Días de colegiata, noches de teleclub

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La colegiata es una joya. Por dentro y por fuera. El conjunto y el detalle. El claustro, las capillas, la pintura. La reina en un municipio de pueblines separados con iglesias asombrosas (todos). Y, además, Arroyuelos, Cadalso, Santa María de Valverde... Las ermitas rupestres. El templo de San Martín de Elines abre sus puertas de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 cada día (salvo los martes) para «disfrutar del románico del sur de Cantabria». «El sur también existe», repiten de vez en cuando con media sonrisa. Orgullo valluco. Luna vive allí al lado y se acerca cada dos por tres. Un goteo. Un matrimonio de Burgos, una familia de Bilbao, un curioso que llega desde Santander (cuánto cántabro hay que no conoce esta zona...). Todos salen de allí con el mismo sabor de boca, el del asombro.

El fin de semana se lo pasaron colocando unos maniquíes vestidos de monjes con velas en las manos. Pegados al sepulcro del Caballero Peregrino –acérquense para conocer la historia–. Preparativos para las visitas nocturnas de agosto. Serán con aforo limitado. Hay que reservar en el Centro Cultural (en el teléfono 942776159). El sábado andaban con eso (estaba de visita el profesor Gregory Kaplan, que sitúa el origen del Castellano en el entorno de las ermitas rupestres) y con la presentación de un libro. El domingo liaron a los niños para que dejaran un rato las bicicletas y se dedicaran a preparar unas cuerdas que sirvieran para delimitar el regato del río en el que poder bañarse. Y el lunes, una paellada.

Así son los veranos aquí. La visita al panadero de Polientes a primera hora, la llegada del que vende los helados tres veces por semana en Bustillo del Monte, la caña en La Olma, el refrescón en La Presa, hablar de la huerta, de si se puede o no regar, acercarse a ver si cae agua en la cascada del Tobazo, subir a La Lora, ir a comer donde Puri a Ruerrero... Y juntarse al final del día para charlar. Cuando el sol ya no castiga. Tomar una en la terraza del Noa, con la vista nocturna y mágica de la colegiata. Y luego bajar al teleclub. Puntos de encuentro en un valle enorme y poco lleno. De convivencia de niños que hablarán en el futuro de sus vacaciones en el pueblo o de adolescentes que sueñan con sus amores de verano. También de turistas que buscan a pocos turistas –aquí no hay aglomeraciones– o de oriundos que vuelven una semana a la casa que en invierno está fría.

Vacaciones en Valderredible. Con la puerta de la casa abierta y la ventana del coche bajada (aún puede verse, créanlo). Con los proyectos de los Montero en San Martín para que este modo de vida siga siendo una herencia –ojo a su Fundación Agro y Cultura y al canal de televisión que están poniendo en marcha–. Con los paseos escuchando al Ebro. Con los días de colegiata y las noches de teleclub.