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José María Gutiérrez | Elena Tresgallo
Reinosa
Domingo, 22 de diciembre 2019, 08:17
En la avenida La Naval de Reinosa los contenedores de obra se suceden a uno y otro lado de la calle. Uno detrás de otro. Llenos de colchones, sillas, sofás, armarios, libros, mantas... Todos ellos inservibles. Recuerdos familiares que quedaron bajo el agua y que ... ahora se amontonan en la basura, personas sin un hogar al que regresar en mucho tiempo, negocios en «siniestro total»... 36 horas después de la mayor riada que ha sufrido la ciudad campurriana en su historia debido al desbordamiento de los ríos Híjar y Ebro, en una mañana de sábado cálida en la temperatura por el viento sur, pero fría, tremendamente fría, en el ánimo, los vecinos damnificados se afanaban en limpiar sus casas, en sacar el barro que las ha invadido, en recuperar todo lo que sea posible.
Pero no estaban solos: en medio de tanto caos siempre brota la mejor cara del ser humano. Voluntarios, jóvenes scouts o integrantes de un equipo de rugby se sumaron a operarios municipales, bomberos, equipos de emergencia del 112, Protección Civil, Policía Local, Guardia Civil y personal de la Consejería de Desarrollo Rural en las tareas de ayudar a las personas afectadas y sus familias. En limpiar, reparar, cargar... Un operativo de más de un centenar de personas. También colaboran distintas empresas privadas, que aportan los materiales necesarios para trabajar. Un ejército de solidaridad tras el desastre en medio del escenario de guerra en el que se han convertido las calles de Reinosa.
A ratos lloviznea en Campoo, con más fuerza según pasan las horas, y los ríos bajan con fuerza aún, pero el temor no es ahora a otra riada inmediata. El temor es al día de mañana. «¿Ahora qué», se pregunta José Antonio López Llorente, vecino del bajo izquierda del número 1 de la avenida La Naval. «He perdido todo, me he quedado sin casa y sin coche, no me ha quedado nada, hay que tirarlo todo», afirma con una desolación desgarradora. A su lado, una hermana y sobrinos le ayudan a limpiar. La casa y la cabeza, porque la moral «está muy tocada».
Recuerda con impotencia cómo durante la noche del jueves y las primeras horas de la madrugada del viernes, el agua entraba en su domicilio por todos los lados. «Y no puedes hacer nada». Casi un metro llegó a alcanzar. «Me tuve que subir encima de la mesa», relata. Y allí estuvo hasta que empezó a bajar el nivel. López Llorente espera que las ayudas que el Gobierno de Cantabria pedirá al Estado lleguen de manera «urgente», porque «no se puede esperar». «Dime qué voy a hacer yo con 400 euros que recibo al mes, deberían pensar en el que no tiene», lanza al aire.
El recorrido por la avenida La Naval es el de un paseo por la desolación. Y por la calle La Vidriera y todas las transversales de esa zona, el epicentro del mapa de los desperfectos de Reinosa. Todos los bajos están echados a perder, destrozados (el agua llegó a alcanzar 1,87 metros de altura), tanto los domicilios como los que ocupan garajes o locales comerciales. Como la farmacia que se ha hecho famosa en los vídeos con los coches pasando por delante arrastrados por la corriente. Medicamentos inservibles, ordenadores irrecuperables... Aún es pronto para cuantificar daños, pero serán «mayúsculos» cuando se traduzcan en euros.
Muy cerca de allí, en el bajo derecha del número 38, Gloria Domingo no era capaz de encontrar consuelo. «No soy capaz de describir lo que siento», dice con lágrimas en los ojos. Desde el viernes no ha parado de limpiar su casa. «Y lo que queda», añade alzando la vista a lo que ahora es de todo menos un hogar acogedor. Porque lo peor son los meses que «vamos a estar fuera de casa». También incalculables.
«Va a pasar mucho tiempo para que estas casas vuelvan a tener vida», refleja Sandra Ruiz, cuya abuela, Carmen, vive en uno de esos bajos afectados. «No se puede salvar nada», lamenta la nieta, que dice que el agua se elevó en el interior de la vivienda hasta 1,70 metros, lo que obligó a su abuela a subir a casa de una vecina a dormir. «Pasó mucho miedo, dice que nunca había visto nada igual en su vida». Sus familiares intentaron ir a buscarla, pero cuando llegaron ya era imposible acceder.
