Campos de colza de Valderredible, lugar de peregrinaje para instagramers
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Turismo de 'likes' ·
Cada vez más influencers se desplazan hasta el municipio para hacer fotos a las 50 hectáreas amarillas y verdes de la plantaAna del Castillo
Santander
Domingo, 1 de mayo 2022, 07:34
No son los campos de lavanda de la Provenza Francesa, pero el paisaje amarillo, casi fluorescente, de la colza (Brassica napus) en Valderredible también es lugar de peregrinaje para instagramers. Sobre todo en primavera, cuando la planta está en plena floración y deja paisajes que bien merecen un porrón de hastags. Sin embargo, la importancia de esos campos amarillos y verdes –curiosamente como la bandera del municipio– no se mide en 'likes', sino en el esfuerzo del agricultor que mima y cuida las 50 hectáreas de colza que hay en zonas como Rocamundo, Cubillo de Ebro, San Martín de Elines o el Páramo de La Lora. Pero de Gabriel Díez, vecino de la zona de 38 años, hablaremos más tarde.
El cultivo de colza, con una producción de más de 208.400 toneladas y un movimiento de 350 millones de euros al año en España, se ha convertido en una alternativa al cereal en La Rioja, País Vasco, Andalucía o Cataluña, sobre todo ahora que la guerra de Ucrania ha provocado restricciones en la compra de aceite de girasol y ha incrementado los precios de la colza.
En Cantabria, su cultivo comenzó en 2006 con el impulso del proyecto 'Ectabio', en el que participaron el Gobierno de Cantabria, a través de la empresa pública MARE –promotora del proyecto– y la consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca y Biodiversidad. El objetivo era sacar rendimiento a esos cultivos para su aprovechamiento energético, biomasa o biodiésel y durante tres años se estuvieron haciendo pruebas sobre su rendimiento. Los responsables de aquellas siembras fueron el abuelo y el padre de Gabriel Díez, propietario de todos y cada uno de los campos de colza que ahora protagonizan los Stories de los cada vez más influencers que se desplazan hasta Rocamundo para alimentar el postureo. «Esta pasada Semana Santa ha sido una locura la de gente que se hacía fotos en las plantas», dice Carlos López, vecino de Rocamundo. «Hay de todo», añade riendo el alcalde de Valderredible, Fernando Fernández, para el que cualquier excusa es buena para visitar su tierra: «La verdad que es muy bonito ver las flores, es uno de los múltiples atractivos que tiene el municipio. Me parece bien todo lo que sea que la gente venga a vernos y nos conozcan».
Pero una cosa es posar con la mirada perdida en el horizonte rodeado de miles de flores amarillas y otra consumir el producto que sale de ellas. Los españoles todavía tienen muy presente la que está considerada como la mayor crisis alimentaria por intoxicación de la historia. Ocurrió en 1981, año en el que se comercializó un aceite de colza para uso doméstico desnaturalizado y con una sustancia tóxica, la anilina, que fue la causante de la muerte de más de 3.000 personas y que dejó cientos de enfermos con secuelas. La primera víctima mortal en Cantabria se produjo el 12 de febrero de 1982. Su nombre era Amador Sardina del Río y era vecino de Matamorosa.
La planta, con muy mala fama, pero que adoran otros países como China, Portugal, Francia o Inglaterra, se siembra durante las primeras semanas de septiembre y se recoge en julio. Así lo hace Gabriel –«el único valiente que lo cultiva en Valderredible», dice–. Reconoce que desde que estalló la guerra en Ucrania «se habla de poder hacer contratos y cosas interesantes». No como para hacerse rico, pero sí «para poder ganar más que hace unos años». «Lo otro era subsistir», señala. Antes de que Putin invadiera Ucrania, la hectárea de colza se pagaba a 250 euros. Ahora, con el conflicto activo, «el precio se duplica o triplica». En este sentido, el alcalde de Valderredible asiente. «Parece que está resultado un producto rentable. Antes había más restricciones para cultivar, pero desde que la PAC (Política Agrícola Común de la Unión Europea) ha dado algo de margen es un producto que está bastante bien valorado».
Cuenta Gabriel que la colza siempre está «igual», así de vistosa y despampanante, «pero otra cosa es lo que tenga internamente, hasta finales de julio nada». Y una vez recogidas, ¿dónde se van las plantas? «Se lo vendo a grandes cerealistas de Francia y de ahí, se distribuye por toda Europa. Mucho va también para Inglaterra, un gran consumidor de aceite de colza. En España, entre el problema que hubo en los 80 y que es un gran desconocido, no es que se esté gastando mucho, aunque el año pasado mandé un camión a una fábrica nacional para hacer comida para pájaros. Me pagaron 72 euros más la tonelada».
Las abejas, como los instagramers, adoran los campos de colza, pero para Gabriel son un fastidio, tanto los animales como los que realizan turismo en busca de 'likes'. «Hay cientos de abejas. Están polinizando, así que tengo que entrar a hacer los tratamientos con insecticidas por la noche para no matarlas. Pero hacen una labor inmensa y aquí tenemos que vivir todos». Otra cosa son los fotógrafos aficionados, que visitan la zona, pero que pisan los campos y estropean los campos de Gabriel. Hagan la prueba de escribir #colza en el buscador de Instagram. Aparecerán más de cien mil fotos con el mismo amarillo de Rocamundo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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