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El párroco rodeado de fieles con rosas en la procesión.

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El párroco rodeado de fieles con rosas en la procesión. P. D.

Una estela de fieles tras la Virgen de la Rosa en Valdeprado del Río

Cientos de campurrianos, muchos de ellos a caballo y otros también a pie, acudieron este domingo a honrar a su patrona al Monasterio de Montesclaros, en Valdeprado del Río

Pedro Díez

Reinosa

Lunes, 27 de mayo 2024, 13:51

Desde Reinosa, Requejo, Bolmir, Horna de Ebro, Retortillo, El Arroyal, Celada, Iguña… Cientos de personas se desplazaron este domingo desde diferentes localidades de la comarca Campoo-Los Valles al Santuario de Montesclaros, en Valdeprado del Río, para celebrar la festividad de su patrona, la Virgen de la Rosa de Montesclaros. Una cita tradicional que tiene lugar cada año el último domingo de mayo y a la que buena parte de los fieles acude montados a caballo. También hay quienes prefieren realizar ese recorrido a pie.

El objetivo es llegar al monasterio a las 13.00 horas para presenciar la eucaristía y después participar en la procesión que discurre con la imagen religiosa por las calles del pueblo.Yuna edición más, los peregrinos volvieron a disfrutar del paseo tanto como del acto en sí. Cientos de jinetes, separados por grupos de veinte o treinta, partieron de diferentes pueblos para encontrarse en medio del trayecto y recorrer juntos el resto del camino hasta el monasterio. Se trata de una tradición que se transmite de generación en generación.

Muchas personas acudieron a Montesclaros en sus caballos

Entre los asistentes, los había que cumplieron con el recorrido a pie. Desde Reinosa, son tres horas de caminata. Dos, si se realiza a caballo, como hizo David Gómez, un joven de 28 años natural de Santa Cruz (Molledo), que lleva tres ediciones sin faltar a la cita. O como Mario Balbás, de 27 y de Requejo, que cada año –y van trece– el último domingo de mayo recorre la distancia entre su pueblo y Montesclaros a lomos de su caballo. «Es una tradición que tenemos marcada en el calendario», afirmaba llegando a su destino. Una costumbre arraigada que tiene como colofón la procesión de la Virgen, en la que tampoco faltan las rosas para engalanarla.

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