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El 6 de agosto de 1952, el caudillo inauguraba el Pantano del Ebro. Miles de personas de los once municipios del entonces partido judicial de Reinosa acudían a seguir en directo el evento que tenía lugar en la presa de Arroyo (Las Rozas de Valdearroyo), donde este sábado los supervivientes de la faraónica obra depositaron flores en recuerdo de las vidas truncadas que quedaron sumergidas bajo el agua hace ya 75 años, cuando se cerraron las compuertas y comenzaron a embalsarse las aguas del Ebro.
El Nodo franquista de la época deja constancia a su manera de la importancia de una construcción que prometía «una España nueva digna de sus hijos y su historia», pero no dejó huella de la injusticia sin saldar para las miles de personas que tuvieron que dejar su hogar «cuando el agua les llegó al cuello».
Localización. La presa se localiza en el pueblo de Arroyo y el embalse se ubica en un 70% en territorio cántabro y en un 30% en Burgos.
Capacidad. El pantano tiene capacidad para embalsar 541 hectómetros cúbicos de agua.
Pueblos anegados. Para su construcción se inundaron totalmente los pueblos de Medianedo, La Magdalena, Quintanilla y Quintanilla de Bustamante, además de otros núcleos parcialmente.
Afectados. Más de 400 familias se vieron afectadas por el exilio como consecuencia de la construcción del pantano.
La historia de progreso «para dar trabajo y pan a tierras de Castilla, Navarra, Aragón y Cataluña» tal y como recogió la prensa del momento, se transformó pronto en un inmenso estómago vacío lleno de sufrimiento para los damnificados. «Se tuvieron que marchar con lo puesto, en época de posguerra y de hambruna, y sin recibir una indemnización a cambio», rememora ahora Audelino Robledo, miembro de la Comisión Campurriana para la Memoria del Pantano del Ebro. Su familia fue una de las afectadas y recuerda cómo tuvieron que salir de casa «cuando el agua entraba por el corral». Él apenas acababa de cumplir tres años pero esa tragedia marcó la vida de su familia y la de muchos otros afectados. A todos ellos les prometieron una vida nueva y solo hallaron miseria y unas raquíticas indemnizaciones años después. La realidad no contada entonces fue que en 1947 se cerraron las compuertas y se empezó a inundar todo, por lo que los vecinos tuvieron que abandonar sus casas con lo puesto y el ganado. Algunos, los más afortunados, reconstruyeron su casa llevándosela piedra a piedra a otro lugar. Más de 400 familias de los pueblos de Medianedo, La Magdalena, Quintanilla y Quintanilla de Bustamante vieron como sus viviendas quedaban completamente sumergidas. También se vieron afectados parcialmente los núcleos de Las Rozas, Renedo, Villanueva, Llanos, Orzales, Quintamanil y La Población.
El del Ebro es uno de los principales pantanos en extensión de todo el país y su aprovechamiento beneficia a varias comunidades autónomas incluída la nuestra. Para su construcción se expropiaron 6.200 hectáreas de terreno, el 70% de ellas en territorio cántabro y el resto, en Burgos. El proyecto se terminó de fraguar en 1916 y se aprobó en 1922, pero la obra no se comenzó hasta 1928 y se hizo «muy lentamente», añade Robledo. Entre 1936 y 1939 los trabajos se vieron afectados por la Guerra Civil y, a inicios de los años cuarenta, las obras volvieron a reanudarse. «Había que pisar el cemento, era un trabajo muy duro y los obreros iban poco a poco, no ponían demasiado interés», relata. El impulso a la obra llegó con los 258 presos, «la mayoría del Dueso», que fueron quienes, hacia 1942, impulsaron la tarea soportando condiciones muy duras.
«La gran desgracia para Campoo» llegó con el agua embalsada del Ebro, tal y como relatan las coplas clandestinas del momento. Los afectados (más de 2.500) dejaron atrás todo lo que tenían, hasta sus muertos, ya que en algunos casos quedaron sepultados bajo el agua sobre una pesada losa de hormigón que no evitó que algunos restos humanos hayan salido a la superficie de vez en cuando. Las compensaciones de progreso que les prometieron a sus habitantes nunca llegaron. Por Las Rozas nunca pasó el tren para ir a Reinosa y, lo poco que sí se construyó, como el puente de Noguerol, nunca se pudo utilizar. La infraestructura fue construida para saldar la deuda con las gentes de la zona. El viaducto tenía que unir Arija y La Población de Yuso pero, debido a deficiencias en la construcción, se cayó antes de inaugurarse aislando ambas orillas. «Cuántas lágrimas se derramaron en este valle», rememora ahora Robledo, que lleva años investigando la historia sumergida bajo el pantano.
La Comisión Campurriana para la Historia del Pantano del Ebro celebró ayer un pequeño homenaje en recuerdo a las personas y los pueblos afectados por la construcción del embalse. Los actos se iniciaron en Arroyo, donde Amparo González, una vecina de Villanueva de 99 años que se vio obligada a abandonar el pueblo y contrajo matrimonio con uno de los presos que participó en la construcción de la obra, depositó un ramo de flores junto a la placa instalada en 2017 en recuerdo de las víctimas. Posteriormente, los actos se trasladaron hasta la localidad burgalesa de Arija, donde se reivindicó la reconstrucción del histórico puente de Noguerol, que se fue abajo hace 75 años. La unión de los municipios de Arija (Burgos) y La Población de Yuso (Cantabria) es una antigua demanda, ya que uniría las dos orillas separadas por el agua. Tras una comida campestre y la intervención de las autoridades locales y regionales, se inauguró una exposición fotográfica sobre el pantano que permanece expuesta en el Potro Almacén junto al Ayuntamiento de la localidad burgalesa. La jornada concluyó con el estreno de la obra de teatro 'Nos echan de casa', escrita por Jesús Fernández Navamuel, que relata la historia de una muchacha de la zona que se casó con uno de los presos que construyó el pantano. Posteriormente, el rabelista Rafa Seco interpretó algunas de las coplas que la tradición popular elaboró clandestinamente sobre la infraestructura que tanta desgracia causó a los habitantes del lugar.
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