región. Y en esas está.
«Quería conocer Cantabria; luego, ya veremos lo que hago». La idea, cuenta, es conocer la comunidad para, allá por la primavera dirigirse seguramente al Principado de Asturias y hacer lo mismo. Luego, el tiempo dirá. Hay dos opciones, seguir conociendo la zona norte y dirigirse a Galicia, para terminar dando la vuelta a España antes de regresar a Valencia; o, bien, salir hacia los Pirineos, ir camino del Mediterráneo y vuelta a casa. Se ha tomado unos meses sabáticos, así que tiempo tiene todavía.
La historia del viaje es tan simple como complicada, tan sencillo como tener un sueño, y tan complicado como querer y poder realizarlo. A veces, muchas, las cosas se tuercen, como sucedió en el primer intento, frustrado cuando el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, decretó el confinamiento por el covid. Un traspié que ha tardado cinco años en solventar. «El proyecto era para el año del covid, pero nos dejó parados a todos, perdí una mula, me quedé sin animales y, hasta que pude domar estos que tengo ahora y ahorrar cuatro 'perricas', ha pasado todo este tiempo». Ahora sí, el viaje está en marcha, pero con la vista atrás, viendo cómo su comunidad se va recuperando de los daños de la dana.
Adzaneta de Albaida, al sur de Valencia, muy cerca del límite con Alicante, no fue una zona castigada por las riadas, pero sí una comarca muy solidaria.
La misma solidaridad que Salvador se ha ido encontrando por el camino. Curiosos que se han acercado a ver qué hacía o qué necesitaba. De momento, y ya son más de 60 días, el viaje va bien, sin ningún percance. Su máxima preocupación, además de encontrar cada día un lugar dónde quedarse, es «la falta de respeto» de algunos conductores, que se ponen paralelos a su carreta para hacer fotos o grabar vídeo, «poniéndose en situación de peligro ellos y poniéndome a mí y a mis animales». Más de una vez le ha asustado la proximidad de algunos vehículos, sobre todo camiones, cuando le adelantan, o algún bocinazo cuando cruza una población a su ritmo. «Voy a lo mío, voy bien orillado, bien señalizado, y no he tenido ningún percance».
Acapara las miradas de los transeúntes, que se hacen cábalas sobre quién es o a dónde se dirige. A los alcaldes les llegaba enseguida la noticia. En Arenas de Iguña, el regidor, Pablo Gómez, lo definía perfectamente: un bucólico, que, según la Real Academia Española, es la persona que evoca de modo idealizado el campo o la vida en el mismo. En Los Corrales, a un agente de la Policía Local le preguntó dónde dormir y le ofrecieron el parque Mazarrasa, al pie del Ayuntamiento. No faltaron vecinos interesados y colaboradores, facilitándole pienso. «He tenido más problemas para encontrar agua con la que abrevar a mis animales, pero siempre se ha ido solventando».
Es poco de hablar de sí mismo, de sus hábiles manos para construir su carreta, de su conocimiento del terreno. Le queda viaje y tarea, por lo que va contestando a las preguntas mientras coloca el atalaje al caballo y mulas, que lo que no hay es tiempo que perder.
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Ana del Castillo
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