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Tiene aún la mirada perdida de quien no es capaz de procesar las imágenes que le llegan a su cabeza. Le cuesta. Se le nota, aunque lo intenta disimular. Tiene entereza por resignación y todavía se recupera de las colmilladas de entre cinco y diez ... centímetros que recibió en ambos brazos y en la pierna izquierda. El terror psicológico está ahí y se cuela cada noche en forma de pesadillas. Casi le cuesta la vida. «Me salvó mi novia», dice. Su perro Paco, un carlino negro de unos diez kilos, no sobrevivió al ataque. Este hombre de 32 años, vecino de Camargo pueblo, fue una de las tres personas a las que un mastín cruce con dogo argentino atacó violentamente el día después de Navidad en la zona de la mies próxima a su casa. «Vino a por mí. No fue un asunto de perro contra perro. Salió de la finca y se abalanzó contra mí sin que pudiera evitarlo», describe.
El relato del joven, que prefiere permanecer en el anonimato, estremece: salió a eso de las doce de la mañana a pasear a su perro, pero ese día, en lugar de ir por la zona habitual de la carretera, decidió ir por el camino de la mies. «Me dio por cambiar», recuerda. Dice que se topó con unas cinco personas y que una de ellas incluso le saludó, como es cortesía todavía en los pueblos. Pero minutos después, cuando se encontraba a la altura de la finca «cercada de aquella manera» en la que estaba el mastín, ya no vio a nadie. Estaban solos él y su perro Paco. Entonces el mastín salió de la finca, se cruzó en su camino y se abalanzó contra él. Ahí comenzó todo. Veinte minutos de angustia y lucha contra la agresividad del animal. «Se puso a dos patas y me mordió el brazo izquierdo con el que hablaba por teléfono con un amigo», expone. Al otro lado del teléfono, ese amigo oyó los gritos de auxilio y llamó al 061, que devolvería la llamada más tarde al agredido, que no podría ya contestar.
El teléfono acabó en el suelo. «¡Ayuda! ¡Ayuda!», gritaba en un intento por que alguien que se encontrara cerca le ayudara mientras intentaba zafarse de los mordiscos. Luego el mastín se centró en Paco, que no pudo superar el ataque. Y mientras el hombre intentaba que el animal soltara a su perro recuperó el teléfono y llamó a su novia. «Han matado a Paco! ¡Ven! ¡Estoy aquí!», le inquirió sofocado a su pareja. El mastín volvió a por él. «Me mordió el gemelo izquierdo cuando intentaba salir huyendo. Luego hizo presa en mi brazo derecho y pude aguantarle desde el collar. Intentar alejarle», añade.
Víctima del ataque del mastín
Lo que su novia se encontró al llegar fue una escena dantesca. Su novio con la ropa hecha jirones y lleno de sangre, sujetando al mastín por el collar. «Me dijo que me metiera en el coche y quizá fue el ruido del motor el que asustó al perro, que dejó que mi novio se subiera al vehículo. Le llevé inmediatamente al centro médico de Maliaño porque pensé que a Valdecilla no llegábamos. No hablaba. Llevaba la cabeza colgando y pensaba que se moría», relata la mujer.
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Para este vecino, una de las tres personas que fueron atacadas por el mastín, «si no es por mi novia no sé si habría salido vivo. Allí no apareció nadie. La llamada del 061 no sirvió para nada porque se supone, según el protocolo, que debía contestar al teléfono, pero yo en ese momento no podía».
Víctima del ataque el mastín
El agredido sigue de baja y aún no ha recuperado -ni sabe si lo hará- la movilidad y fuerza de su mano derecha. La investigación permanece abierta tras las dos denuncias presentadas ante la Guardia Civil. La otra denuncia es de una mujer, a la que el joven conoció en Urgencias. A ella la dieron el alta pronto. Él tuvo que ser intervenido quirúrgicamente y pasó ingresado una semana. Aunque las diligencias siguen su curso, su testimonio arroja algo más de luz en este caso. «El mastín era un cruce con un dogo argentino. Era un perro de presa. Era una mala bestia», subraya este hombre, que pese a reconocer amar a los perros no sabe si podría a volver a tener uno. Y tras lo sucedido, tiene claro que la responsabilidad es del dueño, no del animal: «Por un insensato que no tiene a su perro como debería, sin estar bien cercado, casi pierdo la vida».
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