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El pasado sábado se cumplieron ocho meses de la desaparición de Alejando Mencía, el joven de 30 años, vecino de Soto (Hermandad de Campoo de Suso), cuyo rastro se perdió la tarde del 23 de mayo en el entorno de la cabaña del Teju ... , zona de Fuentes, cuando disfrutaba de un día de ocio con sus amigos. Atrás quedan los más de 15 días de búsqueda sin descanso por el monte, los esfuerzos de la Guardia Civil, el 112 y todos los voluntarios que se sumaron al operativo para localizarlo. Lo peor de todo es que la familia ya ha perdido la esperanza de que todo esto tenga un buen desenlace, y en un nuevo intento por esclarecer lo ocurrido requirió este lunes -por segunda vez- al juzgado la investigación de los móviles de los jóvenes que lo acompañaron aquel día en el monte.
«La Guardia Civil y la Policía Judicial aseguran que todos los indicios apuntan a que fue una desaparición voluntaria, pero desde la familia nos negamos a aceptarlo porque no hay nada que indique que pudo ser así», zanja Belén Cuesta, prima del desaparecido y persona elegida por la familia para hablar con la prensa.
«Alejandro tuvo que andar sin sus botas, sin su camiseta... Nadie ha encontrado rastro alguno de pisadas en el monte. Nadie lo vio en ninguna población cercana, ni en ninguna de las estaciones. Nada. No podemos pensar que fue una desaparición voluntaria porque nosotros conocíamos a Alejandro y sabemos que no tiene ningún sentido».
Eso explica que este pasado lunes, espoleados por la angustia que produce esta pérdida no resuelta, la familia requiriera a través del juzgado nuevas pesquisas para continuar con la investigación. «Hemos solicitado las llamadas telefónicas y el historial de mensajes de móvil que tienen las once personas que lo acompañaron la mañana que subieron al monte a pasar el día. Creemos que conocer esa información de días antes y posteriores a su desaparición es fundamental», resuelve Cuesta.
La familia, con los medios de que dispone, ha seguido peinando el monte en busca de Alejandro. «Seguimos bajando a las torcas por si pudo haber caído», asegura Cuesta. «Porque lo que no podemos aguantar más es seguir con la incertidumbre. Necesitamos que aparezca, y si está muerto, que podamos enterrarlo y quedarnos en paz».
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