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Javier cree recordar que echó a volar el primer avión de papel con 5 años en su colegio de Muriedas, el CEIP Pedro Velarde. Como ... cualquier niño de su edad. Lo que nunca imaginó aquel chaval del Valle de Camargo fue que ese pequeño gesto se perfeccionaría como una de sus mejores destrezas y le llevaría a convertirse en tricampeón nacional y cuarto finalista -por partida doble- en el campeonato mundial de lanzamiento de aviones de papel. Sí, como lo leen. Este cántabro de 26 años se alzó el pasado 14 de mayo como el cuarto mejor piloto en la categoría de acrobacia del conocido como Red Bull Paper Wings, una competición internacional que se celebra cada tres años desde el año 2006. Hasta el emblemático Hangar-7 de Salzburgo (Austria) solo llegó la élite de cada uno de los más de 60 países participantes, un total de 61.000 aspirantes que probaron suerte para encontrar un hueco en una de las tres categorías de la final: distancia, tiempo de vuelo y acrobacias.
Esta última fue a la que se presentó Javier Gutiérrez como candidato de España después de alzarse como el mejor de Cantabria y del país en este estilo. Así lo dictaminó el jurado tras ver su candidatura online -a diferencia de las otras dos modalidades, las de acrobacia se realizaron a través de vídeos cortos en la red social Tik Tok-. En las pruebas clasificatorias en Austria, el cántabro demostró sus habilidades en los tan solo 30 segundos de los que disponen los aspirantes y consiguió el pase para intentar volar hasta lo más alto. Y en la final -el espectáculo dura un minuto-, el cántabro sacó toda la artillería pesada.
En la performance no faltó de nada. Ambientado en la Tierra Media, Javier hizo volar sus aviones disfrazado de Gandalf, de El Señor de los Anillos. Y es que como él mismo explica, se trata de «montar el mayor espectáculo posible». Y así lo hizo. Hubo cilindros voladores, aviones de papel de periódico, folios de colores, una mariposa mecánica -hecha también con gomas elásticas y alambre- y técnicas como el clásico boomerang (efecto retorno), aviones dardo o jabalina. Pero la gran estrella del show fue su diseño propio, bautizado como 'planeador infinito', una pieza que él mismo guía con sus manos -a unos pocos centímetros- y después solo con su cabeza. Este modelo especial lo transportó desde España en una pequeña cajita, a diferencia del resto de aviones, que él mismo armó en Austria: «Al fin y al cabo es papel y los viajes lo llevan muy mal, es mejor hacerlos allí», admite.
Distancia. Los pilotos tenían dos intentos cada uno para lanzar su avión de papel lo más lejos posible en la plataforma de 70 metros.
Tiempo de vuelo. Los pilotos lanzaron sus aviones a lo alto del techo de cristal arqueado del Hangar-7 con el objetivo de conseguir el mayor tiempo entre el despegue y el aterrizaje.
Acrobacia. Los pilotos tuvieron 60 segundos para deslumbrar al jurado, que se basó en la creatividad, el rendimiento general del vuelo y la destreza técnica.
Esta categoría es la que más libertad permite. De hecho, en las de distancia y tiempo de vuelo se utiliza un papel oficial para competir en igualdad de condiciones. Pero en la de acrobacia es momento de dar rienda suelta a la creatividad. Ahí va una curiosidad: uno de los grandes secretos de Javier es el papel de las Páginas Amarillas. Sí, las clásicas guías telefónicas en peligro de extinción: «Cuesta encontrarlas, pero son mis grandes aliadas porque es un papel súper ligero y a la vez bastante rígido», cuenta orgulloso.
Y tras demostrar sus habilidades en un «muy buen show», Javier consiguió una puntuación de 40, a un solo punto del tercer puesto. La misma posición que logró en 2019 y que le dejó con la miel en los labios. «Estoy muy orgulloso, pero la sensación es un poco agridulce por volver a quedar a las puertas del podio. La prueba fue espectacular, no me puedo quejar, pero es que el nivel era muy alto», reconoce.
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Detrás de este resultado hay jornadas enteras de investigación, largas noches viendo vídeos de You Tube de los maestros de este deporte (especialmente de asiáticos y estadounidenses), práctica y hasta todo un entramado de fórmulas geométricas y de proporciones para estudiar los centros de presión y gravedad con el objetivo de volar ese pequeño trozo de papel sin la ayuda de ningún tipo de motor. «Las dos semanas antes de la final no hacía más que investigar, construir y probar para guardar o desechar modelos. A veces hasta la una de la mañana, luego me levantaba a las seis para ir a trabajar y a la vuelta más de lo mismo. Dedicaba alrededor de 4-5 horas diarias», admite una semana después de triunfar en la competición.
¿Pero de dónde sale esta afición tan particular? La historia tiene miga. Javier siempre ha estado vinculado a la Asociación juvenil Arzolla, en Muriedas. Allí creció y después se convirtió en monitor. «Hay que entretener a los chavales y buscar recursos, así que me dio por hacer aviones y practicar con ellos».
Y un día, el destino se presentó en su propia universidad, la UC, donde estudiaba Ingeniería Mecánica -carrera que después abandonaría-. El equipo de Red Bull apareció un día en el campus cántabro para promocionar el campeonato de aviones de papel -del cual Javier no había oído hablar «en su vida»- y decidió ir «a pasar el rato» con un grupo de amigos por la mañana, justo antes de sus clases por la tarde. «Participé como que no quiere la cosa y al lanzar resulta que superé los dos récords nacionales que había hasta el momento, así que me clasifiqué para el mundial. Cuando lo conté en casa, no se lo creían», explica entre risas recordando ese día del 2015, cuando tenía 18 años. De hecho, luego sería en la propia UC y en un espacio habilitado del Polideportivo Pedro Velarde, en su pueblo, donde pasaría tardes y tardes practicando para esas el campeonato internacional.
2015 Campeón nacional de tiempo y distancia
2019 Campeón nacional de distancia y acrobacias y cuarto del mundo en acrobacias
2022 Campeón nacional y cuarto del mundo en acrobacias
Y la pasión de Javier por la aviación no acaba aquí. Tras dejar la carrera de Ingeniería Mecánica, decidió acotar sus estudios para ser mecánico de aeronaves. Lo hizo a través de un módulo de Formación Profesional en Peñacastillo y desde hace apenas un par de meses trabaja en el Aeródromo de Mutxamel, en Alicante, donde también reside tras toda una vida en Muriedas.
Este joven, que se define como «multideportista de nacimiento» - realiza buceo, balonmano, baloncesto, patinaje, petanca y surf-, no descarta regresar a «mi tierruca»: «Ojalá poder volver, qué mejor sitio que en casa, pero no sé donde me llevará el trabajo. En Cantabria tenemos una base de la empresa en la que trabajo, pero esos puesto están muy cotizados...», admite el camargués, que ya tiene el ojo puesto en el próximo mundial de 2025 y en futuras pruebas y talleres a nivel regional y nacional: «Habrá que empezar a ponerse las pilas dentro de poco».
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