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A la izquierda foto tomada en marzo de 2018 y a la derecha una imagen de noviembre de 2016 Javier Cotera

El pantano del Ebro ya no tiene sed

Las precipitaciones del invierno permiten que las reservas repunten hasta llegar al 70% de su capacidad

Daniel Martínez

Santander

Lunes, 2 de abril 2018, 07:11

El pantano del Ebro se convirtió en el mejor termómetro para medir la situación de sequía que vivió Cantabria el año pasado. En una tierra habitualmente verde y que los turistas asocian con la lluvia, la falta de agua llegó a ser un problema de primer orden para unos cientos de vecinos de pequeños núcleos rurales, donde al abrir el grifo no salía nada. Pero también puso en alerta al resto de la población por el miedo a las restricciones, tan frecuentes –especialmente en las comarcas orientales– no hace muchos años. Cada informe que iba emitiendo semanalmente la Confederación Hidrográfica del Ebro con la evolución del nivel de las reservas se convertía en un drama, hasta el punto que llegó a decretarse la situación de preemergencia. Así hasta que el pasado mes de octubre el nivel llegó a mínimos históricos al bajar del 24,5% de su capacidad con 132 hectómetros cúbicos.

Ahora la situación es bien distinta. Sobre todo para los regantes de las zonas medias y bajas del Ebro, los principales beneficiarios del agua del pantano cántabro. Ayer, el embalse albergaba ya 382 hectómetros cúbicos (70%). Hace un año por estas mismas fechas tenía sólo 260, así que en este tiempo ha ganado 23 puntos porcentuales, y subiendo. Numéricamente, la diferencia es más que evidente, pero hay una forma mejor de entender cuál era y cuál es la situación real del embalse y de lo que eso supone para los demandantes de agua. Es muy fácil:suba la mirada y observe las dos fotografías de la zona que ilustran esta información. Se han hecho exactamente en el mismo lugar con algo más de un año de diferencia. Marzo de 2018 –esta misma semana, para ser más exactos– y finales de 2016, cuando el pantano no estaba aún en su momento más crítico. Sobran las palabras.

La actual imagen del embalse campurriano contrasta con la de hace un año, cuando comenzaban a apreciarse los efectos de la sequía

No sólo es que hace dos años se viera perfectamente la base de la antigua iglesia de Villanueva de Las Rozas, ahora de nuevo sumergida –cuando está al 100% sólo se ve el campanario, pero para eso aún falta mucho–, sino que el edificio estaba lejos del punto donde la tierra comenzaba a estar húmeda. Esa instantánea predecía quedurante los meses siguientes la palabra ‘sequía’ iba a ser una de las más utilizadas entre los agricultores, los políticos y los medios de comunicación. Y así fue. El tema preocupaba también a la gente de a pie y llegó a las conversaciones de las barras de bar.

«Esto es muy simple, cuando no hay precipitaciones durante un periodo prolongado pasa esto. Es la única forma de que suba el nivel del pantano», apunta Alfonso Pérez, Jefe de Explotación de la Confederación Hidrográfica del Ebro. En verano llovió muy poco, pero eso entraba dentro de lo normal. Lo verdaderamente curioso había sido un invierno sin apenas nieves y una primavera que, al contrario de lo que dicen habitualmente las estadísticas de la Agencia Estatal de Meteorología, no fue la estación con más días de precipitaciones en la región.

Mientras los vecinos de Campoo de Yuso observaban como su ganado podía entrar cada día más adentro en el pantano y pisar sobre una superficie habitualmente sumergida bajo las aguas, los gobiernos de Cantabria y Madrid se ponían nerviosos y empezaban a discutir sobre cómo garantizar el abastecimiento humano en caso de que el episodio de sequía se prolongase. Eso ocurría hace un año, pero en otoño empezaron a entrar borrascas y desde entonces nadie ha puesto un tapón en el cielo. Llover, nevar, volver a llover, volver a nevar...

Aún por debajo de la media

«Es verdad que el volumen medio de agua de los últimos años para finales de marzo es algo mayor, de 437 hectómetros cúbicos frente a los 380 que tenemos ahora mismo, pero es que partíamos de una situación muy baja, la peor en mucho tiempo» apunta Pérez, quien recuerda que en 2012 ya se dio una situación similar por otro episodio de sequía y en 2013 cayeron unas nevadas históricas que acabaron con el problema. Reconoce que el 1 de octubre, cuando comenzó el año hidrológico, no imaginaba que se alcanzarían estos datos tan pronto. De hecho, la previsión para finales de febrero era, en el mejor de los escenarios, rondar los 275 hectómetros cúbicos «y hubo 304. En marzo está creciendo aún a un ritmo mayor».

El dato de las aportaciones de agua al pantano del Ebro es definitivo. Como se aprecia en el segundo de los gráficos, desde el mes de octubre ha entrado en el embalse casi el doble de agua (265 hm3) que durante todo el año hidrológico anterior (145). «Estamos al 70% y llegar al lleno total este año será muy difícil. Tendría que ser una primavera excepcional, pero no alcanzar el 100%no es ni mucho menos un drama. Entra dentro de la lógica», detalla el experto. Como apunta, este embalse es de carácter hiperanual, es decir, que no se llena y se vacía cada temporada. Por su gran tamaño –hay otros mucho mayores, pero no tan cerca del punto donde nace el río que lo surte–, es imposible llenarlo con las precipitaciones de un solo año. Por eso no es habitual que supere el 90%, pero tampoco que esté por debajo del 30%.

La parte más importante de esas aportaciones de masa líquida durante el presente año hidrológico ha ocurrido en los dos últimos meses gracias al deshielo de las zonas altas asociadas a la cuenca. Esa ha sido otra de las claves del revivir del embalse del Ebro. Se ve claramente en las estimaciones de reserva de nieve. Según los datos que maneja la Confederación Hidrográfica, la superficie y el grosos de la superficie nevada han sido muy superiores a las de la temporada 2016/2017 y mayores que la media de los últimos años.

Arriba imagen del 27 de marzo del 2018 y abajo del 25 del 10 del 2017 Javier Cotera

Aún hoy, si los cálculos de la institución son correctos, cuando la primavera está a punto de entrar en su tercera semana, los 49 hectómetros cúbicos que se acumulan en los picos son más de los que hubo en cualquier momento del pasado invierno. «Es un registro muy importante para la época en la que estamos», subraya Pérez.

En su opinión, esto garantiza que durante unas cuantas semanas se mantendrá el actual ritmo de crecimiento del embalse, unos tres o cuatro puntos porcentuales cada siete días: «Será más o menos dependiendo de la climatología. Si llueve se derretirá más rápido y llegará más agua al pantano. Si no, una parte se evaporará a la atmósfera y otra se perderá al ser absorbida por el terreno». En cualquier caso, el volumen embalsado seguirá subiendo por lo menos hasta que abra la presa para garantizar el caudal ecológico del Ebro cuando el regadío empieza a mermar el río. El año pasado la situación de escasez era tal que se aguantó todo lo que se pudo, hasta junio. Este, comenzará antes. No es que sobre el agua, pero la situación es de «tranquilidad».

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