
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Se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que el Ebro tiene dos nacimientos. Uno, el oficial, en Fontibre. El otro, mucho más correcto desde el ... punto de vista hidrológico, en las faldas del pico Tres Mares, en Alto Campoo, donde brota el Híjar. Esta es una de las curiosidades que explica Elena a todos los que se acercan al centro de visitantes. Es una de las zonas más concurridas de la comarca de Campoo y de Cantabria. Los romanos le pusieron el nombre de Íber y bautizaron con él a toda la península ibérica. De ahí, su importancia.
El dicho popular afirma que «el Híjar lleva el agua y el Ebro la fama». Pero, ¿cómo supieron que el primero es la madre y el segundo el hijo? Fácil. «En los años ochenta echaron un colorante en el Híjar y treinta y dos horas después salió en Fontibre», añade Elena. La filtración se concentra en un tramo de 200 metros muy cerca de Paracuelles. Se cuelan alrededor de 1.000 litros por segundo. Por eso, en verano, el Híjar se seca por completo en el tramo que discurre hasta Reinosa. Allí desemboca en el Ebro que ya baja con buen caudal. Esta curiosidad permitió la construcción del pantano tan cerca del lugar de nacimiento de la cabecera. Algo poco usual. Las nieves que se funden en el Tres Mares lo mantienen nutrido.
La temporada alta no termina de despejar en Campoo. Lo achacan a que el buen tiempo y los días calurosos y despejados llevan a los turistas a las playas. Durante la visita, el aparcamiento no está lleno aunque, a medida que se acerca la hora de comer, se va poblando. «Vienen, principalmente, del País Vasco, Madrid y, sobre todo, Aragón», explica Elena. Esto último tiene también su porqué. «Los aragoneses están muy vinculados al Ebro. En parte, lo consideran suyo. Casi todos dicen lo mismo: 'Es que soy de Aragón'».
El paseo hasta el manantial principal es muy placentero. Un senda perfectamente acondicionada desciende por una chopera que hace las veces de sombrilla. Sillas y bancos de madera se reparten a ambos lados. Un lugar bucólico para sacar el mantel de cuadros y la fiambrera. Aída, Osvaldo, Nilda y José Aníbal son argentinos y están de sobremesa. Arriba, algunos restos de milanesas, como llaman ellos a los filetes empanados de aquí. «Tres bonaerenses y un porteño», afirman sonrientes. Los primeros llevan 27 años residiendo en Cantabria. Los otros vienen a hacer turismo. «Hemos escogido Fontibre porque es un lugar muy plácido y también para que vean dónde nace el río más largo del país», afirman. No se equivocan. El Tajo es más largo, pero desemboca en Portugal. Es, por tanto, el más largo de la península.
En un día silencioso, como el de hoy, se puede escuchar desde esta zona el rumor del agua que desciende con parsimonia hasta Deltebre, donde se entrega al Mar Mediterráneo. Cuatro manantiales diferentes dan vida al Ebro: La Fuentona –es el principal–, el Pozo de los Muertos, las Fuentanucas y El Pozo del Medio o Pozo Azul. El agua que brota es de color turquesa gracias a los limos de las arcillas y las calizas con las que se tropieza durante la filtración. Se puede hacer un recorrido por una senda que los bordea. Pero todos se detienen en el mismo punto. Una pequeña virgen del Pilar descansa en medio del cauce sobre una columna con pedestal. Lleva grabados los escudos de todas las provincias por las que discurre el río. Para llegar hay que hacer equilibrio sobre unas piedras. Una vez allí, agarrarse y, desde la orilla, otra persona que saque la foto. Eso es lo que están haciendo Sonia y Miguel. Han venido desde Las Palmas de Gran Canaria. «Mi suegra vino el año pasado y se enamoró de Cantabria. Así que este año hemos venido nosotros y nos ha pasado lo mismo», relatan con entusiasmo. «Llevamos 700 kilómetros en sólo tres días. Esto es impresionante. El nacimiento es como una postal», añade Sonia. «Nos apasionan las playas que hemos encontrado en las que accedes por bosque y de repente, ¡zas', allí están!», dicen. «Entonces tenéis que ir a Liencres, vais a alucinar», le sugiere una pareja que ha escuchado la conversación.
El paraje se va llenando. No solo acuden foráneos. «Lo que nunca entenderemos es por qué no podemos captar agua del embalse si nace aquí. Regamos Aragón pero no podemos beber », afirma un matrimonio de Santander.
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