![Reinosa, dos años después de la riada: «No cobré un duro del Ayuntamiento»](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202112/14/media/cortadas/69890696--1248x784.jpg)
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En las calles Sorribeo, las Vidrieras o la avenida La Naval, en Reinosa, hay algunas casas donde vive gente humilde. El blanco de las fachadas ha ido palideciendo en todo este tiempo, y a metro y medio de altura conservan el trazo oscuro de un ... macabro delineante, el río Híjar, que desbordado el 19 de diciembre de 2019, anegó el barrio en la peor riada que recuerdan los ancianos de la zona.
«Viéndolo ahora, con la perspectiva del tiempo, piensas que menos mal que sucedió a las nueve de la noche. Si llega a ser de madrugada, muchos habríamos muerto», reflexiona Maite Gutiérrez, que sale a la puerta de su hogar, en el número 24 de la avenida La Naval. No hubo que lamentar daños personales en aquel entonces; pero para algunos de los vecinos, con escasos recursos económicos, los importantes daños materiales, la escasa cuantía aportada por el Consorcio de Seguros y la «dificultad» para cobrar las ayudas del Ayuntamiento, según confirman algunos, ha supuesto un «gran trastorno» en estos dos últimos años.
Maite Gutiérrez -Afectada por la riada
«El Consorcio pagó rápido; pero pagó lo que pagó». Muy poco, a juicio de Miguel López, vecino de Maite en el número 20 de esa misma avenida. Ambos evocan aquella noche que ha quedado grabada en la memoria como una «pesadilla». «El agua entraba y entraba y en cuestión de minutos me llegaba por la cintura. Arrasó con todo lo que había en esta planta baja», narra ella. «El Consorcio evalúa las cosas por su antigüedad; pero al final, aunque el frigorífico sea antiguo, te da servicio y comprar uno nuevo siempre te sale mucho más caro», explica.
Las ayudas que llegaron del Ayuntamiento de Reinosa tampoco le supusieron reparo alguno. En los presupuestos participativos del consistorio se consignaron 100.000 euros que irían dedicados a la reparación de daños a los vecinos y al acondicionamiento del cauce del río. «Se tardó más de un año en cobrarlos y luego hubo mucha gente que no vio un duro. Pedían unas condiciones muy complicadas. Mucho papeleo para poco dinero que le tocaba a cada uno, y muchos vecinos optamos por no pedirlo», explica Javier Menchaca, el marido de Maite.
Cuentan que para solicitar estas ayudas era necesario presentar las facturas de compra de los nuevos electrodomésticos, muebles y todo cuanto la gente fue reponiendo tras el desastre. «Pero, ¡cómo iban a llevar facturas los que no tenían un duro si no podían comprar ni un colchón!», exclama López.
Miguel López- Afectado por la riada
Porque los hay que no sólo perdieron cuanto tenían en sus casas, sino que también vieron arruinado su negocio. «Yo no vivo aquí pero el bar, tal y como lo conoces, es todo nuevo», afirma Goretti de Blas, propietaria del Mesón Cantabria. En los marcos de las esquinas ha colocado unas pegatinas que marcan los dos metros de altura que alcanzó el agua. «Esta zona está un poco más hundida y subió hasta aquí». La regla ha quedado para recordar lo ocurrido, a modo de memoria de lo que esperan que nunca vuelva a suceder.
Entre todos estos vecinos recuerdan los 66.000 euros que se recaudaron con diferentes eventos solidarios en la localidad. Conciertos, mercadillos, papeletas... «Entre todos acordamos poner esa cuantía en manos del Ayuntamiento para que lo gestionara y fue el mayor error», coinciden. Dicen que tardaron más de un año en pagarlos y que aún están esperando que se publique una relación de beneficiarios.
Todos estos vecinos se conocen. Son integrantes de la Plataforma de Afectados por las Inundaciones y conocen cada historia personal del barrio. «En este bajo», señalan en una esquina de la avenida La Naval, «se fueron después del desastre. Eran inquilinos. Lo perdieron todo y ahora venden el piso», explica Menchaca.
Sheila Castro - Afectada por la riada
Ahora viven más tranquilos. Las obras de dragado y canalización del Híjar lo han preparado para soportar una crecida como la de aquella vez, e incluso peor; «pero aún queda la segunda fase. Y el Ebro aún está amenazando porque no lo han tocado en todo este tiempo», exclama Sheila Castro, propietaria del restaurante El Montañés, en la calle Deltebre, junto al cauce. «Las ayudas deberían haber sido directas, al menos las del Ayuntamiento. Es la única manera de que sean rápidas y eficaces. La gente necesitaba comprar deshumidificadores, colchones para dormir, una mesa para comer», evoca. «Muchos sufrieron mucho y se les podría haber ayudado más; pero la alcaldía lo hizo mal».
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