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JAVIER GANGOITI
CAMARGO.
Domingo, 10 de noviembre 2019, 08:02
«Muchos como yo llevamos 53 años viviendo en Camargo pero, aún así, es como si no existiéramos. Hay que encontrar una solución a esto». Así resume Carlos Barrul, presidente de la Asociación Gitana Amanecer, el trato que dice recibir el colectivo por parte del ... Ayuntamiento. Lo dice mientras patea uno de los muchos trozos de madera acumulados en una esquina tras las lluvias en el ya conocido como poblado de Alday, a las afueras de Maliaño, donde habitan él y otras nueve familias. A un paso del arcén de la carretera, de un McDonald's y de otros gigantes comerciales, la postal del municipio torna hacia un puñado de casas prefabricadas de chapa. Los chavales, niños, pasan el rato deambulando por la zona antes de la hora de comer. Entre risas cogen a un perro en brazos para llevarlo a su caseta adosada a una de las chabolas, mientras una mujer pasa la escoba silenciosamente desde el quicio de la puerta. Salvo Barrul, todos prefieren ocultarse ante las fotos y desaparecen entre la chatarra, de la que muchos subsisten.
Sueñan con acabar con esta forma de vida, pero no piden que nadie les regale una vivienda, «sólo que nos faciliten un piso con una renta de 150 euros, lo que sea, pero una solución real», como reclama Barrul. Al presidente de la agrupación le falta tiempo para recordar todas las promesas que ha escuchado en boca de los diferentes equipos municipales: «Son muchas legislaturas pero no podemos seguir viviendo así». Su objetivo y el del Ayuntamiento siempre ha sido común: encontrar una alternativa habitacional para las familias. De ahí nació hace dos años el 'Programa de erradicación del chabolismo en Camargo', dotado con 50.000 euros anuales de fondos europeos para promocionar el alquiler de vivienda pero todavía sin efectos prácticos en ninguno de los residentes. El Ayuntamiento pide tiempo. «Es muy complejo», definió la alcaldesa, Esther Bolado, que aseguró querer «ponerle solución ya, pero requiere trabajo porque es complejo».
Esther Bolado | Alcaldesa de Camargo
Entretanto Alday se ha resignado ya a convivir con los bichos y las ratas cuando la fumigación municipal pierde su efecto; también la humedad y, sobre todo, una sensación de inseguridad cada vez que llueve con fuerza. «Eso si no tenemos un incendio, que ya se llevo varias casas por delante hace años. Nos sentimos abandonados», apostilla Barrul, a quien los vecinos ya tienen como patriarca y portavoz de la situación. «¿Que cómo está el plan de Alday? Ya lo ves cómo está, ya lo ves», y resopla sin muchas ganas de ahondar en el tema. Tampoco se detiene ya en cada uno de los signos de insalubridad y deterioro que invaden la aldea, que fue contemplada como una solución provisional de unos pocos años en 1992, cuando había hasta cerca de una veintena de módulos.
Carlos Barrul | Asociación Gitana Amanecer
«Y aquí seguimos», declara, antes de seguir caminando y señalar el lugar de las casas que se vinieron abajo por el paso del tiempo, se tiraron de forma voluntaria por sus insostenibles condiciones o bien se calcinaron entre las llamas. Le asoma la primera sonrisa e incluso habla con cierto cariño de esa primera época en Alday, «un paraíso» en el que «las casas no eran lo mejor, pero al menos eran decentes». A renglón seguido, recuerda con gratitud la gestión del exalcalde de Camargo Ángel Duque, «el único en quien hemos podido confiar».
Desde entonces la 'autogestión' es una parte importante del oasis: «Yo mismo he pagado a gente para que limpien un poco la zona. ¿Alguien tendrá que cuidar esto un poco, no?». Se apoya sobre la pared de su casa, la única excepción de hormigón dentro del poblado chabolista y construida junto a una iglesia evangélica que quiso levantar para las familias. Abre la puerta del santuario: en el centro, un altar para las misas; en una esquina, un par de camas deshechas y un televisor.
«Y luego está lo del local», reabre. Se refiere al suministro de luz del que carece su espacio municipal en el barrio Buenos Aires, un lugar destinado a desayunos y actividades infantiles y que ya fue rehabilitado por el Ayuntamiento hace tres años. El patriarca baja la cabeza y zanja: «Qué quieres que te diga. Esta alcaldesa nos hace perder la fe».
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