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Albarcas, bueyes, vacas, caballos y carretas volvieron a pisar el asfalto de Reinosa este domingo al son del pito, el tambor, las panderetas, las castañuelas y el cantar de las rondas. La capital de Campoo recuperó así la imagen que la tradición marca que presente cada último domingo de septiembre, un compromiso que la pandemia se había encargado de quebrantar en las dos últimas ediciones. Y es que de poco sirvió el amenazante aspecto del cielo de por la mañana. Porque, aunque finalmente despejó, de haber chispeado, llovido a chuzos o haber tronado los campurrianos no pensaban cejar en su empeño por recuperar su día. Así, los pueblos volvieron a tomar la ciudad, con esas alegorías que parecen fotografías antiguas en movimiento, con mujeres tejiendo y haciendo la colada en pilas, el alimañero curtiendo las pieles, niños elaborando embutidos o la comadrona asistiendo a una parturienta. De todas ellas la ganadora resultó ser por decisión del jurado 'Después de la tempestad viene la calma', de la peña Los indomables de Requejo. Esa fue la mejor de un total de 19 carretas que se presentaron a concurso.
Ningún año ha faltado el desfile del Día de Campoo el último domingo de septiembre desde que en 1954 comenzara a celebrarse fruto del trasiego del ganado que se hacía desde los núcleos rurales a la Feria de San Mateo. Ninguno hasta que en 2020 el covid se impuso a cualquier ritual. Es cierto que en 2021 sí que hubo cierto sabor mateo, pero despojado de los eventos multitudinarios que caracterizan este día −Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 1977−. Pero sobradamente ese sincio quedó satisfecho. Entre la muchedumbre no se dejó ver ni una sola mascarilla que recordase lo ya pasado y los campurrianos se resarcieron con un concurrido desfile que aglutinó 19 carretas en concurso. Cuatro más que las que hubo en la última edición, la de 2019. Un dato más que demuestra las ansias por retomar el Día de Campoo que han latido durante el largo y obligado asueto. De todas la mejor fue 'Después de la tempestad viene la calma', creación de Los indomables de Requejo, que también fueron los ganadores en 2019. Mientras que esta vez los segundos fueron los de Salces con 'El buen alimañero hace rico al Pellejeru'. El bronce fue para Villacantid con 'Vienen y van los mazos del batan'.
«¿Que cuanto hemos tardado en hacer la carreta? ¡Tres años!», decía Antonio de Orzales, uno de los responsables de fabricar una de las dos creaciones con las que la localidad participaba, 'La ropa de mala traza se lava mejor en casa'. Y no era una respuesta irónica. «Cuando terminó el desfile en el 19 empezamos a plantear la de la siguiente edición, pero como no se celebró ha estado guardada a medio terminar hasta que hace unas semanas la retomamos», dice el hombre, que también explica que su propuesta se basa en recrear la vida de una casa de antes para lo que «he intentado hacer memoria de lo que había cuando yo era pequeño, entre otras cosas un lavadero de madera que había en las cocinas y uno de los andadores en los que nos metían a los críos para aprender a andar».
Las creaciones costumbristas están a la orden del día, porque la jornada pretende ser una oda al campo, a su folclore y su etnografía. En ese marco, los oficios de antaño cobran también un papel protagónico. Estaban representados entre otros los leñadores, ganaderos, carpinteros, matronas, bataneros o artesanos de la cerámica, como es el caso de una de las siete que presentó Requejo bajo el título de 'La cerámica de Requejo', que destacó por ser una de las que más se alejó de la típica estética de casa montañesa al presentar una llamativa chimenea junto a la que un adulto y un niño daban forma a tejas y ladrillos. Por su parte, Salces quiso rendir tributo al alimañero con una escena en la que un profesional curtía las pieles. «Había muchas ganas por retomar el desfile, la gente de los pueblos sigue muy comprometida con esta tradición», decía Manuel Roldán, uno de los que ha estado trabajando en la creación durante «20 días».
El humor, que tampoco se pierde ninguna edición del Día de Campoo, no faltó. «¡Se me han bajado las ligas!», reconocía la señora que viajaba en la carreta que abría el desfile, 'Preparándonos para el invierno', también de Orzales. Mientras que en la que llevó Retortillo, 'Llega el invierno y la Lola pariendo' el público pudo entrar hasta dentro de una alcoba y observar cómo una mujer daba a luz en su catre a su cuarta hija. «¡Otra niña, el año que viene vamos a por el niño!, chillaba el padre tras desmayarse de la impresión y ser socorrido por la matrona. Y hubo hueco igualmente para mensajes reivindicativos, como el que llevó un grupo de personas de varios valles que presentaron un carro rebosante de pancartas en contra de los eólicos. 'RIP, Pas, Pisueña y Miera», se dejaba leer en algunos de los cartones.
Y cómo no, de nuevo las peñas, rondas, junto a una decena de agrupaciones folclóricas acompañaron de comparsa a las carretas. Junto a incontables personas, muchos de ellos jóvenes y niños, vestidos de campesinos. Los hombres con sus boinas, sus varas de avellano o fresno y sus botas de vino de arriba para abajo; y las mujeres con sus floreados pañuelos y sus brazos en jarras, con las manos bien ceñidas a la cintura luciendo la falda. Una estampa que una vez más cierra las fiestas mateas, esta vez con la esperanza de no tener que tardar más de un año en volver a repetirse.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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