Adiós a la histórica Venta de Tajahierro
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Los propietarios comienzan a demoler el tejado de la emblemática casa, que fue hospedaje de comerciantes, viajeros, arrieros, caminantes y monturas en el siglo XIXEscoltada por una niebla fina, destechada, sobre un nido de escombros y con la vegetación que repta entre los muros y humedece la estructura. O lo que queda de ella. Es el aspecto, como de posguerra, que ofrece ahora la venta de Tajahierro, en la ... Hermandad de Campoo de Suso. La construcción, ya medio derruida, durante años abandonada, declarada en estado de ruina, inhala su último aliento entre los cascotes rotos de un pasado glorioso. Cuando era refugio, abrigo y cobijo de comerciantes, arrieros, caminantes y monturas, en un camino de paso entre Campoo y Cabuérniga en mitad del siglo XIX.
Los ahora propietarios han empezado en estos días a actuar sobre la antigua venta con la demolición del tejado, que ha sido lo primero en caer. Pero, según el alcalde, Pedro Luis Gutiérrez, «llevaban un año sin hacerlo». «El Ayuntamiento instó a los titulares a derruir las partes del edificio que podían precipitarse a la vía pública o a restaurar la totalidad del inmueble», asegura el regidor. «No hicieron ninguna de las dos cosas». Solo dejaron que se lo comiera el tiempo. Así que el Consistorio, informe del arquitecto municipal mediante, abrió un expediente administrativo y retiró a los dueños el derecho a los pastos comunales de Espinilla –derechos que les fueron adjudicados cuando adquirieron la propiedad y que estuvieron vigentes durante el tiempo que la mantuvieron en buen estado–. Pero siguieron sin actuar. Hasta hace dos días, cuando los dueños, que aseguran haber recibido la notificación «hace un mes», iniciaron el desmantelamiento de la venta, que ayer proseguía. Y allí, a más de mil metros de altitud en la ladera norte de Palombera, late sin fuerza el esqueleto en pie de esta construcción emblemática. Al descubierto han quedado las vigas interiores de la casa, que sostienen el peso de dos siglos de historia y ahora apuntan desordenadas al cielo como velas apagadas.
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Las ventas, como la de Tajahierro, eran hospedajes que forman parte de la seña de identidad de sus territorios. La de Palombera«tuvo mucha importancia en tiempos pretéritos», recuerda el alcalde. Perteneció a Ángel de los Ríos y Ríos, escritor y periodista, señor de la torre de Proaño, conocido como el sordo, de ahí que a la vivienda se le llamara también Venta del Sordo. El regidor vincula la figura de De los Ríos con la fusión del Marquesado de Argüeso y el Ayuntamiento de Campoo de Suso, en 1881, lo que dio origen al municipio de la Hermandad de Campoo de Suso. La norma establecía entonces «que el señor de Proaño cobrara un canon a cambio de mantener el paso abierto a los viajantes», narra Gutiérrez. Imaginen a los huéspedes del siglo XIX, que alcanzaban la venta con sus carros, sucios, muertos de frío y harapientos, como personajes cervantinos, para los que este alojamiento en medio de la nada –camino de Sejos– era en ese momento la vida. Aunque tuvieran que dormir en el pajar junto a los animales.
Del Río terminó por vender la propiedad, que pasó a manos de una familia que lo abrió como una especie de cantina. Un lugar cálido de huevos fritos y patatas con chorizo. Un asidero en el invierno, en el que paraban los primeros esquiadores que iban a la Braña de Palombera en Semana Santa, ya entrado el siglo XX. Después, esa misma familia se la vendió a su vez a los actuales propietarios, siempre según el relato del alcalde.
Los titulares compraron la venta para poder disponer de los pastos comunales de Espinilla, siempre y cuando realizasen las labores de mantenimiento que requería la construcción. Pero llegó un momento en que dejaron de cuidar la casa y esta empezó a congelarse con la frialdad del desuso. Desde el Ayuntamiento «les remitimos varios avisos para que actuaran sobre el ruinoso inmueble», insiste el alcalde. Al tratarse de un bien privado, es lo único que puede hacer la Administración local. «Nunca nos hicieron caso, lo que puede acarrearles sanciones», recuerda. Pedro Luis Gutiérrez asegura desconocer si los dueños están derribando la edificación o tienen la intención de rehabilitarla. A este respecto, los propietarios aseguraron ayer que «por ahora, estamos tirando el tejado, pero no hemos decidido qué haremos definitivamente». El destino del viejo caserón está en el aire.
«Es una pena, porque a mí me gustaría que se restaurara, ya que se encuentra en un punto muy transitado y puede tener posibilidades como alojamiento y contribuir a reforzar el turismo en la zona». Es «una pena», repite el alcalde, pero no depende de él que se haga. Sí es cosa suya en cambio garantizar la seguridad de los viandantes que transiten por el entorno. «Por eso insistimos tanto para que los dueños eliminasen las partes del inmueble que corrían riesgo de venirse abajo». Lo han hecho, pero han empezado la casa por el tejado.
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