El ejemplo de Carmen permite trazar la fisonomía del barrio: humilde y habitado por muchas personas mayores que llevan toda su vida en estas casas, lo que multiplica la tragedia. «No cuentan ni con los medios ni con las ganas para iniciar una nueva vida», señala preocupada Sandra. Esa que la riada les obliga a tomar.
Es hora de hacer balance de daños, de luchar con los seguros, de ir al Ayuntamiento a registrar la solicitud de ayudas... y de buscar soluciones para evitar que acontecimientos como éste se vuelvan a repetir. Porque, según opina Luis García, la falta de limpieza del cauce de los ríos, ha tenido mucha influencia en lo ocurrido. «Esta ha sido terrorífica, daba miedo como batía el agua sobre los edificios, pero ya a principios de año sufrimos otra inundación», recuerda para hacer ver que los sucesos y su virulencia se multiplican. «¿Es normal que en Reinosa, capital de la nieve, pase esto?», se cuestiona mientras saca enseres de su trastero, en el número 10 de la calle La Vidriera, remozado la pasada primavera, que irán, otra vez, a la basura.
Mismo destino que han tenido toneladas de comida del hipermercado Día de la calle Deltebre, ubicado junto al Ebro. A las diez de la mañana los trabajadores ya habían llenado cuatro containers de comida dañada. «Es una pena», comenta una empleada. «El agua alcanzó dentro de las instalaciones metro y medio y todo lo que había por debajo de esa altura hay que tirarlo, no queda otro remedio». Todo tipo de productos. «Es que ni lo podemos regalar, ya nos gustaría, pero hay que cumplir con los protocolos de seguridad y no nos podemos arriesgar a que la gente se ponga enferma», explica. Comida a la basura y maquinaria –hornos, congeladores...– también siniestrada, lo que se traduce en pérdidas millonarias.
A las nueve y media de la mañana la emblemática Casa Vejo (cafetería y obrador artesano) estaba sirviendo cafés a sus clientes. Sólo 24 horas antes sus empleados achicaban agua a calderos hasta mitad de las cámaras que hay tras la barra y el río se abría paso en el obrador, a un nivel más bajo que la parte hostelera. «Hemos conseguido abrir con resignación y mucho trabajo y estamos funcionando ya con normalidad, pero ayer esto parecía la selva amazónica», relata Rafa Rad, empleado del establecimiento que abrió sus puertas en 1930.
Vejo está en plena Calle Mayor, una de las más céntricas y comerciales de Reinosa. Hasta allí también llegó el agua. Lo atestigua la ferretería regentada por Antonio Marco, la tercera generación del negocio, a quien se le ha inundado todo el almacén que tiene en esta misma vía con mucha «maquinaria de exposición». «No pudimos hacer nada, el año pasado tuvimos una pequeña advertencia pero no llegó a esto», subraya.
Un poquito más allá, en la el número 43 de la calle, está la tienda de ropa de Begoña y su socia. Ellas lo han perdido todo. «El agua llegó a 1,40 de altura y está todo para tirar, pero aquí no ha venido nadie», lamentan. El local olía mucho a gasoil «de algún depósito» y les habían visitado los bomberos para asegurarse de que no había peligro. «Del seguro no sabemos nada» critican, mientras reclaman al Ayuntamiento un contenedor para tirar en él una vida entera y volver a empezar. «Lo único que nos podría salvar es que nos toque la lotería de Navidad», intercedía uno de los muchos familiares y amigos que las ayudaban a limpiar.
«Si en Reinosa llega a haber 20 centímetros de nieve, este pueblo deja de existir». La valoración, contundente, la hace un vecino de Cañeda, pequeño pueblo de Campoo de Enmedio, que también recibió el azote de las inundaciones. Se lo contaba a la consejera de Presidencia, Interior, Justicia y Acción Exterior del Gobierno de Cantabria, Paula Fernández (PRC), que ayer visitó las zonas más afectadas del municipio (también Matamorosa), un día después de que el alcalde, Pedro Manuel Martínez (PP) asegurara que su Ayuntamiento se ha sentido «totalmente desatendido» por la Administración regional y los servicios de emergencias
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