Campoo de Suso, a los pies de las montañas

De todo ello sabe mucho Francisco José López, Cote, la voz masculina del folclore en Campoo, un enamorado de la tierra, de la cultura y de las tradiciones, que también está viviendo su particular verano, más alejado que nunca de los escenarios y de las tonadas que tanto le marcaron en su juventud. «Entonces en las cantinas se cantaba y se escuchaba». «Sólo en la Lomba –asegura– había dos rondas y el folclore se vivía con pasión. La verdad es que me da mucha pena, pero esto se acaba, las nuevas generaciones ya no cantan y tampoco escuchan. Hoy, depende del sitio y de la hora, notas que hasta molestas».

La Hermandad de Campoo de Suso es tierra de ganaderos y de pastos de alta montaña. Antaño, y así lo recuerda Cote, se plantaba trigo y patatas, pero hoy en día las fincas, incluso las más fértiles, están destinadas a la ganadería. Es precisamente durante estos meses de estío cuando se siega y se mete la hierba, unas labores cada vez más mecanizadas, aunque no carentes de dedicación, que este amante del folclore aprendió de niño, ayudando a su familia. Luego corría a bañarse al Híjar, en alguno de los innumerables pozos que salpican este cauce que nace en el Tres Mares. También había tiempo para acudir a las romerías y a las fiestas de los pueblos. Cote recuerda con cariño la de San Lorenzo, en Mazandrero, «muy multitudinaria», y la de la patrona del municipio, la Virgen de Labra. «Íbamos andando y regresábamos de noche por los caminos. Hace años había muchos veraneantes. Eran familias con segundas viviendas que llenaban los pueblos los meses de julio y agosto. Eso ya ha cambiado y ahora, a lo mucho y de forma espontánea, vienen unos días y se marchan a otros sitios.

La Hermandad de Campoo de Suso destaca también por su rico patrimonio, desde el Castillo de San Vicente, en Argüeso, de origen medieval, a la Torre de Proaño (siglo XIII), descrita en la novela 'Peñas arriba' de José María de Pereda; el puente de Riaño o la iglesia románica de Villacantid, además de por los restos megalíticos y los de algún castro cántabro. Un rico patrimonio, mucho más extenso en lo que a edificaciones singulares se refiere, que se distribuye por un paisaje salpicado de pequeños núcleos urbanos y de importantes masas boscosas.

Es precisamente en esta tierra, que además de conformar Campoo limita con la Montaña Palentina y con Polaciones y la Mancomunidad Campoo-Cabuérniga, en la que Cote aprendió a cantar escuchando en la cantina a su padre y a los vecinos de La Lomba. «Tras la faena, se reunían, tomaban unos vinos y entonaban varios temas».

Cote lamenta que este verano no haya apenas eventos y que se hayan caído casi todos los programas. «Se han suspendido las fiestas y también las actuaciones, lo que también perjudica mucho al folclore. Además, se echa en falta el contacto más cercano con la gente y quedar para tomarse una cerveza».

El solista campurriano, que cuenta con dos discos publicados ('Campurrianu era mi padre' y 'Cinco años'), además de numerosos premios y reconocimientos tanto en Cantabria como fuera de la región, recuerda de forma especial la primera vez que cantó en el Palacio de Festivales de Santander, en 2008. «Ese día, esa acústica, con el público entregado, es un recuerdo para toda la vida». Lo mismo que la primera vez que cantó, unos años más tarde, en el Teatro Campoamor de Oviedo. Respecto a Campoo, asegura, «yo tengo unas sensaciones buenísimas de mis actuaciones en el Teatro Principal de Reinosa, con el público disfrutando de cada uno de los temas. Sin duda, una de las mejores cosas que me han pasado».