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Son las dos de la tarde e Iván Saiz lleva casi doce horas en alerta junto a las dos viviendas familiares, en lo más profundo ... del barrio El Burco, de Quijas (Reocín). No tiene sueño, ni hambre. «Hasta que esto no acabe no voy ni a comer». El montón de paja que tenía almacenado para alimentar a su ganado en invierno todavía ahúma, junto a la maquinaria calcinada.
«La de hacer los rollos de hierba y de silo, la hormigonera de obra, la empacadora de pacas pequeñas, andamios, un quad que tenía para ir a ver las vacas al monte, herramientas de albañilería…», enumera.
Aún no suelta el caldero de agua. «He echado doce mil litros», calcula. «Quedan resquicios, una hierba que quedaba en la empacadora y está prensada dentro y lo he estado sacando», explica.
Su pesadilla se inició a las dos de la mañana, cuando le despertó el humo que entró en su casa, donde dormía con sus dos hijas. «Lo primero que hice, como da la ventana para acá, fue mirar la paja», cuenta. Al ver que ardía, ascendió descalzo por el pedregoso camino que separa las viviendas del prado donde tiene la cubierta que le sirve de almacén. Retiró el tractor, «que es lo más valioso», pero no le dio tiempo a más. Le había dejado preparado para arrancar en vista de que en la noche anterior, también hubo fuego cerca. «Venían povisas y yo ya estaba al loro», explica.
Solo fue un anticipo de lo que le tocaría vivir en la última madrugada: «Había unas llamas que subían como cien metros para arriba». «Yo veía venir povisas, que parecían meteoritos», rememora.
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En ese escenario, bajó del tractor y se dirigió a las casas con mangueras, mientras telefoneaba al 112. «Eché agua a los tejados y aquel árbol que está entre las dos casas empezó a arder, y yo tengo la furgoneta de las obras justo debajo, pero lo conseguí apagar», comenta.
Cuando llegaron los bomberos, evacuaron tanto a sus dos hijas como a sus padres y a su hermana, que residen en la otra vivienda, pero a él no pudieron convencerle. «Yo dije que de aquí no me iba, que yo tenía que apagar el fuego». A sabiendas de que de haber quedado inutilizable el pequeño camino de acceso al lugar estarían atrapados porque en la otra dirección no hay más carretera, decidió permanecer junto a los efectivos en medio de un incendio en el que peligraban las casas «porque era un infierno, con muchísimo viento».
En cuanto a los animales, las vacas permanecían junto al fuego, un poco apartadas. Otras, las que estaban en la cuadra, fueron soltadas para que pudieran escapar si también ardía.
Primero intervinieron bomberos de Torrelavega, durante dos horas, tras las que fueron relevados por los de Valdáliga, que estuvieron hasta las ocho de la mañana.
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