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El municipio de Castro Urdiales, tal y como se conoce hoy en día, no se entiende sin su pasado marinero, seña de identidad de sus ciudadanos, impresa en su corazón y en el escudo de la ciudad, y muy presente también en la iconografía de algunos de sus edificios. Sobre sus cimientos se ha erigido la ciudad de hoy en día. Una historia que pervive en la memoria de algunos y las costumbres de todos, muestra de ello es la celebración de San Andrés, patrón de la cofradía castreña y la fiesta más antigua de la ciudad. A través de esta celebración, en la que los castreños se encuentran inmersos en estos días, los ciudadanos no solo rinden homenaje a los marineros, sino también a la historia del municipio y a sus antepasados, ya que el papel de la cofradía tuvo un peso indiscutible en el desarrollo económico y social de Castro Urdiales.
El germen de la celebración se encuentra en la formación del gremio de pescadores y marineros que precedió a la cofradía. Rememora el estudioso de la historia castreña Javier Garay que en 1163 se concede a Castro Urdiales su fuero municipal, relacionado con los Fueros de Logroño, concedidos para que se repoblaran algunos pueblos de la costa que estaban muy abandonados para que tuvieran un desarrollo emergente mediante la formación de una marina mercante, que desarrolló, en el caso de Castro, parte de sus transacciones comerciantes en el norte de Europa con el Hansa Teutónica, una federación comercial y defensiva de comunidades de comerciantes en los Países Bajos. Los castreños llevaban, entre otros productos, el mineral o la lana de la oveja merina, y volvían con telares hechos, armas, etcétera. De esta forma, se crea un gremio de pescadores, que lleva la prosperidad al municipio, que cuenta con presidente y unos estatutos, y desarrolla sus trabajos siempre bajo las ordenanzas reales. «Todo esto hace que los castreños sean unos grandes marinos y los soliciten para las grandes empresas de la Reconquista, siendo una de sus naves la Rosa de Castro, que en el 1248 es la que rompe las cadenas para liberar Sevilla», relata Garay.
La destreza y maestría de los castreños en las artes de la mar está plasmada en la simbología de su escudo, representado por el mar, los barcos y la ballena. «Este animal representa la lucha entre el hombre y el monstruo de la mar, porque matar una ballena suponía paliar las necesidades de todo un invierno», con su carne, y también con la grasa para impermeabilizar las ropas de agua, para las velas, para los cabos...
La Cofradía de Pescadores de San Andrés llegó a ser considerada una de las grandes de España «y los pescadores celebraban su santo, celebraban San Andrés, algo muy importante», detalla Garay. Tan importante era para ellos, que la celebración se inicia prácticamente en paralelo a la creación de la cofradía. A finales de noviembre y a las puertas del invierno, los pescadores lo celebraban con lo que tenían, que eran tres cosas que guardan relación con un antiguo dicho que dice que «el castreño tiene el remo y la azada», porque cuando no pescaban trabajaban sus viñas y elaboraban el 'Ojo de gallo', una tipo de chacolí. Así, en la fiesta no faltaba el besugo, que se pescaba por estas fechas, el vino y los caracoles de viña, que recolectaban en sus viñedos y donde tiene su origen la tradición gastronómica de comer caracoles por San Andrés.
Al principio, la fiesta se celebraba en Urdiales, donde se ubicaba la ermita de San Andrés, pero cuando los pescadores comenzaron a poblar Castro y volvían a sus casas tras la celebración, muchas veces ebrios, cantando y alborotando, esto era mal visto por la Iglesia, que les prohibió hacer la fiesta en la colina de San Andrés, un dato recogido en el libro 'Proa a la Villa', de Ramón Ojeda San Miguel y Javier Garay.
Los cofrades de entonces se dejaban llevar este día por la algarabía de la fiesta, pero el resto del año trabajaban con gran esfuerzo y gracias a ellos, además de su tradición, los castreños presumen también hoy de su templo gótico, el más representativo de este estilo de toda la región. «La iglesia de Santa María la hacen los pescadores con los diezmos de la mar y las primicias, para el culto y sostenimiento de la Santa Madre Iglesia», apunta Garay, que recalca que «Castro fue y es pescador en historia y en cultura».
Así, los castreños han naturalizado la celebración de este festejo como propio, sean o no pescadores, siendo hoy la fiesta más castiza del municipio. «El ADN de la mar está impreso en San Andrés y el pescador y los castreños de todos los lugares lo llevan». Sin embargo, Garay pone el foco en el futuro de la cofradía, donde ya no ve el auge de antaño «porque las instituciones no ayudan y esto se acaba. Hay cuatro merluceras y no continuará esto, con lo que se perderá la celebración».
Lo dice, eso sí, con el fin de remover conciencias porque, a su juicio, «se puede rescatar con las autoridades de Santander y de la Autoridad Portuaria, creando un cargo que la represente, la cuide y la proteja para que no desaparezca la Cofradía de San Andrés». Y evitar así que caiga en el olvido su huella histórica y social y su valor como mecanismo de transmisión cultural.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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