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Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2019 forman parte ya de la historia campurriana. Difícilmente los vecinos de Reinosa –también los de Matamorosa, Cañeda y Requejo, en el municipio de Campoo de Enmedio– podrán olvidar la devastadora riada del Híjar que, en ... compañía del Ebro y el Izarilla, originó inundaciones en calles, bajos, viviendas, comercios e incluso empresas de Reinosa, Campoo de Enmedio y en menor medida de la Hermandad de Campoo de Suso.
Justo un año después son pocos los que pueden borrar aquellas imágenes que mostraban coches arrastrados por la Avenida La Naval y el agua entrando a borbotones y la fuerza por puertas y ventanas. Los desperfectos de aquella riada, cuantificada por el Consorcio de Compensación de Seguros en casi 10 millones de euros, salieron a la luz el día después, pero las cicatrices siguen siendo aún visibles en las zonas más afectadas de Reinosa. Quizá, los carteles de 'Se vende' que cuelgan en muchas viviendas sean el principal reflejo de aquello.
Lo que se vivió en Campoo y en especial en Reinosa el 19 y 20 de diciembre fue una riada de impotencia, una situación caótica para la que nadie estaba preparado y que, pese a los ingentes destrozos materiales, no causó daños personales, algo que de madrugada, con un río paralelo de casi dos metros de altura atravesando desde Sorribero a La Avenida de La Naval, pocos se atrevían a asegurar.
Ahora, los calificativos se quedan cortos para quienes vivieron más de cerca aquellas jornadas. Además del lógico miedo, sintieron una gran impotencia por no poder hacer nada frente a la capacidad destructora de un río que meses antes, como todos los años, había estado seco. Precisamente la limpieza y el dragado del Híjar, así como la necesidad de recuperar parte del terreno perdido, son las principales reivindicaciones de aquellos que se echan a temblar solo con pensar que los sucedido se pueda repetir.
Ana y Mari Paz Carrera - Profesoras
«Nos quedamos atrapadas toda la noche en la academia». Las hermanas propietarias de la Academia Ana y Mary recuerdan con mucha angustia lo vivido la tarde y noche del 19 de diciembre y la madrugada del día 20 del año pasado.
«Estábamos dando clase y sobre las 19.00 horas empezó a entrar agua en el local. Realmente se filtraba por el suelo, no por la puerta. Los niños fueron saliendo y nosotras comenzamos a recoger todo lo que había en la planta baja, pensando que iba a bajar el nivel, y en menos de una hora el agua ya superaba el metro de altura. Era imposible salir y llamamos al 112. Nos dijeron que si no había niños y teníamos otra planta superior que atenderían primero las urgencias prioritarias y después vendrían a por nosotras. Pero eso, aunque llamamos muchas veces y al final sin apenas batería, ya no ocurrió».
«La electricidad se iba y venía y aguantamos gracias a los radiadores porque estábamos empapadas y sin ropa para cambiarnos». Según relatan estas profesoras la noche fue muy larga y con muchos sobresaltos. «En un momento oímos un golpe muy fuerte y pensamos que había reventado la puerta, pero fue el expositor de la carnicería de al lado que salió flotando».
«Fue sobre las seis de la mañana cuando mi marido», relata Ana, «pudo entrar en el local y regresar a mi vivienda». «Yo me quedé hasta las ocho de la mañana en la academia y cuando salí el agua aún llegaba por el tobillo», explica Mari Paz.
«Tenemos que reconocer que el seguro actuó rápido y pudimos adecentar un local que, por otro lado, tardó mucho tiempo en secar. Resultaba muy difícil calentarlo por la humedad existente y que ha generado nuevos desperfectos en los materiales».
Ana José Alonso y Francisco Amo - Familiares
«En todo el día no paró de llover, pero jamás imaginamos lo que ocurriría bien entrada la tarde. Fue nuestro hijo desde Barcelona el que, alarmado por los vídeos que le llegaban, nos puso en alerta. Desde Matamorosa, donde vivimos, tratamos de contactar varias veces con mis suegros, que residen en una planta baja de la Avenida la Naval, de Reinosa, y ya estaban acostados, incluso les llamó varias veces a la puerta Dan, el vecino, con el que también estuvimos en contacto. Era una situación angustiosa y de total impotencia», explica Ana José; «no podíamos hacer absolutamente nada, el 112 no cogía o la línea estaba colapsada». «Al final mis padres», narra Francisco, «descolgaron el teléfono y ya entonces se percataron de que el agua les llegaba por la rodilla. Mi padre consiguió desbloquear la puerta y el vecino, a base de hacer fuerza, la abrió y les pudo sacar a los dos. Con su ayuda subieron a casa de otros vecinos en el primero donde les facilitaron ropa y todo lo necesario para pasar la noche. El vecino salvó la vida de mis padres», afirma un agradecido hijo.
