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Los términos marineros siguen siendo utilizados, en ocasiones, por los que en su día fueron hombres de mar. Jesús Garay
Achicando términos marineros

Achicando términos marineros

Castro Urdiales ·

El poblado pesquero, al que denominaban la Villa de Arriba, poseía esa jerga ancestral que motivó a escritores como Julián Castellanos

JAVIER GARAY

Castro Urdiales

Sábado, 16 de febrero 2019, 09:00

Todos los pescadores de nuestro puerto guardan entre sus vocablos locuciones antiguas, palabras de su pasado pesquero, ballenero y comercial que, a menudo y hablando entre nosotros, se nos escapan graciosamente para incredulidad de los profanos. Las palabras no las olvidaron, las siguieron utilizando para definir otros términos semánticos. El poblado pesquero al que denominaban la Villa de Arriba era donde se encontraba esa esencia o jerga ancestral que motivó que escritores de talento, desde Julián Castellanos hasta Romero Garmendia, Javier Echavarría y el mismísimo Luis Ocharan, hiciesen reflejo de estos modismos cantarines que dieron lugar a canciones, obras de teatro, poesía, libros y ensayos, entre otros el famoso Marichu de Luis, Pepina, Ángela y un sinfín de ellos, siempre resaltando esa peculiaridad del pescador de Castro Urdiales.

Recuerdo como me reí cuando mi hijo mayor, que se llama igual que yo, me contaba admirado que cuando se fue a estudiar a la Universidad de Salamanca le dijeron que los de Castro hablaban en bárbaro, pues él, como es evidente, tiene mucho de esa Villa de Arriba. Los de esa zona vivíamos sólo para embarcar y en cuanto te embarcabas, entrabas en un mundo totalmente diferente al de tierra. Ya bajabas con el farol, la cofa, tangarte, remos, potala, estacha, arpeo, grampín y hasta la vela de popa, llamada batículo, pues esta vela, es la que bate el culo o la popa de la embarcación para tener la proa aproada al viento. Toda la clase de aparejos; espineles, palangrones, yoyos, pancheras, guadañas, salabardo, tallesta, filásticas para los estrobos, badanas para poner en la estropadura de los remos, ya que la isloba los carcomía. Rebenque, vergas, tinas, baldes cubos, raseros, tanques. Y porqué se cuidaba muy mucho, ya que como había mucha apropiación indebida, no se dejaba nada al alcance de la mano, sobre todo los chichos, que arrimaban el ascua a su sardina. Solamente usar los utensilios de achicar; el tangarte y la misma acción de sacar el agua de la cala o sentina eran todo un compendio de frases: «Achica en popa y ensuga bien los runes», te decían de chico para que quitaras el agua de los botes auxiliares. «Quita los paneles y achica, cargaros a popa para achicar, déjame achicar, que salpicas mucho». Para achicar, hacía falta el tangarte, que recogía el agua de los ruñes. Achicar es un arte y se ve enseguida quien lo ha hecho siempre y el profano. El tangarte o recipiente de achique se pasa por los runes, que son los espacios entra costillas y la tablazón o casco del barco, encima de la quilla, donde se estanca el agua. Entre los runes, que son los espacios entre costillas, hay sangraderas o pequeños orificios para que pase el agua de proa a popa y de un run a otro y que llegue por desnivel a esa zona, que es donde van a parar las aguas, que entran a bordo.

Como las traineras y lanchas estaban siempre con pesca y aparejos, no se podía achicar, por lo que se dejaba una pana o tabla libre a popa, o sea, la última tabla que cerraba la cubierta donde poder meter el tangarte y sacar el agua, -al conjunto de panas lo llamamos panel, que es la cubierta, de las pequeñas lanchas y embarcaciones-. A veces, con temporales, entraba tanta agua, que tres y hasta cuatro pescadores tenían que venir achicando a puerto si no querían hundirse, ya que a más agua, más se hunde la embarcación. Las embarcaciones siempre estaban ligeramente apopadas, bien para navegar mejor o bien para poder achicar agua fácilmente durante las faenas de pesca por aquello de: «Barco sin cubierta, sepultura abierta». Los orificios o sangraderas por donde corría el agua a popa, a veces se atuzaba o taponaba, ya que había porquería en forma de escamas, marmoque o berrun y para desatuzarlo teníamos una varilla, a veces metálica y otras de avellano, para introducirlas por los orificios, que no tenían más diámetro que el que tiene un dedal y con ellas lo desatuzabamos. Siempre quedaban pozos de agua que no corrían por las sangraderas y se lanzaban al run de más a popa con el pasador, que era una tablilla a modo de paleta para hacer pasar el agua de un run a otro. Luego había que ensugar y para eso hacía falta una arpillera. Se ensugaba y apuraba a tope hasta que el run estuviese seco. Se dejaban las panas a secar fuera de su lugar para que el sol comiese la última humedad de los fondos, porque la humedad de abajo rezuma chatun, berrun y marmoque, que es una ligera grasilla pestilente de sangre de pescado y restos de vísceras a la que decimos bazcocha.

Había barcos tan sucios y mal olorosos, que los llamaban los bazcocheros. Frases y palabras como «pásame el tradolle, el de la madre entintada», «dame el rochel que tiene dos chombos y sácame dos tronzones de boga, escamada y en chaflán», «está callando el sejo y vamos a posiar en el cantil del Tarico, ahora que vemos bien Vispero», «pon la tallesta por babor y alcánzame la sereña, haber si entra un macarel para la cena», «bracea bien ese matrero, dale lo que pide, pero no le dejes en banda, láscale, si se zafa, nos embala la pesca y tenemos una buena ambolea», «se ha ido por la socala patrón», «cuando libres los espineles, procura hacer dujas y palmea sin cocas, que a la hora de largarlos, pueden salir engarmados del papón». Bueno queridos lectores... ¿A que hablo en bárbaro?

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