Dos vecinos de Polanco recorren el desierto del Sahara en un Seat Panda
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Julián y Juan Carlos González Cueli completan con éxito su tercera participación en la prueba solidariaJulián y Juan Carlos González Cueli, piloto y navegante, a bordo del Panda número 407, se han recientemente, y por tercer año consecutivo, a una impresionante aventura solidaria y de convivencia que les ha llevado de Polanco a Marrakech, ida y vuelta.
Frente ... a ellos otros entusiastas encuadrados en más de 400 equipos venidos de multitud de localidades de España, pero también de Italia, Francia, Irlanda, Escocia, Holanda y Suiza, países todos donde el mítico Seat Panda sigue siendo eso, mítico, y todo un clásico para vivir una aventura de este tipo. Tal es el entusiasmo que suscitó la carrera, en esta su décima edición, que se cerraron las inscripciones varias semanas antes de darse la salida, tras agotarse el número máximo de participantes previstos por la organización para este raid de desierto y aventura. Según detallan Julián y Juan Carlos, se trata de «una fantástica aventura y una maravillosa experiencia» a la que el equipo de polanquinos no es nuevo, ya que se trata de su tercera participación en este raid mitad solidario y mitad deportivo.
Aseguran que se trata de un raid solidario porque parte del dinero que se obtiene de las inscripciones la organización lo entrega a una Ong que trabaja en el sur de Marruecos promoviendo un programa de desarrollo de agricultura. Ello es así al variar las condiciones de anteriores ediciones en las que se llevaba material escolar en los vehículos, restando espacio a los pilotos y empeorando sus condiciones para el viaje.
La primera 'tachuela' del viaje que han vivido fue en el trayecto de Polanco a Madrid, donde todos los participantes se reunieron para verificar los coches y de donde salían en caravana hacia Motril, localidad desde la que embarcaron para Marruecos, desde donde comenzaba realmente el viaje por el desierto.
Luego vendrían cinco durísimas etapas que les permitieron cruzar el Atlas poniendo rumbo al sur de Marruecos para terminar el viernes en Marrakech. Etapas de 400 y hasta de 500 kilómetros por día para alcanzar la meta, lo que supone dormir en tiendas de campaña en el desierto o a más de 1.200 metros de altura en el Atlas; todo para vivir una aventura que llevan meses preparando. En este ocasión han logrado el objetivo, acabar en mejor posición que en ediciones anteriores, en especial porque este año la carrera ha registrado una avalancha de coches inscritos, un centenar más que en 2017. Además, han contando como compañero de excepción con un 'jabato de la carretera', un coche que con más de 20 años da la talla, que se mueve, a su ritmo, eso sí, muy bien por el desierto con casi ninguna preparación, solo la paciencia del piloto de sacarle lo justo al motor para que aguante los cerca de 1.700 kilómetros que se deben recorrer. «De lo que se trata es de correr cuando hay que correr, y el resto del tiempo llevar el coche a la meta», explica Juan Carlos, quien añade que la organización fija tramos de control en cada una de las etapas, que se deben cubrir en un tiempo específico para no ser penalizados.
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