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JAVIER GANGOITI
Domingo, 18 de julio 2021, 07:24
'Felipe: sin trabajo, la Cros se va al carajo'. Los vecinos de Camargo que vivieron y padecieron la reconversión industrial de los años 80 y primeros 90 se acordarán de aquella pintada ubicada en el casco urbano de Maliaño-Muriedas. 'Cros no se vende', mandaba otra en esa misma época. El miedo y la indignación se habían levantado contra aquella crisis, señal de la caída de una identidad netamente industrial en todo el término municipal, uno de los principales focos del sector secundario de Cantabria hasta mediados del siglo XX. La factoría de Standard Eléctrica (1926), la fábrica de Cros (1918), tejerías Trascueto, la Covadonga... El cambio de paradigma afectó de lleno a los pueblos de Camargo, obligando a cientos de trabajadores a asumir la llegada de un futuro distinto y que hoy sigue cristalizando en forma de espacios más naturales, actividades de ocio y un entorno de otros colores en cuestión de un puñado de años. Cros cambió el gris por el verde, y hoy sigue mudando de piel en esa misma dirección.
Ese mismo punto de inflexión, pero en sentido opuesto, se produjo a principios del siglo XX con el asentamiento de la fábrica que hoy da nombre a una de las zonas más populares del municipio. Ubicada en una zona estratégica por su cercanía a Santander, el Ferrocarril Santander-Bilbao, el del Norte y un cliente fijo como Sniace en Torrelavega, Cros se convirtió en un actor fundamental en cuanto aterrizó en aquellos terrenos vírgenes conquistados a la marisma de Alday. A partir de entonces, la empresa los dedicaría a la fabricación de sulfuro, superfosfato de cal y ácido nítrico, aunque fue ampliando la gama de productos -ácido clorhídrico, óleum o plastificantes para resinas, entre otros- según pasaron los años.
Paralelamente, otras firmas contribuían a la industrialización del valle, que acogió una lista de negocios dedicados a la transformación de la materia prima en productos de consumo. Vinieron muchos y, con ellos, una construcción de vivienda dedicada a toda sus empleados: 257 en Cros, 350 en Productos Dolomiticos de Revilla, y hasta 363 en Standard, todos a finales de los años 40 -a comienzos de los 70, esta última daba trabajo a más de mil-.
Fue precisamente Cros la que, en medio de ese desarrollo sin precedentes, promovió la construcción de lo que luego sería el barrio El Carmen, en Muriedas; lo mismo que hizo Standard en el actual barrio San Antonio. No todo son recuerdos sobre protestas y pintadas. También quedan en la memoria de muchos, entonces chavales, aquellas incursiones en las piscinas habilitadas por la compañía en la zona, en realidad reservadas para los obreros y sus familias.
Eran los años felices de la factoría, que ensanchaba una cartera de clientes nutrida por Sniace, socio cercano por excelencia y gran abastecedor de sulfuro de carbono, y otros nombres procedentes de toda España que requerían superfosfatos para su proceso productivo. Un dato revelador de la época: el 60% de estos fertilizantes consumidos en el país se fabricaba en Maliaño.
De ahí las sucesivas ampliaciones y fusiones -como la que acordó con Explosivos Riotinto para fundar Ercros-, necesarias para atender a las nuevas líneas de producción. Gracias a ello, Cros no tardó en convertirse en la mayor empresa industrial de Camargo a finales de los años 40, con unos 400 trabajadores.
El transcurso de aquellos años dulces y la llegada de los no tan dulces desde inicios de los años 80 conducen irremediablemente al inicio de este artículo. A las revueltas, manifestaciones, pintadas y al rechazo que generaron las decisiones tomadas durante la reconversión industrial de toda Cantabria y España. Cros cerró, y su cese también dejó imágenes como la de los guardas de seguridad apostados en la entrada, que trababan de evitar -muchas veces sin éxito- el desmantelamiento de sus dependencias. Gran parte de la chatarra, las tolvas y todo el material de sus naves fue saqueada durante ese periodo agónico.
Hoy, tres décadas más tarde, alzar la vista sobre esos mismos terrenos ofrece un panorama muy distinto. Los sucesivos gobiernos se han encargado de comprar terrenos y reinventar los usos de la zona -ahí están las antiguas oficinas de Cros, hoy biblioteca municipal-, para hacer de ellos un espacio residencial, de ocio y cultura. En esa línea, el Ayuntamiento trabaja ya en la licitación del proyecto para remodelar el parque de Cros por 1,3 millones de euros, un lavado de cara que incluirá un pequeño parque de agua sin profundidad para los más pequeños del municipio. Hay cosas que no cambian nunca.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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