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Campo con rollos de hierba segada, con el pantano del Ebro como telón de fondo. Antonio 'Sane'
Días de sol y hierba

Días de sol y hierba

Costumbres ·

Los ganaderos de Cantabria aprovechan estos días para recoger el forraje

Elena Tresgallo

Santander

Martes, 19 de julio 2022, 07:17

Campoo amanece estos días teñido casi del color amarillento de los campos de Castilla. Prados verdes que florecen en primavera y cuyo fruto se gana en cada jornada de siega a dalle. Escenas de campos secos llenos de rollos que antes se recogían en 'pacas', y antes en hacinas, para guardar en los pajares y aprovecharlos en la estación del invierno.

Con la estampa del pantano del Ebro como telón de fondo, los prados campurrianos lucen ahora amarillentos. Días atrás comenzó la semana de la siega en la zona, y los hombres y mujeres de campo han trabajado duro para completar la campaña. De su sudor saldrá el sustento para el ganado en el frío invierno que, este año, se avecina más crudo que nunca por la subida de los piensos por la guerra en Ucrania. Toca aprovechar para llenar el pajar, ese del que tirar cuando vienen mal dadas.

Desde las villas pasiegas hasta Liébana o Campoo, en verano los prados lucen ya secos y preparados para las campañas. Son semanas intensas de siega y recogida, jornadas largas con el sol a la espalda -lo de estos días es descomunal- y la botella de agua o la bota de tinto. Los más conservadores siguen picando el dalle y los prácticos han dejado ya paso a las máquinas.

Antaño, las familias enteras ayudaban a la faena para recoger la hierba y almacenarla para el invierno

La tarea que ya toca terminar deja paso a escenas de campos llenos de rodetes de hierba de media tonelada que, antaño, se recogían en pacas rectangulares de menos peso y que se podían manipular por el hombre para almacenar mejor en invierno. Un formato que se sigue utilizando para los establos. Por no hablar de las ya casi desaparecidas hacinas.

En los pajares quedan ya almacenados viejos utensilios rurales que están pasados de moda y que son casi historia. Herramientas que servían de soporte para la faena que reunía a familias enteras. El rastrillo para recoger la hierba seca y la horca para hacer los montones de paja, almacenarlos o transformarlos.

Utensilios como la guadaña o dalle que tienen nombres propios en cada comarca y que varían según las costumbres y la orografía de la zona. Los pasiegos, por ejemplo, tenían sus propias herramientas adaptadas a sus empinadas laderas en los montes descarnados de árboles por la costumbre de aprovechar hasta el último rincón de 'prao'. Por ello, y para recoger la hierba, utilizaban 'la velorta' una vara de avellano flexible con la que echarse el forraje a los riñones y 'empallarla' (almacenarla) en el pajar y hacer la despensa para el invierno. La falta de caminos o pistas les obligaba a hacerlo así porque no se podía meter el carro.

En la comarca campurriana las familias se siguen reuniendo para meter la hierba. Los veranos incluso se ayudaban de los chavales que subían a disfrutar de los campamentos desde Lanchares hasta Requejo, bordeando el pantano del Ebro. A cambio de buena comida y diversión vivían una experiencia inolvidable en los pueblos y se integraban como uno más de la cuadrilla. Una costumbre muy popular que ya ha decaído con el paso de los años y la evolución de la maquinaria con la mecanización del campo. Aunque para todo hay épocas, julio es el mes de referencia para la recogida en la comarca campurriana, aprovechando que el ganado pasta en cotas mucho más altas.

Otra de las zonas con mucha tradición de recoger la hierba es Liébana. Allí las familias también se implicaban en todo el ritual que supone su recogida. También allí al dalle lo llaman guadaña y eran sobre todo las mujeres quienes rastrillaban mientras los hombres cortaban. «Primero se cortaba la hierba y los hombres hacían 'lombillos' (montoncitos pequeños de hierba) que luego se esparcían por las mujeres para secar», explica con cariño una vecina de la zona que colaboraba en las tareas. Para reunir después los montones se hacía una base circular y se iba rellenando, siendo la parte alta la más estrecha y se recogía «a carro». Hoy todo eso ya ha cambiado y el tractor ha sustituido el esfuerzo y este ritual, siempre aplicado con sentido práctico, para secar bien la hierba y que no se eche a perder.

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