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La actual figura del teleclub en Campoo recoge el testigo de los viejos locales donde los vecinos de los pueblos se juntaban para ver un televisor y tener una excusa para charlar con el vecino. De esta idea de locales tan solo quedan ya migajas ... en el recuerdo de los campurrianos, y es que aquellos centros de socialización formaban parte de la rutina de las personas de antaño, ya que las generaciones actuales no llegaron a dar uso a esos centros. Ahora, a través de las juntas vecinales de varios municipios, se están recuperando estos espacios, que también hacían las veces de cantina, ante la falta de bares.
Campoo está experimentando en los últimos tiempos el auge de la reutilización de estos viejos locales vacíos. Así, pueblos como Requejo, Salces, Soto, La Miña, Suano, Fresno, La Hoz o Cervatos han llevado a cabo su recuperación o han sacado a concurso su explotación como bar, a la par que recuperan el viejo espíritu de centro de reunión para una población muchas veces aislada y envejecida.
Los teleclubes se idearon a finales de los años sesenta durante el franquismo, cuyo objetivo era instalar un televisor en los pueblos e impulsar la cultura e intelecto de la población rural. Al menos eso era lo que se pretendía ya que, en aquellos tiempos tener un televisor era considerado un artículo de lujo al alcance de muy pocos. «Tan solo el cura y un vecino», explica rebuscando en su memoria José María Fernández, vecino de Argüeso.
Álvaro Fernández
Teleclub de Requejo
Jaime Salces
Vecino de Salces
En la actualidad, estos viejos centros sociales pertenecen a las juntas o concejos vecinales que los están sacando a subasta para su explotación como bares, ante la falta de emprendedores que apuesten por el medio rural. Los locales se sacan en condiciones ventajosas para que se apueste por ellos, pero también se exige a los posibles candidatos unas garantías para que cumplan el fin y den un servicio al pueblo. Por ejemplo, se pide alcanzar un «mínimo» semanal de horas abiertos y comprometerse a cumplir con un contrato de determinada duración. «Como Junta Vecinal nos interesa que el teleclub este abierto el máximo tiempo posible»explica el pedáneo de Requejo (Campoo de Enmedio), Moisés Balbás.
Que el servicio disponga de una amplia flexibidad horaria supone un beneficio tanto para los vecinos, que pueden disponer de este espacio, como para los propietarios, que generarán mayor rentabilidad. «Cuantos más teleclub haya abiertos mejor para todos», afirma Álvaro Fernández, uno de los emprendedores que ha apostado por esta fórmula en Requejo. Fernández inició esta aventura junto a su pareja, Carla Ruiz, hace más de un año. Entre ambos, regentan el viejo teleclub con un horario que abarca desde las 12.00 horas hasta que «marche el último», explican. La tónica es similar en todos ellos, incluso con apertura todos los días. Así lo hacen por ejemplo en Salces, Suano y Requejo, mientras que en Soto y La Miña se explota en días festivos y fines de semana.
La clientela es agradecida, porque esto le permite salir de casa en invierno y seguir una rutina nueva junto a sus vecinos y amigos. Y es que, en el día a día, los que visitan los teleclubes son «los de siempre» porque se juntan en cuadrillas para tomar el café de la mañana o el blanco del mediodía. Las tardes las ocupan con la partida de cartas y, de noche, lo que a uno más le apetezca, que suele ser la conversación sobre lo ocurrido en la jornada y los acontecimientos del pueblo. «Todos los viernes hay concurso de cartas en alguno de los locales de Campoo» explica Ruiz. Las cartas son precisamente la actividad estrella de estos puntos de ocio. Concretamente el naipe. Los hosteleros organizan concursos de tute o mus todas las semanas, así como otros eventos que dinamicen las jornadas. Así, el bingo, el parchís o los dados se cuelan en las tardes noches de teleclub y lo practica gente de todas las edades. Los jóvenes de estas zona rurales han heredado con gusto la tradición de «echar la partida» que practicaron antes sus padres y abuelos, de los que también aprenden. Así lo hacen por ejemplo en Salces, donde una cuadrilla de treintañeros se junta todas las tardes después de comer para jugar la partida. La costumbre es jugar al mus de ocho reyes a cuatro juegos de cuarenta piedras y, posteriormente, rematar con una partida al tute. Por supuesto, al igual que en el resto de España, «el que pierde paga la ronda».
Al final, el auge de los teleclubes campurrianos están inyectando vida a los pueblos de nuevo y prestando un servicio similar al que ofrecían antaño las viejas cantinas ya desaparecidas: ser un punto de encuentro para vecinos y amigos.
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