Según explica Ana José, al día siguiente madrugaron bastante «y cuando llegamos nos encontramos una situación desoladora. Había muebles flotando por el portal, armarios encima de las camas, los colchones empapados, electrodomésticos desencajados... Sentíamos estar viviendo una película». «Con ayuda de mi hija y unos amigos sacamos los muebles a la calle para poder limpiar la casa, durante varios días, en la que había más de diez centímetros de barro».
«Yo sigo teniendo miedo. Es cierto que se ha retirado la vegetación del río, pero me parece insuficiente y no me da seguridad. El cauce del Híjar tiene un embudo en su desembocadura y ya hacía años que venía avisando», afirma.
José María Ginel - Vecino
«Aquel fue un día que jamás olvidaremos. Nos lo pasamos de ventana en ventana. A primera hora de la tarde los bomberos ya acudieron a achicar agua a la zona del Cantabria, algo que ya había ocurrido otras veces, pero cuando a media tarde regresaron para cerrar el bar, ya teníamos el agua en la acera del portal».
A partir de aquel momento, relata este vecino de la Avenida La Naval de Reinosa, «vivimos minuto a minuto cómo progresivamente el agua iba subiendo hasta que el ruido, provocado por la riada que se formó en la calle, resultó casi ensordecedor. Oíamos también los golpes de los coches que arrastraba el agua y que chocaban entre ellos o contra las edificaciones. El agua, en esta calle, quizá la más afectada de la ciudad, alcanzó los dos metros, anegando bajos, viviendas y comercios».
«Fue imposible dormir hasta bien entrada la madrugada. Estábamos muy preocupados por los vecinos que residían en las plantas bajas. En su mayoría eran personas mayores y es cierto que tenemos que agradecer que a pesar de la situación que vivimos, no hubo que lamentar pérdidas personales». «Ya por la mañana, junto con mi hijo y los vecinos del edificio, nos pusimos a limpiar el portal y después tratamos de echar una mano al resto de afectados. Hubo mucha solidaridad aquel día».
Pero Ginel es crítico con los trabajos que se han realizado desde entonces en el cauce del Híjar. «No creo que sean suficientes, se ha limpiado la vegetación, algo muy necesario, sí, pero se siguen sin retirar los sedimentos. Cada vez la capacidad del cauce para llevar el agua es menor y además, los puentes, con ojos taponados, se van estrechando a medida que se acercan a la desembocadura. Hay que ensanchar el río y hacer obras con sentido».
Miguel Á. Ceballos y María C. González - Vecinos
«El agua no dejó de subir hasta bien entrada la madrugada. Además del garaje, que se cubrió por completo y del portal del edificio en el que vivimos y es contiguo, también nos dañó el coche, siniestro total. El vehículo estaba aparcado en la calle y aunque el agua no lo desplazó sí lo giró y lo subió a la acera», recuerda María Concepción González.
«Jamás he oído rugir el agua con tanta fuerza como lo hizo aquella noche en esta calle de la Travesía de La Naval. Ya no lo podemos evitar, ahora vivimos con miedo, pendientes del río».
Según explica Miguel Ángel Ceballos, «el Consorcio pagó los daños cuantificables y lo hizo relativamente rápido, pero el desguace, ni cinco céntimos. Los coches, por lo general, fueron los peor tasados. Hay que tener en cuenta que lo que muchas familias han perdido va más allá de lo puramente material. Hablamos de una vida de recuerdos»,
«Pero el Ayuntamiento de Reinosa también lo ha hecho muy mal. La pobre gente que perdió sus casas ¿qué han recibido?, ¿para qué se sacrificó la sociedad a fin de recaudar fondos e intentar ayudar a estas personas?, ¿cuánto han tardado en repartirse esas donaciones, si es que se ha hecho?, ¿qué cantidad ha aportado el Ayuntamiento para ayudar a los vecinos?», se pregunta.
Respecto al origen de lo acontecido en 2019, María Concepción lo tiene claro: «Llevamos muchos años en este barrio y jamás vimos algo como entonces. Aquí ha llovido mucho, nevadas de tres metros y deshielos mayores y no pasaba nada. A partir de la canalización del río, de la construcción del polígono y de la creación de un embudo en la desembocadura del Híjar, puente nuevo incluido, han empezado a producirse estos fenómenos».
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