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Casa Nino cerrará mañana sus puertas. Con la proximidad del nuevo año, la centenaria cantina y tienda de ultramarinos de Requejo (Campoo de Enmedio) cesará su actividad y lo hará de la mano de sus propietarias, las hermanas Frida, Begoña y Mari Carmen Rodríguez, que han decidido que ha llegado el momento de jubilarse. Sin relevo generacional interesado en seguir con el negocio, el establecimiento, a su vez casa familiar, dejará su vocación de servicio para pasar a formar parte de la historia, la suya propia y la del pueblo que desde el siglo pasado lo ha disfrutado.
Será el momento del último vino, de la última charlada y por supuesto de la última compra en Casa Nino, la última cantina y tienda de ultramarinos de Campoo. Atrás quedarán las conservas, el bacalao, las legumbres, la fruta y las verduras. Entonces se apagará la luz de un establecimiento que fundaron en 1918 José Rodríguez y Fridalina Fernández, los abuelos de las actuales propietarias. Originarios del pueblo palentino de Villarramiel, se asentaron en Requejo y pusieron en marcha un negocio que ha llegado hasta nuestros días. «Originariamente tenía también carnicería», explica Begoña, «aunque esto ya cambió a partir de los años 50 cuando lo cogieron mis padres (Bernardino 'Nino' Rodríguez y Teresa Rodríguez). Fue mi madre la que se puso al frente del negocio –mi padre aunque ayudaba mucho tenía otro trabajo– y de ella aprendimos las tres hermanas, especialmente Frida, que posteriormente tomaría el relevo al frente de la cantina y la tienda». En los años 80, tras el fallecimiento de Teresa Rodríguez, las hermanas asumieron la gestión del negocio familiar, primero junto a su padre y después en solitario.
«Han sido muchos años de trabajo», afirma Begoña. «Frida tiene las rodillas destrozadas», asegura mientras señala a su hermana, que asiente con la cabeza. «Hemos abierto de lunes a domingo de forma ininterrumpida durante los últimos 38 años, incluso muchos festivos. Solo hemos descansado los domingos por la tarde», matiza Begoña, a lo que Frida añade desde la barra: «Yo añoro asistir a misa el día de las fiestas del pueblo y participar en la procesión. Cuando pasa nos asomamos las tres a la ventana para seguir uno de los tramos del recorrido».
La tres hermanas –Mari Carmen se ocupa más del día a día de la vivienda familiar– señalan que el trabajo ha sido «muy duro», pero también «muy gratificante». «Lo mejor de todo ha sido la gente. Por aquí han pasado muchas personas, vecinos, campurrianos en general y muchos transeúntes. De algunos de estos últimos guardamos un recuerdo especial. Hay un hombre que cada año, allá por el verano, en su recorrido hacia otras comunidades para trabajar en determinadas campañas cosecheras hace un alto para saludarnos, algo que es muy de agradecer».
Por el establecimiento, acompañados por el alcalde de Requejo, Moisés Balbás, han pasado el exministro de Fomento, Íñigo de la Serna, el consejero de Obras Públicas, José María Mazón, la presidenta de Parlamento de Cantabria, Dolores Gorostiaga, y la alcaldesa de Santander, Gema Igual, entre otros, pero para las hermanas Rodríguez lo más importante han sido y serán sus clientes, «los vecinos que han mantenido este negocio».
Casa Nino es un auténtico museo de los ultramarinos. Aquellos que sortean las dos puertas de acceso entran a un ambiente cálido y con mucho encanto, de los que retrotraen la memoria. Allí, sobre las baldas y mostradores, se pueden encontrar cajas de Bizcochos Noel, botes de tomate El Jinete, mayonesa Musa, chocolate El Horno San José, Conservas Ortiz, pimentón de La Vera y otros productos como detergente Elena y su característico bacalao en salazón, «el producto estrella», asegura Frida, además de la ruleta de arenques de temporada, fiambre, muchas frutas y todo tipo de verduras.
«Vamos a añorar mucho el trato con la gente. No veas el buen ambiente que hay aquí. A la hora del blanco se junta una cuadrilla de doce o catorce personas, yo les llamo 'los de la tertulia del Café Gijón' – se ríe Frida–, cada día hablan de un tema, organizan marchas, comidas y juegan a la Lotería, incluso se unen mis sobrinas», asegura Begoña. «En Requejo hay mucha actividad y yo quiero levantarme sin preocupaciones. Es el momento de pensar en el bienestar familiar y ya tenemos unos años y los achaques empiezan a aflorar. Ahora vamos a jubilarnos y a disfrutar de la familia. La ilusión de mi vida son las sobrinas. Muy orgullosa estoy de ellas», explica una Begoña emocionada.
Respecto al local, no se plantean de momento un uso a corto plazo, aunque les ronda por la cabeza la posibilidad de hacer un pequeño museo en el que incorporar los artilugios antiguos del trabajo, como las balanzas de platillos, la de agujas, la electrónica de pesetas, la de euros, el surtidor del vino, el del aceite, el molino de café y la cuchilla del bacalao, entre otros.
Casa Nino se despide de la comarca el mismo año en el que ha cumplido su centenario y después de recibir en 2017 la Arveja de Oro, galardón que concede la Cofradía Gastronómica Nacimiento del río Ebro. Además, a principios de este 2018 recibió la Flor de Nieve, la distinción que otorga la Peña Campurriana de Santander.
«Si es que existe una base del éxito y de que hayamos llegado hasta donde hemos llegado, ha sido porque nos hemos rodeado de unos proveedores buenísimos, que no nos han fallado nunca. Algunos ya nos han dicho que nos echarán en falta a partir de ahora». Y es que, «de esta casa nadie se ha marchado sin ser atendido. Muchas veces, vendido todo el género, hemos compartido lo que teníamos para la familia con las vecinas que venían con un apuro e incluso hemos recurrido a ellas cuando llegaba algún cliente con ganas de tomar un pincho y ya no teníamos pan».
Begoña lo tiene muy claro, la receta para mantener un negocio durante cien años es: «constancia, mucho trabajo e ilusión». «Yo he llorado y reído mucho», dice Frida, que reconoce que el negocio le ha hecho «muy feliz».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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